Can

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La mañana en el hospital había sido tan aburrido que tuve que coquetear con la enfermera para que sede pero no funcionó, la chica me dijo que mejor era tenerme despierto con sonrisa pícara, así que cuando Cáncer se dio cuenta de que eso pasaba tuvo que solicitar un cambio. Siempre los celos de mi hermana me divertían.

Ahora solo faltaban poco para que llegue la visita acostumbrada, mis abuelos, mis amigos y los infiltrados, como los llamaba Escorpio. No me molestaba en absoluto Piscis menos Sagitario, pero me resultaba extraño tenerlo revoloteando.

La puerta de mi habitación se abrió con cuidado y dos chicas entraron, la enfermera que mi hermana corrió y la pisciniana. La primera tenía un taper de vidrio y en aquel tenia un sobre pegado. Desde que anónimo se enteró sobre la hospilizacion todos los días llegaba una carta.

— Disculpa.— Sonrió con demasiada expresión.— Dejaron esto en la recepción.

Lo puso con cuidado en la mesilla donde descansaban los regalos de mis abuelos y el abrigo de Cancer.

— Llámame si me necesitas.— Doble insinuación.

Le sonríe y cuando la puerta se cerró le saque la lengua mientras hacia una mueca de "no, no, no". Piscis se sentó cerca de mi camilla y se río levemente.

Siempre me preguntaba si esta chica reía con ganas, desde que la conozco he notado lo reservada y tímida que era.

— Eres la primera.— Digo.— ¿Que me has traído?.

— ¿No te fijaras primero en tu admiradora?.— Dice mientras alcanza el taper de vidrio y me lo entrega rozando mis dedos.

Inspeccionó el taper y lo abro, había galletas de chispas de nueces y chocolate, realmente olía a recién hechas, entonces me fije en la carta, la cuál tenia una bonita letra cursiva. La leía en voz alta.

— No tenía ni idea de tu postre favorito. Por favor recuperate, quiero verte pronto. Con admiración y respeto, anónimo.

Escogí la más grande y le dí a la ojiverde quien agradeció, para luego comer en pequeños mordiscos. Parecía una señorita, esas que nacieron para ser delicadas sin ninguna molestia ni percatarse de eso. Le sentaba bastante bien en compañía de su rostro de muñeca.

— ¿Can?.— Preguntó al ver que solo la observaba pero yo ya sabía de que hablar con ella.

— Nunca me explicaste porque esos chicos estaban a punto de hacerte daño.— Dije guardando el taper que iba a ir directo a las manos de mi hermana.

Al sentir mis palabras su rostro se crispo mientras que se tensaba, sus ojos ya no estaban puestos en mí sino en sus manos mientras jugaba con ellas, nerviosa. Cuando alzó la mirada me fije que tenía puntitos de sal dejado del orificio de la nariz.

Parpadeo al segundo que lo reconozco, definitivamente no era sal o azúcar glas.

Cocaina.

— Me lo debes.— Comencé de nuevo.

Ella seguía sin hablar, mientras que succionaba su nariz, estaba a punto de llorar y gracias a mi insistencia. Se levanto de inmediato y se limpio la nariz con un pañuelo que sacó de su mochila y se marchó cerrando la puerta de un portazo.

Me sentí realmente mal después de que ella haya desaparecido. Mi teoría se trataba de que ella consumía droga y que tenía problemas con esos chicos debido a eso, quizás le debía dinero a ellos o los traficaba. Si se trataba de eso, no debí interferir metiendo mis narices en sus asuntos cuando ella solo venía a visitarme. Lance lo primero a mi alcance.

Las galletas.

La puerta se abrió de golpe, mi hermana quien tenía los ojos llorazos, se quedó mirando por unos segundos inspeccionando el suelo y a mí. Se limpio las lágrimas, sus labios era una línea y sus ojos me miraban con tristeza.

— ¿Que pasá?.— Le pregunte.

— ¿Que te pasa a ti?.— Contraatacó.

Con dificultad hice un espacio y abrí mis brazos para que ella notará que quería un abrazo, al segundo ella había llegado y se acomodó en ellos. Escondió su rostro en mi cuello, mientras sus lágrimas me empababan y sentía como ella se deshacía en miles de pedazos.

Le hice callar mientras acariciaba su largo cabello castaño y le presionaba contra mí, hace tiempo que no la veía tan triste, tan rota, recordaba en los tiempos donde ella llegaba a mi habitación después de una pesadilla y con múltiples cortadas en los brazos.

— Ellos vinieron, Can.— Solloza aún escondiéndose.— Ellos nos quieren llevar.

Antes que pueda replicar o siquiera entender sus atropellantes palabras la puerta se abre entrando Escorpio y Aries, quienes fijan su mirada en nosotros y les hago una seña de que nos dejen. La puerta se cierra con cuidado y me permito llorar junto con mi hermana mientras ella me explica lo que pasó.

Nos van a separar.

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¡Aquí D1Laurentis!

Cuando escribo sobre estos dos, me inspiró en mi hermana y en mí, ya que ambas somos  de Cancer y pues siempre nos apoyamos y ella siempre estuvo para mí cuando estaba mal.

¡D1laurentis fuera!

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