Jorge me ha convencido de venir a su casa para descansar ya que las horas sin dormir me están pasando facturas.
Han pasado cinco días, mi madre está estable aunque aún sigue sin despertar, pero para que esté mejor se necesita que su tensión deje de hacer de las suyas y así trasladarla a una habitación.
Salgo del baño envuelta en una toalla y me encuentro con Jorge vistiéndose. En otra ocasión él habría comenzado con sus juegos pícaros pero esta vez me regala una sonrisa que no es de esas que lo caracteriza.
—Iremos a comer y no aceptaré que me digas que no.
—No tengo hambre —desdoblo la ropa que he traído y sin mucho ánimo comienzo a vestirme.
—Pero debes comer, cariño —se sienta a un lado y me abraza—. Todo estará bien, tu madre va evolucionando gracias a Dios y pronto podrás verla despierta.
—Quisiera estar segura de que es así y de que hoy mismo va a despertar pero...
El teléfono de su casa suena interrumpiéndome y se apresura en contestar.
—Nina. Si aquí está, ya te la paso —lo oigo hablar—. Todavía no han dado otra noticia pero te mantendremos informados —vuelve a mi lado—. Vale, déjame pasártela.
Hablo con Nina y me asegura querer estar aquí pero en dos días defiende su tesis y no puede viajar. De vuelta a la clínica, voy hasta el cafetín con mi papá y Jorge quienes me obligan a desayunar un sandwich. Desayuno sumida en mis pensamientos, preguntándome cuándo ella va a despertar para que todo vuelva a estar bien.
—Buenos días —miro al hombre uniformado que día a día pasa por aquí. Me fijo en la pequeña caja que trae en manos, y en un móvil—. Esto lo encontramos en el lugar del suceso.
—Es de mi mamá —asiento lentamente y él me lo entrega.
Observo la caja de color lila que tiene algunas manchas rojas al igual que el móvil. Las imágenes vienen a mi como flash back, atormentándome al igual que el sonido de los disparos que hacen eco en mis oídos.
Una punzada se intensifica en mi nuca y luego en el vientre. Suelto las cosas que tengo en manos y los están a mi lado se alarman.
—¿Estás bien? —cuestiona Jorge preocupado.
Niego y llevo la mano a mi vientre.
—Estás sangrando, hija.
Bajo la mirada a mi pantalón, y es cierto.