Por suerte Jorge esta todavía en la casa que hemos alquilado juntos, llego casi a las seis y media con treinta minutos por lo que mi visita lo sorprende.
– Mi amor, ¿puedes llevar a nuestro sobrino a la habitación? – le pide a su novia quién con una sonrisa acepta y segundos después se retira con mi hijo. – ¿Que sucede? – cuestiona. Me guía al sofá donde nos sentamos, suspiro.
– Lo sabe – cubro mi rostro. No voy a llorar, no voy a llorar...
– ¿Quién?
– Nina.
– ¿Cómo se enteró?
Le cuento todo, desde el encuentro en el hotel que de cierta forma desenlazó todo esto, hasta lo del tiempo que le pedí a Royce. Incluso va a la cocina por algo de tomar, según él, es demasiada información que procesar y qué mejor que una limonada para hacerlo.
No sé cómo sentirme al respecto; Nina y yo éramos como hermanas, ahora no cuento con nadie más que con Jorge y mis padres.
– ¿Vanesa? – alejo mis pensamientos y lo miro – Opino que debes hablar con ella...
– ¿Estas loco? ¡No quiere verme Jorge! ¡Me odia! – alzo la voz – Royce me dijo te amo, en verdad lo hace Jor – digo con una media sonrisa.
– Vane – suspira – También opino que en todo esto debes darte tu lugar, y lo más importante no depender de nadie más ¿ok?
– No entiendo...
– Estas aquí porque aun no me he ido pero Vanesa, ¿qué si no tuvieses a donde ir con el niño? No vas a depender de Royce el resto de tu vida cariño, eso sería muy...
– Jorge estás diciendo cosas que no vienen al caso – interrumpo en voz baja.
(...)
Jorge me ayudó e inscribimos a Diego en un jardin, sólo en el área de cuidado ya que sigo trabajando y él esta en proceso de mudanza.
Ya cuatro semanas desde que Nina supo todo, desde que le pedí tiempo a Royce y a decir verdad, aun cuando nos escribimos a diario lo extraño mucho. Sus caricias, sus besos, su voz, a él...
– Mami – sonrío al ver a Diego.
– Agua.– Ven aquí – agarro su mano – Vamos por agua, y luego a ducharte.
– Choco – señala el tazón con cereales de chocolates.
– ¿Quieres un poco? vamos a darte un poco.
Sirvo en un tazón más pequeño leche y los cereales que tanto le gustan, voy con él hacia el sofá y lo siento a un lado para luego encender la televisión.
Tocan el timbre minutos después, Elena quedó en pasar por nosotros e ir al centro comercial.
– Voy – grito.
Me dirijo a la puerta, al abrir agrando mis ojos mientras él sonríe.
– Hola – saluda.
– H-hola... ¿Qué haces aquí?
– ¿Cómo que qué hago aquí? Buscando a la chica que adoro.
– Eh ¿sí? ¿Quién es? – pregunto divertida.
– Una chica muuy sexy, con sonrisa encantadora y curiosa también.
– La chica que adoras se parece tanto a mí.
– Te extrañé – se acerca, agarra mi mentón y me besa pausadamente.
– Y yo a ti, mucho, mucho. – digo en medio del beso.
– Ten – saca un sobre blanco.
– ¿Qué es?
– Lo que hace tiempo no pudimos hacer, o mejor dicho, lo que no quisiste hacer. Son unos boletos – lo agarro sin dejar de mirarlo – Vámonos. Tú, nuestro hijo y yo.
Abro aquel sobre y sí, son unos pasajes para dentro de tres días.
– Por favor...
– Royce – susurro. Enrollo mis brazos a su alrededor y apoyo mi cabeza en su pecho. – Te adoro.