Claro está que Royce ha cancelado el viaje que teníamos para después, no tengo cabeza para pensar en otra cosa que no sea Nina en aquella cama de hospital; entre la vida y la muerte.
Su madre llegó dos días después del accidente, ajena a todo lo que pasó entre nosotras. A diario me siento más culpable al ver lo mucho que la señora sufre al ver a su hija en ese estado, y escuchar a Victoria preguntando por su mami.
Los doctores no han dado nuevas noticias, duele saber que todo sigue igual, que mi amiga no evoluciona.
– Señorita esta es la habitación, sólo puede estar unos minutos.
– Está bien, gracias – ajusto el tapabocas y termino de entrar.
Siento mi corazón destrozarse cuando la veo así: tendida sobre esa camilla, pálida, con tubos y un collarín a su alredor.
– Amiga – me acerco, apenas acaricio su mano con mis yemas y rompo en llanto. – Tienes que despertar Nina, ¡te exijo que despiertes! Por favor... no sabes cuánto lo siento, cuánto desearía ser yo quien estuviese así con tal de que sigas siendo esa chica carismática y buena. – seco mis lágrimas – Me arrepiento de todo Nina, de haberme ido con Royce, de haberte dicho todo porque... ¡Por mí estas aquí! – alzo la voz – ¿Me escuchas? – pregunto aunque sea inútil. – Vicky te extraña un montón, Royce le ha dicho que estas de viaje – relamo mis labios.
Cierro los ojos un momento hasta que escucho esa alarma, ese jodido sonido de que algo más esta sucediéndole a mi amiga. Nina abre sus ojos, y al hacerlo su cuerpo comienza a temblar.
– ¡Enfermeras! – grito – ¡Ayuda!
Me asomo en la puerta captando la atención de unos doctores quienes corren hacia la camilla.
– Debe salir señorita.
– ¡Pero...!
– ¡Ahora! – exige.
Camino a la puerta sin dejar de mirar a Nina, los doctores caminan a su alrededor y hablan cosas que no entiendo.
¿Qué pasa? ¿Por qué su cuerpo comenzó a moverse así?
– ¿Vanesa, qué sucede?
– ¡Royce! – me aferro a él, queriendo despertar de esta pesadilla.