A las siete con treinta minutos voy a la sala donde se encuentra Nina viendo televisión y comiendo una manzana.
—¿A dónde vas? estás muy arreglada. Te ves linda —sonríe y continua mordiendo su manzana.
—Quedé en salir con unas chicas del salón.
—¿Va Jorge?
—No.
—Disfruten y cuídense.
—Gracias.
Camino hasta llegar a la parada de autobuses, los hombres presentes me incomodan con sus piropos y visto a que no llega bus paro un taxi. En el camino le escribo a Jorge y le miento diciéndole lo de la salida con unas amigas.
Me siento nerviosa una vez que entro al hotel que conozco a la perfección y reviso el mensaje que me envió con el número de habitación. Me espera con dos copas llenas de champagne, cosa que tomo en dos sorbos porque tengo sed como consecuencia de los nervios.
La habitación es grande y súper cómoda, la luz tenue le da un aspecto más elegante y al ver la cama me dan ganas de lanzarlo en la misma pero me contengo. Sé que prometí no relacionarme más con él pero es como una enfermedad donde sólo él tiene la cura.
—Te ves bien —juega con un mechón que sobresale de mi trenza—. ¿Dónde has dejado a Jorge?
Recorre mis labios con su pulgar y echo la cabeza a un lado ante su tacto.
—Esta... esta... —las palabras no terminan de salir porque mi respiración se entrecorta al sentir sus labios en mi cuello.
Me pega a la pared y alza sus brazos a ambos lados, acorta la distancia y me besa. Esos besos adictivos que tanto extrañé están encendiéndome otra vez. Coloca sus manos en mi cintura para atraerme más hacia él y a la vez mis manos rodean su cuello profundizando más el desesperado beso.
Me alejo unos centímetros y comienzo a subir su camisa que estorba al momento de querer recorrer su abdomen. Él me lo facilita al quitarla y dejándola caer.
Caminamos en retroceso hasta sentir la cama con la parte trasera de mis piernas y me siento, después me acomodo arrodillándome en la misma. Se deshace de la blusa, del suéter y por último el brassier para después posicionarse sobre mí.
(...)
Estamos acostado pero esta vez es diferente porque mi cabeza descansa en su pecho y mi pierna forma una especie de candado sobre él. Está dormido y sus labios se ven provocativos, me acerco a los mismos y lo beso.
Me dan ganas de ir al baño y cuando estoy por ponerme de pie, él se remueve aun dormido.
«Estás enamorada» recuerdo las palabras de mi madre. Cierro los ojos ojos y quiero convencerme de que no, pero no puedo. No sé qué sucedió conmigo y porqué he comenzado a sentir esto pero sea lo que sea debo cancelar este sentimiento.
—Eres una estúpida Vanessa, nunca haces algo bien y cuando por fin lo haces es imposible o lo arruinas —me digo para mí misma frente al espejo.
—¿Hablando sola? —volteo para encontrarlo con una sonrisa y cruzado de brazos—. No sé qué es lo que dices hacer mal pero lo que me has hecho a mí ha sido genial.
Vuelve a besarme hasta llevarme una vez más a la cama.
(...)
—Si amor, claro. Pasaré por ti a esa hora —habla por teléfono en el balcón. Corta la llamada y cuando está por entrar me mira—. ¿Qué voy a hacer contigo?
—¿Cómo que qué?
—Eres tan irresistible —se acerca y juega con el nudo de la bata—. Buenos días.
Nos duchamos juntos demostrándonos lo mucho que nos hacíamos falta y mientras nos vestimos el desayuno llega. Sandwich, jugo de limón, cereales y tocino son parte del plato.
«Buen día amor ¿dónde estás?» leo el mensaje que ha enviado Jorge.
«Jorge, buen día. Voy llegando al apartamento, ¿y tú?»
«Quedé en verme con Geoffrey para lo del contrato en unos minutos. ¿Harás algo por la tarde?»
«Aún no sé.»
Intercambio otros mensajes con Jorge hasta que el auto se detiene en el semáforo en rojo. Sonrío ante su último mensaje y siento sus ojos escanearme.
—Llegarás tarde a tu salida con Jorge.
—¿Qué salida?
Arruga su frente.
—Sobre el contrato.
—Qué sal... ¡joder! ¡lo del contrato!
Pisa el acelerador y en cuestión de minutos me deja a una cuadra del edificio.