La luz al final del túnel

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Siete meses más tarde

Despacho policial de la penitenciaría


Seguridad: Aguarda aquí quietecita, ¿vale?

La mujer no se movió, tenía la vista intranquila pero a la vez escondía su felicidad. Habían transcurrido casi siete meses de la última vez que le vio, pero dos desde la última vez que habló con él por teléfono. No podía dejar de pensar que su pena se terminaría pronto y la reconfortaba saber que iba a ver a sus hijos por fin.

Después de un eterno silencio, la puerta se abrió y Charlotte dejó de manosear las canicas aburrida, aún tenía las manos esposadas. Borró su sonrisa al ver que Jerry lanzaba unos papeles sobre el escritorio y se sentaba delante de ella. Llevaba meses sin verle, había estado en una misión a las afueras. Encontrárselo de sopetón la hizo recordar todo el dolor físico de aquella tarde... todos los golpes y las marcas. La paliza inolvidable por rechazarle.

Jerry: Hola, preciosa. ¿Me echabas de menos? Yo voy a llevar los papeles de tu conducta estos días.

Charlotte tragó saliva y bajó la mirada a su historial.

Jerry: Vaya por dios. Qué pena... parece que... sí, mira, aquí pone que tras la agresión a Silvia y tus constantes careos con las mexicanas no te va a salir barata la vuelta a casa. No creo que puedas irte hasta dentro de otros cinco meses.

La respiración se le agitó en seguida, apretó sus manos con nerviosismo. La mujer estaba acorralada, ¿por qué tenía que tener tan mala suerte?

Charlotte: Necesito ver a mi familia.

Jerry: Quieres muchas cosas, pero no trabajas por mejorar. Si te suelto en libertad ahora volverás a las mismas, y te lo digo sin acritud. Sé cómo son las de tu calaña.

Charlotte: Jerry, necesito... —suspiró para no perder la paciencia, tragó saliva de nuevo— soy madre, necesito ver a mis hijos. Llevo muchos meses sin siquiera oírles por teléfono.

Jerry: Sí, es una pena —se quedó mirando el informe con desaprobación fingida, y cerró rápido su ficha. Sacó el rotulador rojo y tachó la fecha en la que iba a salir, para posponerla a cinco auténticos meses adicionales. La mujer cerró los ojos dolida al ver aquello, no podía creerlo.

El hombre la miró sin escrúpulos y dejó el informe a un lado. Se levantó y caminó hasta la salida, pero... antes de hacer nada más curvó una sonrisa.

Jerry: A menos... que estés dispuesta a hacer ciertas cosas por mí.

La rubia no se movía de la silla, al escucharle sintió una última llamarada de esperanza. El policía se acercó a ella y la acarició de la mejilla, tornándose más serio.

Jerry: Las cosas no tienen por qué ser feas, sé que no le dijiste nada a tu marido de nuestro primer... encuentro —sonrió y se le acercó mucho, susurrando— te perdonaré la pena si te acuestas conmigo. Y te dejas hacer todo lo que se me ocurra, claro.

La luchadora se maldecía ya hasta por haber nacido mujer, no había forma de sortear el lado oscuro de algunos simios cuando de sexo se trataba. Apretó los labios, negando y apartando la cara de su caricia.

Jerry: Bueno, tú has decidido. Nos veremos dentro de cinco meses.

Se separó tan fugaz de ella que la mujer volvió a sentir escalofríos en la espalda, frunció el ceño.

Problemática ( III )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora