La escuela

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Charlotte hacía duros esfuerzos por no comprar más cajas de tabaco, pero no lo conseguía. Había pasado de 25 a 20 al día en sólo una semana, pero haberse quitado esos 5 tuvo rápidas repercusiones físicas: le costaba mantener la calma y sus dedos solían temblar fácilmente, además le daba cierta ansiedad. AJ se había fiado de ella para volver a dejarle su coche y que llevara a Marlene al colegio, pero al estar de nuevo junto a sus marchas y sus pedales se sintió como en casa. El recuerdo del accidente la invadía demasiado y respetaba la vida de sus hijos como la ambrosía, luchaba por no cagarla.


Parvulario


Charlotte: ¿Lo tienes todo?

Marlene: Sí, mamá. Gracias por traerme, te quiero —la besó en la mejilla y abrió la puerta, andando con su mochila hacia el patio donde aguardaban todas las profesoras. Charlotte suspiró enternecida, adoraba sentirse querida por su niña... las cosas tomaban forma, la maternidad había sido realmente un regalo que no creía merecerse. Quién iba a decir que de las entrañas de una mujer tan corrupta y loca podía salir semejantes niños, tan guapos, bien formados y con bondad innata. Sin duda AJ había hecho la parte más difícil, rezaba por no echar su trabajo a perder.

Cuando estaba dispuesta a irse echó una última ojeada al patio pero se le borró la sonrisa: su niña siendo empujada por otra a la arena del parque, y quitándole con ayuda de otra compañera la mochila. Alzó una ceja indignada, mordiéndose el labio y aguardando por si alguien se acercaba a ayudarla, pero ni siquiera las malditas profesoras estaban pendientes. Bajó irritada del vehículo y se metió directamente en el jardín de infancia, esquivando a los pequeños. Se acercó a su hija y la puso en pie, al verla con los ojitos rojos sintió que iba a salir lo peor de ella.

Charlotte: Cariño, ¿qué ha pasado? —le sacudió la ropa y Marlene llevó la vista a la pesada de 5 años, gorda y rubia que siempre la empujaba o se metía con ella. Algunos niños se la quedaron mirando a la mujer con los ojos abiertos, la reconocían de la WWE.

Marlene: Nada... me he caído.

Charlotte: Dime la verdad. —La tocó del hombro, mirándola fijamente. Su hija bajó la mirada.

Marlene: Siempre me empujan... dos niñas mayores. Empezaron a burlarse desde que me caí en la bici a principios de año.

Charlotte: Dime quiénes, señálamelas —Marlene se sentía nerviosa, pero señaló a la rubia y a otra que era aún más mayor, que pertenecía al colegio— ¿esa se mete contigo? ¿Estás segura?

Marlene: Sí, tiene 8 años. Es hermana de Tina —dijo volviendo a referirse a la rubia.

Charlotte: Si te empujan y no respondes van a tomarlo como costumbre, Marlene. ¿Quieres que te empujen siempre?

Marlene negó con la cabeza, sin mirarla.

Charlotte: No te preocupes por lo de la bici. Si papá no te enseñó, yo te enseñaré a montar en una moto de verdad. Te la compraré de tu talla. Seguro que ninguno de estos niños tiene eso.

Marlene abrió más los ojos, alucinando con la idea.

Marlene: Mami... ¿de verdad?

Charlotte: Sí, por qué no —asintió acariciándola de la mejilla— y me las ingeniaré para que esas niñas que te molestan te vean y se mueran de envidia. No olvides de dónde vienes, mi vida, tú tienes más posibilidades que esta gente. Eres superior.

Problemática ( III )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora