La conversión a una bestia peor

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Cuando AJ tuvo su siguiente encuentro separados por un cristal casi le da un infarto. Tenía la cara destrozada, amoratada, hinchada. Parecía que literalmente la habían machado con un martillo por cada centímetro de su cara.

Styles: Me cago en la puta, ¿QUÉ MIERDA...?

Charlotte: Estate tranquilo. Me ha pasado por no pensar las cosas antes de hacerlas —le dijo, tocándose adolorida el puente de la nariz— pienso vengarme.

Styles: Dime que no te has golpeado con nadie.

Charlotte: Me han pegado a mí, me han agarrado entre dos y otra zorra me ha dado una paliza —dijo cabreada, mirándolo fría. Se calmó un poco y cerró los ojos— no necesito que me regañes, AJ —sonrió— esto es estimulante. Te juro por mi hija que antes de salir de aquí éstas hijas de puta me van a odiar con todo su ser.

Styles: Escúchame... recuerda lo que hablamos sobre la buena conducta.

Charlotte: NO VOY A DEJAR QUE ME PEGUEN DE NUEVO, ¿SABES? —gritó sin escuchar casi ni la frase entera, haciendo que el guardia le arrebatara el teléfono de inmediato y colgara. AJ pegó la mano al cristal y la mujer se revolvió entre el guardia y la cabina, la llamada finalizó pronto por su actitud. El luchador sentía que se venía abajo, no le estaba gustando nada lo que veía, apenas llevaba una semana. Si seguía así... quién sabía en lo que podía convertirse.



Desgraciadamente, los viajes de AJ incluían el llevarse a sus hijos a la otra punta del globo con él y seguir dependiendo de canguros o amigos cercanos para que alguien les cuidara mientras continuaba con su profesión. Los dos primeros meses pasaron lentos y tediosos, era horrible ver cómo Marlene hacía preguntas cada vez más complicadas acerca del tema de la cárcel y del comportamiento materno, mientras que Lucas se limitaba a llorar por su falta. La situación era dura, pero al ser niños tan pequeños, su mente era distinta a la de los adultos. Se acostumbraban deprisa a las situaciones nuevas y no sentían tristeza por asuntos que no entendían.

Estuvo dos meses lejos de ella, lejos de verla y de tener contacto, lejos de poder hablar bien las cosas y pedirle perdón, se daba cuenta de que su ausencia se notaba demasiado.

Se enteraba aun así de todo lo que hacía, o casi todo. Sabía que había padecido dos ataques de ansiedad al cumplir un mes de condena, sufriendo lo indecible ante la falta de su -todavía- marido y la nueva vida a la que debía enfrentarse. Se había hecho un buen nombre ahí dentro, los policías la descubrieron dándole una paliza que casi termina matando a una tal Marina. Por lo visto Charlotte cobró venganza al poco, cuando nadie la esperaba, y todas empezaron a respetarla de la noche a la mañana. Era muy fácil ganarse el respeto si eras buena con los puños, pero además, la rubia tenía algo especial para ser infalible allá donde estuviera, todo el mundo siempre acababa teniéndole miedo de una manera o de otra. AJ miraba todas las mañanas los papeles firmados del divorcio pero nunca era capaz de tomar una decisión, no quería seguir con aquello ahora que ella estaba pasándolo tan putas.

Dentro de esa institución había grupos de todos los países y de convictas con peores crímenes, pero Charlotte no entraba dentro de su radar. Flair ya tenía su grupo hecho, y cuando Marina necesitó una operación de cara por los navajazos que había recibido en otra pelea de venezolanas, fue como si la rubia "ocupara" su puesto. En realidad, Charlotte tenía muy mal genio y se empezaba a sentir hastiada de tener que compartir cárcel con la mayoría. Pero como no le quedaba otra que soportarlas, se aguantaba y si tenía que intervenir en algún lado lo hacía sin más. Su conducta volvía a ser temida por otras mujeres. No era raro verla con nuevas heridas en la cara o en los brazos por "careos" entre los distintos grupos de chicas que se llevaban mal.

Problemática ( III )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora