Nuestra última parada fue Roma; el primer día fuimos a Fontana di Trevi, luego dimos un paseo por la maravillosa Piazza Espagna y su singular escalera donde pudimos contemplar una de las mejores vistas de la ciudad. También, como una de nuestras guias turísticas nos dijo, visitamos el Coliseo que es un espectáculo sin igual.
Para terminar con un toque más que romántico visitamos el barrio Trastévere, tras el río Tíber, donde pudimos apreciar tranquilamente el atardecer contemplando las casas, entrelando nuestras manos y riéndonos de cualquier cosa.
No quería volver a casa pero también me gustaría estar con los niños viendo esas maravillas.
– Y así fue el viaje, perfecto. – le digo a mi madre.
– Me imagino cariño, pero lo que más me gusta es el paseo que has dado en góndola, fue así como tu papá me pidió compromiso – sonríe.
– Ya los he llevado el auto, ¿vamos?
– Nos vemos después mamá.
– De acuerdo cariño.
Hemos llegado apenas hace dos días pero no fue hasta hoy que me senté a conversar con mi madre y contarle cómo nos fue.
– Mañana tengo la cita médica.
– ¿En serio? – me mira de reojo con una sonrisa – Veremos por primera vez a la bebé.
– ¿A la? ¿Cómo sabes que es niña?
– Algo me dice que sí.
(...)
Meses después...
– Ya no es pancita – comenta Ángela y la acaricia – Está muy grande.
– Oh sí, mucho más grande que cuando Diego y eso que aun faltan dos meses.
– ¿Qué será?
– Queremos que sea sorpresa. Le hemos pedido al médico que no nos diga.
– Ahora entiendo porqué han comprado las cosas unisex.
Mi teléfono vibra sobre el sofá y es un mensaje de Jorge con una fotografía adjunta. Muero de ternura al ver que me ha enviado una foto del bebé. Me alegro que las cosas hayan mejorado para ellos; el niño decidió nacer antes de tiempo, a los siete meses para ser exactos, pero es un pequeño muy fuerte y gracias a Dios ya esta bien, llenando de alegría el hogar de sus padres.
(...)
Tiempo después...
Abro lentamente los ojos, adaptándome a la luz artificial y cegadora que cuelga en el techo de la habitación. Hago una mueca de dolor cuando una punzada atraviesa en mi vientre, joder, qué dolor.
– Mi amor – Royce entra y sonríe.
Sus ojos están rojos al igual que sus mejillas.
– ¿Qué pasó? ¿Por qué estoy aquí?
– No debí llevarte a ese concierto, Dios, nos has dado un gran susto.
Llevo las manos al vientre y entreabro los labios cuando lo siento un poco abultado pero no es mi panza de embarazada que tenía anteriormente.
– Shh... escúchame.
– ¿Qué paso? – las lágrimas salen una tras otras.
– Debieron hacerte una cesaría.