M: "¿Me harías el gran honor de ser mi esposo?"
A: "¡Sí, acepto!"
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Me levanto con torpeza de la cama, apretando con fuerza las frazadas. Esas palabras circulaban mi mente por más de dos semanas, no podía articular ninguna palabra en todo el día, imaginandome la escena que podría surgir a cualquier momento, ¿acaso no puedo hacer nada?, ¿debo quedarme inmóvil cuando eso ocurra? Ó ¿actuar en el momento indicado?
Lloré.
Lloro porque tengo miedo, lloro porque soy débil y me hago pasar por alguien con buena actitud, lloro porque nadie se da cuenta de que necesito un abrazo y consuelo, lloro porque lo perdí, lo perdí de la manera más injusta que se le haya ocurrido a cualquier persona.
Decido salir de la cama con la mayor lentitud del mundo, sin hacer el mínimo ruido. Al estar de pié salgo de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí.
Las luces del primer piso se encuentran encendidas, algo extraño, ya que, según yo, nadie más que yo estaba despierto. Bajo las escaleras con sigilo, mirando el primer piso por entre las barandas.
Al estar abajo, camino hasta la sala y ahí me encuentro con la inesperada llegada de Antonio, quien aún se encuentra en pijama, tomando entre sus manos una taza que tiene pegada una calcomanía en la parte exterior que dice: "Papá 1#", que se robó de una casa ajena.
-¿Qué haces despierto a altas horas de la noche?- preguntó, bebiendo del café que contenía la taza.
-Eso debería preguntartelo yo- dije, sentandome en el sillón frente al televisor.
-¿Estuviste llorando, otra vez?- preguntó ella, sentándose al lado mío.
-Sí...- Suspiré cansado, recargando mis codos en los muslos.- Aún tengo esas voces en la cabeza que me repiten como una grabadora lo infeliz que soy.
-Lean, tú no eres un infeliz, de vez en cuando eres un idiota, pero jamás infeliz- explicó Antonio.- Tú jamás tuviste la culpa del accidente, hiciste algo bueno al salvar al hermano de Borrunio. Alexander es un idiota por olvidarte así de simple. Déjalo ir, pero que se arrepienta cada segundo de su maldita vida.
Sonreí.
Pasé un brazo por los hombros de ella, dándole un gran abrazo. Sonreí porque tenía a mi mejor amiga. Sonreí porque no importaba nada más, tenía a muchas personas si me amaban. Sonreí porque contaría con cada uno de ellos. Sonreí porque era feliz, con o sin un amor.
Me separé de la chica, estirando mis extremidades, recibiendo un golpe en el estómago por parte de Antonio, quien se había enojado por despeinarle, MÁS, de lo que ya estaba su cabello.
-Bueno, mejor nos vamos cada quien a su habitación, recuerda que Alexander nos invitó a todos a un campamento- sugirió Antonio, levantándose del sillón.
Imité sus movimientos, caminando los dos juntos a nuestras respectivas habitaciones, las cuales se encontraban pegadas la una a la otra por los lados.
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-¡Por el amor de Dios! ¡Antonio, baja de ahí ahora mismo!- suplicaba Lean, observando como su amiga caminaba por una rama de un árbol muy alto.
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¡¡Las Personas Son Raras!!
HumorNuestra familia rara regresa, pero ahora con más poder de volver locas a todas las personas. Las cosas nunca cambiaron, pero ahora ellos se encuentran en la ciudad. ¿Qué estupidez harán ahora? ¿Por qué no lo descubres ti mismo? ¿Por qué tengo hambre...