Bienvenida, mami

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Charlotte: Déjamelo ver...

Desde el otro lado del cristal AJ dejó el teléfono y se giró al carrito, tomando con cuidado a Lucas en brazos. Destapó su rostro y enseñó la carita del pequeño a su madre. La mujer sonrió satisfecha, mirándolo, estaba algo triste. AJ sólo tenía derecho a hablar con ella por teléfono dos veces por semana, le habían restringido muchas cosas por la gravedad de sus cargos. Y esa era la primera llamada que tenían, el segundo día de cárcel. El guardia empezó a hacerle señas a la mujer para que se fueran despidiendo y así lo hicieron. AJ sentía impotencia cada vez que debían cortar la llamada.

Styles: Te quiero —murmuró, siendo escuchado por ella en la otra línea. El bebé empezó a llorar, era la hora de su almuerzo. Los otros familiares miraron molestos al crío en el carrito y los decibelios de su llanto llegaban hasta los oídos de su madre. Charlotte se había acostumbrado a darle de comer a sus horarios y nada más sentirle llorar notó que sus pechos se estaban poniendo en marcha. El comportamiento de la naturaleza era automático. Colgó rápido y se dejó poner las esposas de nuevo.



Comedor


Al poner la bandeja de comida en la mesa, se sentó sola a reflexionar. Pensar en AJ todo el día era inevitable pero... ya no era capaz de tomarle en serio, ni se sentía capaz tampoco de verle con los mismos ojos. Se desvivía por él desde el principio, todas sus fugas cerebrales habían sido porque sentía celos de que se le acercaran. Al ver cómo la trató los dos últimos días antes de que la arrestaran acabó pensando y confirmando que él no la quería, y que no podía tomar en serio sus te quiero. Allí tenía demasiado tiempo para pensar y la rabia la sucumbía todo el día.

Vio que allí dentro habían infinidad de grupitos, a cada cuál peor. Sin prestarle la más mínima atención, cuatro desorbitadas mujeres, todas más altas que ella, se sentaron en la misma mesa y empezaron a hablar en grito de estupideces y de cómo iban a conseguir el tabaco esa vez.

Como no habían más mesas Charlotte suspiró y permaneció en silencio, no se metían con ella y era lo máximo que podía pedir, quería pasar desapercibida. Se sentía novata y eso le daba más inseguridad, toda su vida había acostumbrado a dominar cualquier situación y sentía que esa se le escapaba. Abrió el envoltorio del pan pero se quedó hierática: parpadeó sintiéndose extraña... eran sus senos, otra vez. Disimuladamente llevó la palma a uno de ellos por fuera del traje, le pesaba bastante y se sentía incómoda. Al bajar la vista y mirar por un pequeño pliegue, se dio cuenta de que estaba segregando leche ahí mismo. El llanto de Lucas hacía que su organismo eyectara leche a los pocos minutos, era una respuesta biológica, y el no amamantarle hacía que se quedara ahí retenida. Maldijo en voz baja dejando la comida aparte y buscando con la mirada el aseo. Aquellos sujetadores eran finos y de malísima calidad, si seguía así iba a acabar traspasando hasta el traje. Antes de ponerse en pie una de las mujeres que estaba a su lado volvió la mirada hacia ella.

Marina: Qué verga es eso... ¿estás mojada?

Charlotte la miró sin responder, y pese a lo que se podía imaginar, vio con horror cómo aquella simio le metía la mano dentro, apretando con saña uno de sus pechos. La luchadora se puso en pie de un bote alejándose y le sacudió un puñetazo en la cara. Marina, que era bastante conocida allí por todas, la miró sin mover un ápice de la cara, riéndose. Para entonces todas las del comedor gritaban alrededor de ambas, señalándolas. El bullicio se armó.

Marina: Pero qué bonita... si es mamá... —dijo con burla en su acento venezolano, poniéndose en pie— ¿quiere la mami darme otro puñetazo? Al segundo te prometo que tú también tienes regalito asegurado.

Problemática ( III )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora