Camino de un lado a otro esperando que algún médico salga y me dé respuesta sobre el estado de mi madre. No puedo creer que estábamos bien compartiendo y de repente pasa todo esto.
—Mi amor —Jorge llega a mi lado envolviéndome en sus brazos, donde no tengo ni la mínima intención de hacerme la fuerte, y comienzo a llorar.
—No quiero que se vaya Jorge. No quiero perderla —me aferro a él como si mi vida dependiera de ello.
No tengo cabeza para pensar en algo más que no sea mi madre que está en quirófano.
—¿Para eso vine? ¿Para ver a mi madre así? ¿Crees que estará bien? ¿Por qué dijeron que entró en shock?
Seca mis lágrimas que salen sin parar con su pulgar y se mantiene en silencio mientras me guía a una de esas sillas frías en el pasillo más aterrador y solo que puede haber.
—¿Qué pasó? ¿Por qué tu madre resultó herida?
—Estábamos en esa cafetería y de pronto comenzamos a escuchar disparos, nos tiramos al piso para evitar salir heridas y ella... —no termino de decirlo porque el llanto de alguien más se escucha en el pasillo.
—Lo siento señora, su hijo perdió mucha sangre y llegó aquí sin signos vitales —les dice el médico a la pareja que se abrazan entre sí.
Quiero salir de aquí y correr, olvidar que ese pequeño ha fallecido y que mi mamá podría ser la próxima.
Pasan minutos tras minutos y nadie sale a darnos noticias. Jorge me tiene envuelta en sus brazos, meciéndome e intentando calmarme pero nada más la mirada, palabras y abrazos de mi mamá pueden darme tranquilidad ahora mismo.
—¿Familiares de Virginia Contreras?
Abro los ojos de golpe esperando fuese un sueño pero es mi realidad, me he quedado dormida en posición fetal y a unos centímetros hay una mujer.
—Nosotros —responde Jor por mí. Estrujo mis ojos que arden y los siento hinchados—. ¿Cómo está?
—Pudimos parar la hemorragia y dar con las balas.
—¿Las?
—La paciente recibió tres disparos.
Mis ojos se llenan de lágrimas.
—Logramos estabilizarla pero aún su estado es crítico. Aquí no hay mucho que podamos hacer y lo mejor sería trasladarla a una clínica u hospital central.
Quiero lanzarme sobre ella y golpearla por haber dicho eso. ¿Cómo puede decirme que no pueden hacer más? Estamos en un ambulatorio, y su único deber es mantener con vida a sus pacientes.
(...)
Jorge se encarga de tramitar todo para trasladar a mi madre a una clínica, con ayuda del seguro médico y un aporte por parte de mi padre, todo quedará cubierto.
La sacan en una camilla y viro mi vista para evitar ver su imagen así; hay una especie de tubo en su boca y muchos aparatos a su alrededor. Mi padre se aferra a mí y comienza a sollozar en mi hombro, ha llegado hace pocos minutos y ver su reacción me parte el corazón.
—¿Familiares de la paciente Contreras?
—Nosotros.
—Somos oficiales de seguridad y queremos interrogar a la señorita.
—Oficial, la señorita no se encuentra en estado emocional para rendir su declaración.
—Déjalos Jorge. Ellos están haciendo su trabajo y espero que como oficiales sepan darme una explicación del porqué mi madre está aquí —hablo con la mirada perdida en la puerta de terapia intensiva.
Me apartan con ellos a un rincón y preguntan de todo un poco pero no sé, no entiendo qué sucedió en ese local hasta que uno de ellos lo explica:
—Intentamos frustrar un secuestro que iba hacia alguien presente en la cafetería, y quien salió ileso de todo eso. Habían quedado en dar el dinero en ese lugar público y se nos notificó de unos movimientos muy extraños. Llegamos al sitio, y los secuestradores se dieron cuenta comenzando a abrir una línea de fuego para los oficiales.
—¿Y para eso no están ustedes? ¿Para proteger a la comunidad? ¡No veo que hayan hecho algo por mi mamá o por el pequeño que falleció gracias a una ineficiencia de su parte! —alzo la voz.
—Hija, hija —mi papá llega a mi lado alejándome de esos hombres a quien les dedico una mirada llena de odio—. Podemos pasar de uno en uno a ver a tu madre. Sólo por cinco minutos.
—No quiero, no quiero pasar y verla así cuando ayer estábamos muy bien compartiendo —seco mis lágrimas.
—Pasaré yo... —suspira y sigue a una enfermera.
—¿Qué te han dicho esos tipos? —Jor llega a mi lado.
—Todo fue su culpa —respondo entre dientes—. Por no hacer bien su trabajo y por... por no hacer que mi mamá esté bien.
(...)Horas más tarde cuando estoy en el baño, frente al espejo y aún en esta desagradable clínica, cuando mi teléfono suena.
—Hola.
—Hola, preciosa. ¿Cómo estás?
—Royce —suspiro y me recuesto en la pared—. No estoy para escuchar tus idioteces en este momento. Créeme que lo que menos quiero es hablar de nosotros y de lo que pasó.
—¿Cómo? ¿Terminaste con Jorge y por eso estas así, triste y afligida?
—¡Eres un maldito! —grito—. No sabes dónde ni cómo estoy, mucho menos porqué... —sollozo al teléfono.
—¿Estás bien? ¿Qué sucede? —no respondo—. ¡Vanesa! ¡Dime algo ya!
—Mi... mi mamá, está en la clínica muy delicada.
—Vanessa —su tono de voz se suaviza y deseo tenerlo a él con mi amiga aquí, acompañándome en todo esto—. ¿Qué le pasó?
—Sólo dile por favor a Nina ¿si? Mi mamá es como una segunda madre para ella y Virginia nos necesita juntas ahora mismo. Por favor.
Me deslizo por la pared hasta tocar el piso, ignorando sus preguntas al otro lado del teléfono.