Trágate la rabia

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Después de un segundo informe que dejó tranquila a la familia, el niño tuvo el alta para marchar a casa junto a su madre. Afortunadamente no quedó ningún rastro grave de lo que ocurrió en el parto, al menos ninguno que no tuviera solución. Los médicos buscaron por todas partes dónde estaba la desconocida cirujana que atendió el parto de Charlotte y Styles dejó la denuncia en el aire, pero el ver que su hijo estaba bien los mantenía contentos.

Marlene lo miraba curiosa desde su mutismo, con los ojos azules fijos en cada centímetro de aquel pequeño ser que iba a vivir en la casa con ellos. Styles cogió a su niña en brazos para que le viera mejor mientras su mujer terminaba de vestirse.

Emma: Toc toc... ¿se puede?

Styles mantuvo a Marlene sujeta en brazos y giró la cabeza. Ya no sabía qué cara poner frente a esa mujer. Era extraña, particular. Cada vez que se la encontraba algo crucial ocurría. Dejó a Marlene sobre la camilla con cuidado de que sus hijos no se molestasen tendidos en el mismo sitio.

Styles: Hola, Emma. No te esperaba.

Emma: Venía a ver el pequeño. ¿Puedo?

Él asintió pero no se lo dio en las manos, más bien la instó a que se acercara a la habitación. Según acortaba distancias con los niños, se humedeció la boca y fijó los ojos duramente en ambos. Ahora que tenía a AJ a sus espaldas poco le importaba hacerlo: Marlene tenía a su hermano en su regazo y no se daba cuenta.

Lo único que podía pensar en un instante así era en la mala suerte que estaba teniendo, y en que tenía que poner en marcha el puñetero plan. Tenía que provocarlo rápido, no quería que aquella maldita zorra siguiera fecundándose con su luchador, el hombre al que quería. Ambos eran jóvenes y ella podía darle hijos mejores. 

Marlene: Papi, ¿y mami?

Styles: Ahora sale, preciosa. Se está vistiendo.

Emma: Es realmente hermoso —murmuró contemplando con detalle al bebé. Apenas tenía 48 horas de vida y ya deseaba que fuera la última. Era pequeño, siempre cansado y débil por lo que le habían comentado. Pero tenía vida y existía, suficiente para detestarle. Vio que sus deditos a veces se movían, ondeándose delicadamente. Un pensamiento intrusivo la imaginó pisándoselos hasta quebrárselos.

Styles: No pensé que fueras a venir. Después de todo el cabreo que pagué contigo imaginé que nunca volverías a hablarme.

Emma: Bueno... yo también vivo enamorada de alguien. Sé lo que cuesta desengancharse. Tampoco puedo dejar de hablar a un amigo por eso.

El luchador pensó bien en sus palabras. Emmalina tenía una madurez que Charlotte no era capaz de tener ni a palos; era un alivio. Era un alivio saber que después de todo podía contar con amigas.

Styles: Me alegra que digas eso.

Emma: ¿Qué nos ha pasado, AJ...? Nos hablábamos todos los días, salíamos a beber de vez en cuando. ¿Por qué cuando se despertó Charlotte zanjaste nuestra amistad? —se dio cuenta de que en aquel punto de la conversación la cría subió la mirada a ella, como si engullera y clasificara las palabras que iba soltando. Emma se sintió incómoda al notar cómo la mocosa la miraba, y se apartó al pasillo. AJ la siguió con un ojo puesto en sus hijos.

Styles: Porque es mejor así —susurró apoyándose en el pasillo— no te puedo dar una buena respuesta a eso, porque no hay un buen motivo tampoco. Hago lo que hago porque quiero demasiado a mi familia, y sé qué cosas pueden echarla a perder.

Problemática ( III )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora