Indefenso.

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-Despierta dormilón, está comenzando a hacer frío- susurraron con dulzura, acariciando mis cabellos.

Mi espalda se recargaba en el gran tronco de un árbol, cruzandome de brazos para mantenerme caliente, ya que la chaqueta que anteriormente tenía puesta se la dí a Alex para que no pescara un resfriado. Decidí abrir los ojos un poco, ya que aún estaba adormilado. Sonreí por la belleza frente a mis ojos, y no hablaba del paisaje, sino más bien de la persona que estaba frente a mí en completa desnudez, tomando en cuenta que traía puesta mi chaqueta.

-Buenos días- dije, separándo la espalda del tronco, rodeando con mis manos la cintura de mi compañero, besando después sus labios. Mientras que él se sentaba en mis piernas.

-Debemos irnos, tal vez nos estén buscando- sugirió Alex, acariciando mis mejillas con sus delicadas manos.

-Nooo- exclamé como un niño pequeño, apretando mi agarre en la cintura de Alex.

Alexander suspiró. Por mi parte escondi mi cabeza en su pecho, cerrando los ojos por un momento. Era cierto que debíamos regresar, había una gran posibilidad de que nos estuvieran buscando como locos, ó tal vez nisiquiera se acuerdan de nosotros.

-Lo siento- hablé en su pecho, tomando la atención del menor.

-Shh, tranquilo- susurró, acariciando mis cabellos, mirando el lindo paisaje que la naturaleza les daba.

Quería llorar, llorar de rabia, ¿Acaso no puedo quedarme con Alex? Yo conocí a Alexander primero, desde niños, y ahora viene un hijo de puta pelirrojo que quiere pedirle matrimonio después de conocerse por unos cuantos meses, ¡Yo esperé largos años para pedir su mano!

Si lo vuelvo a ver juro que lo haré explotar hasta el otro lado del continente. Ese maldito cabello rojo, parece menstruación, espero que se le queme y quede completamente calvo.

-¿Nos podemos ir?- preguntó el azabache, alejándose un poco para mirarme a los ojos.

-Claro- sonreí, besando de nuevo sus labios, pegando su cuerpo al mío.

Me alejé y él se levantó de mis piernas, acomodándose la chaqueta que se deslizaba por sus hombros, ya que la ropa le quedaba un poco grande, tal vez por su cuerpo delgado y pequeño. Tomé su ropa del suelo, limpiando la poca suciedad que tenía impregnada.

-Aquí tienes- dije, extendiéndole la ropa.

Agradeció y tomó la ropa con nerviosismo, poniéndose los calzoncillos y el pantalón, dejando la parte superior completamente a la intemperie. Se notaban la mayoría de las mordidas causadas por la excitación y lujuria, mayormente en la parte del cuello y hombros.

-¿Listo?- pregunté con ánimos, sonriendo al verlo acomodarse mi chaqueta después de ponerse su camiseta.

-Sí, estoy listo- respondió, sonriéndome de la misma manera que lo estaba haciendo yo a él.

Empezamos con nuestro regreso a la cabaña en donde nos hospedamos para acampar. Todo estaba en silencio, excluyendo a los animales y a la naturaleza, quienes nos brindaban una hermosa vista en el paisaje. Alexander tosió un par de veces, era obvio que se había resfriado, estar en la intemperie en completa desnudez no era algo muy bueno que digamos.

-¿Te sientes bien?- pregunté, sabiendo con obviedad la respuesta.

-Sí, estoy bien, solamente me duele un poco la garganta- respondió con voz rasposa.

-Ajá, por supuesto- hablé con sarcasmo, mirándolo con desaprobación. Odiaba cuando mentía sobre su salud.

Alexander se sintió avergonzado por la pregunta de Lean, era cierto que estaba un poco enfermo, pero eso no era tan grave, al menos para él no lo era. Apretó con sus dedos las aberturas mangas de la chaqueta que sobrepasaban sus manos de lo grande que era el abrigo. Al lado de Lean se sentía tan pequeño, y no lo decía por el diferente tamaño de sus cuerpos, sino más bien por los actos que Lean hacía cuando estaban juntos, ó también en la manera en que lo trataba, como si fuera su mascota, ¿Cuándo podrá ser el azabache quien tome el control?, había una gran posibilidad de que nunca, jamás, ni en un millón de años.

¡¡Las Personas Son Raras!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora