– ¿Por qué me haces esto? – pregunta y se acerca un poco más
– ¿Qué? – respondo lo más inocentemente posible, sé a qué se refiere.
Me desperté a eso de las cinco de la mañana para alistarme e irme al trabajo y estoy en la cocina únicamente con la fina bata de baño preparando el desayuno que llevaré y también el de Diego.
– ¿Cómo que qué? – pregunta entre dientes – Tenerte tan cerca será una especie de tortura... No más mírate, despierto y te encuentro así ¿de qué crees me dan ganas ahora mismo?
– Distancia Royce – susurro divertida y juego con mi índice sobre su pecho.
– Distancia – repite – ¿Muy fácil, no?
– No aquí – aparto sus manos de mi cintura, veo hacia la puerta y no hay nadie para nuestra suerte. – No quiero que los niños te vean cerca ni mucho menos Nina.
– ¿En otro sitio, sí? – me sigue.
– ¿Si te cito en algún otro sitio, aceptas?Lo extraño y mucho... deseo sentirlo nuevamente, sí, pero ¿quién me entiende? me puse una serie de limites para con él y aquí estoy, dudando si aceptar o no.
– En el mismo hotel – suspira muy cerca de mi cuello – Por favor...
– No lo sé – termino con el desayuno de Diego – Y por favor, no envíes fotos así a mi teléfono. El niño a veces lo tiene para jugar, no quiero que vea algo así.
– ¿Te gustó? – sonríe pícaro.
– Mamii – volteo al escuchar una infantil voz soñolienta.
– Bebé – lo cargo.
– ¿Tio yoye? – sonrío al escucharlo. Él es muy apegado a Jorge, lo extrañará mucho.
– Más tarde lo llamaremos y hablas con tío Jorge – beso su frente.
(...)
Estar a casi dos horas del trabajo no me ayuda en nada. Llegué tarde a la tienda, la jefa estaba insoportable e intercambiamos unas cuantas palabras.
La muy perra no me dejó salir hasta las cinco y treinta minutos de la tarde, cosa que fue a propósito ya que mi hora de salida es a las tres.El autobús me deja en la parada y debo caminar unos minutos hasta llegar a la urbanización donde vive Royce.
– Niños no corran – escucho a Nina gritar una vez que entro a su casa. – Se pueden caer.
– ¡Hey Diego! – alzo la voz.
– Pensé que era tímido pero ya ha agarrado confianza y vaya, qué tremendo – ríe – ¿Cómo te fue en el trabajo?
– Bien – suspiro y me siento en el escalón.
Los niños juegan con un grifo de agua, mojándose entre ellos y entrando a la pequeña piscina. Río al ver a Diego con un pequeño short, se ve tan bello.
– Hola amor – saluda Nina.
– Cielo – se acerca a ella y besa sus labios.
– ¡Papi! – Victoria corre hacia él y mi corazón se arruga cuando Diego se queda allí de pie, mirando la escena.
Tal vez no entiende porque solo es un niño, ni preguntará ahora porqué no tiene papá pero es un niño muy inteligente y temo que se sienta mal por eso.
– Hey hijo, ven aquí – mi niño se acerca lentamente con mucha timidez de por medio. Tiene sus dedos en la boca, y no aparta los ojos de Royce.
– Vamos a cambiarte, ya es tarde y puedes resfriarte.– Pero Vane, están jugando...
– No quiero un resfriado en Diego, lo voy a cambiar.
Subo a la habitación con el niño, lo ducho y cambio por su pijama de Batman que es su favorita. Me acuesto con él, jugamos con el móvil hasta que comienza a bostezar y minutos después se duerme.
(...)
Termino de poner los aretes para luego maquillarme un poco, guardo mis cosas y bajo.
– ¿A dónde vas? – pregunta Nina mirándome.
– Quedé en salir con mi jefa.
– Te ves guapa amiga – sonríe. – No puedo creerlo.
– ¿Qué no crees?
– Que estemos más maduras, más mujer y con unos niños precioso que se van a querer como hermanos.
Son hermanos.
– Es increíble – respondo rato después.
– No te quito más tiempo. Ve y disfruta que yo cuido de Dieguito.
– Gracias.
El taxi llega en cuestión de minutos; le indico la dirección a la señora que conduce y casi media hora después me deja frente al hotel cinco estrellas.
Royce esta esperando por mí a las afueras del hotel, camino hasta estar a su lado y nos adentramos a recepción. Espero un rato mientras pide la tarjeta, me la muestra y nos dirigimos al ascensor.
– Hay algo que me preocupa y no entiendo – rompo con el silencio cuando esta por abrir la puerta.
– ¿Qué?
– ¿Aquí no te reconocen? Eres un chico del medio, y me sorprende que ningún "paparazzi" te vea aquí – me entrega la factura, la guardo y pasa la tarjeta.
Al entrar, me fijo en la cama donde hay pétalos de rosa formando un corazón, a un lado una hielera, dos copas y una botella de champagne. Camino hacia donde se encuentra esa botella y juego con la factura.
– Si quieres tomas muchas cosas, probablemente no recuerdes nada mañana. – susurra y mi vello se eriza.
Doy la vuelta y me encuentro con esa mirada, no tardo en dejar caer mi cartera y acariciar su rostro con las yemas de mis dedos. Siento sus manos en mi cintura atrayéndome a su cuerpo y sus labios besándome desenfrenadamente; le correspondo de la misma forma... He extrañado tanto esos besos que de inmediato mi cuerpo se enciende. Sus manos se posan en mis glúteos, su cuerpo esta reaccionando de la misma forma que el mío o quizás más rápido porque siento la presión en su zona.
Deslizo mis manos hacia su pantalón para desabrochárselo mientras que él se encarga de bajar los finos tirantes de mi vestido. Con su peso me echa hacia atrás, al punto de caer a la cama donde se acomoda sobre mí y termina de bajar el vestido.
No sé dónde mierda he olvidado mi dignidad, pero no tengo intención de buscarla en este momento. Todos los límites son derribados por estos besos, caricias y las veces en las que repite mi nombre.
– ¿Me extrañaste? – interroga con una sonrisa sin dejar de mirarme, asiento con la respiración irregular. – Yo igual y ahora mismo te voy a demostrar cuánto.
Volvemos a besarnos ansiosamente.