No escucho lo próximo que le dice Royce a Nina ya que entro al baño para retocar mi maquillaje y peinarme.
Ya estando en el auto le pregunto que qué le ha dicho, a lo que me responde que no ha sido algo tan grande. Me quedo más tranquila al saber que en este caso no he sido yo la mentirosa. Él comienza a conducir y subo mis pies a la parte delantera.
—Bájalos de ahí —desvía por un momento su mirada.
—No.
—Por favor, bájalos de ahí.
—¡Ay vamos! Sigue conduciendo, no quiero que tengamos un accidente.
Bufa y como le he dicho, sigue conduciendo. Nos tardamos unos cuarenta minutos en llegar al edificio. Nina está ordenando unas compras que hizo, y aunque nos llena de preguntas por lo que nos dice siente un alivio enorme al saber que él estaba conmigo y no en algún otro lugar corriendo peligro.
Mi amiga a veces es tan dramática.
Los dejo solo y voy a darme una ducha para quitarme el sofoco que siento ahora mismo.
(...)
Así de rápido pasan dos semanas, dos semanas en las que no he planeado alguna salida porque debemos presentar exámenes y si quiero pasar la asignatura debo poner de mi parte.
—¿Cómo me queda?
Nina sale del probador dando vueltas y luciendo el hábito que ha escogido como "vestido". Alzo la mirada observándola, se ve tan entusiasmada por su elección que no le importará mi opinión.
—¡Espectacular! Me gusta —finjo una sonrisa y dejo la revista que leía antes de ser interrumpida por mi amiga.
—Bien, me lo llevo —habla para le empleada que sigue a su lado.
Si nos encontramos aquí es porque mañana es su cumpleaños número veintitrés y ella quiere lucir presentable en su día. Hasta ahora no hemos planeado nada, ni su novio (con el cual no he tenido más encuentros) ha organizado una reunión.
Nina paga el monto de las compras y luego me ofrece un helado. Ordeno uno de dos porciones al igual que ella y mientras yo busco una mesa desocupada donde podamos disfrutar de nuestro helado tranquilamente, ella se encarga de esperar el pedido.
—Con sirope como te gusta.
—No sabía que te gustaban las nueces.
—Digamos que Royce me hizo cambiar de opinión.
Agarra su pequeño cubierto y comienza a comer de su helado. Cuando damos por finalizada nuestra visita al centro comercial, nos dirigimos al estacionamiento y subimos al auto para luego partir a casa.
—¿Crees que Royce me tenga alguna sorpresa para mañana? —pregunta y sonríe bajándole volumen a la radio.
—No sé. Tal vez —me encojo de hombros.
(...)
Me despierto más temprano que de costumbre, y cuando digo "temprano" me refiero antes que Nina. Anoche nos acostamos tarde viendo películas y ordenando su clóset.
Antes de empezar a preparar el desayuno de Nina me aseo y dejo mi habitación ordenada. Ya estando en el comedor saco lo que utilizaré y me tardo mucho en entender la receta que ella suele usar para preparar waffles; es su desayuno favorito. Dos horas después, a las nueve, el timbre suena. Dejo el tazón con fresas a un lado y voy a abrirle a quien sea que esté tocando a esta hora.
—Hola —saluda y se acerca lo suficiente hasta juntar sus labios con los míos.
—Serás imbécil —agarro su mentón bruscamente—, para besarme en el apartamento de tu novia.
—Woah —mira el mesón y detalla lo que hay sobre él—. ¿Para la cumpleañera?
Roba una fresa del intento de corazón que estoy haciendo con la masa comestible. Golpeo su mano pero ya la ha mordido. Le muestro el dedo medio y ríe.
Coloca un sobre amarillo sobre la mesa y aunque me llama muchísimo la atención lo qué hay dentro no pregunto nada.
—¿La cumpleañera no se ha despertado?
—No.
—¡Cariño! —escuchamos la voz de Nina. Voltea y sonríe.
Ella no tarda mucho en balancearse sobre él, ignorándome por completo, y besuquearlo. Me está dando diabetes con tanta cursilería.
—Feliz cumpleaños, mi amor.
—¡Gracias! Ya tengo veintitrés, estoy alcanzándote.
Ambos ríen.
Nina mira el mesón y se cubre el rostro, luego chilla y prácticamente se le sube encima.
—¿Has preparado ese desayuno para mí? ¡Te amo cariño!
Vuelve a besarlo. Él me mira de reojo y sonríe con malicia.
—Sí, ven... ¡desayunemos!
Le entrega el plato que tiene el cereal y saca su silla cediéndole el puesto. Nina está tan emocionada por lo que hay allí que ignora mi presencia por completo.
—Pero no... Nina...
—¿Qué me decías? —apenas gira a verme.
—¡Nada! ¡Que disfruten su desayuno!
Tiro el plato con un waffle sobre la mesa y agarro mis llaves.
—¿Qué te sucede? —frunce el ceño.
—¡Me sucede que no te importa! ¡Buen provecho!
Voy hasta la puerta, abro y antes de salir escucho a Royce hablar entre risas: —Está loca.