Desgaste psíquico

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Al cabo de un día, aparatosamente, el taxista la dejó en su mansión y Charlotte logró salir a duras penas por su cuenta. No estaba recuperada ni mucho menos, el andar le dolía en cada costilla rota que tenía dentro. Tenía que guardar reposo pero no quería. Habló horas completas con un buen psicólogo que logró quitarle las ganas de quitarse la vida, al menos durante un rato. Ya tenía antecedentes y el hospital tampoco podía correr con un riesgo así.

Al llegar y entrar vio todo igual, todo en su sitio. Se encaminó con los pies arrastrados al cuarto matrimonial y allí fue cuando empezó otra ola devastadora para su tristeza. No había nada. Los armarios de la parte de AJ estaban vacíos hasta el más mínimo detalle, sólo estaba la ropa de ella. Con los labios temblorosos volvió a llamarle, pero le debía tener las llamadas bloqueadas porque nunca respondía, no sabía dónde estaba y en la empresa tampoco le facilitaban ninguna información. Becky ayudó en todo lo que pudo a su amiga pero la realidad era que todos la repudiaban porque en el fondo era la culpable. La irlandesa fue la única que no la juzgó, no podía hacerlo, ella también era madre, ¿cómo iba a darle esquinazo sabiendo lo que podía sentir?


Cementerio


Era terriblemente duro el simple hecho de volver a pisar entre esos árboles. Según avanzaba se notaba más débil, más culpable. Al llegar a la tumba de su hermano Reid Flair solo tuvo que torcer un poco la cabeza para ver otra más pequeña y reciente. "Marlene Smith Flair", tuvo que leerlo para terminar de creerlo. Se dejó caer al suelo destrozada, tocando su pecho agitada. El llorar no la saciaba, sólo empeoraba la situación, pero no podía parar. Sus gemidos se escuchaban a metros a la redonda pensando en cómo narices una cosa así podía habérsele salido de las manos. Se arrastró hasta su tumba tocando las flores y el grabado corto del epitafio. Se desgarró llorando, golpeando con los puños la piedra, destrozándose las manos y haciéndola sentir peor. Llevó la vista al cielo, ya no sabía en qué demonios pensar... su sufrimiento había escalado demasiados niveles.



Y justo en el mismo instante que sintió que se desvanecía, despertó.

En su cama, angustiada por la misma y repetitiva pesadilla de siempre. La muerte acechante la perseguía y se regocijaba molestándola, quitándole las ganas de resistir. Charlotte no paraba de soñar con la muerte inminente de su niña, a la que afortunadamente aún estaban logrando mantener con vida. Cada día se alejaba un paso más de la vida, sus órganos empeoraban y algunos se colapsaban dejando de funcionar, teniendo que recurrir nuevamente a una intervención de urgencia. Cada vez que la pequeña tenía que ser revisada tan abruptamente era un desafío a su corazón, en cualquier momento iba a morir. Resultaba tan imprevisible lo que iba a pasar que los médicos no querían arriesgarse por miedo a perderla nada más empezada la intervención. Era demasiado pequeña y sabían muy bien que un cuerpecito así no aguantaría ya la más mínima. Bastante fuerte estaba siendo una niña de tres años que llegó destrozada y sin respiración al hospital. El equipo tardó mucho más en sacarla del vehículo que a Charlotte.

Charlotte: Devuélvemela por favor, devuélvemela... ya te llevaste a mi hermano por favor... mi niña no... —cerró fuerte los ojos estallando en otro llanto, a puñetazos entre sus sábanas. No era lo suficientemente fuerte para sobrevivir a un dolor así, sabía que si "Dios" se llevaba a Marlene ella iba detrás. El sólo pensar que la vida de su hija pendía de un hilo tan fino, la hacía enloquecer.

Se quedó horas en la cama, hasta que el sol volvió a irse. La noche cayó y ella seguía allí echada, llorando cada cinco minutos y esperando a que algún teléfono le contara la situación de Marlene. Maldiciéndose. Odiándose a muerte.

Problemática ( III )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora