CAPITULO XXXIII

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Tratando de verse lo más convincentemente posible, no solo porque era verdad, sino porque su salud mental dependía de ello, Natalie intentaba convencer a sus padres a través de una vídeo conferencia, que no tenía absolutamente nada que ver con Roland.

Por supuesto, en la era de la tecnología, no había esperado que sus padres no tuvieran forma de ver un programa de espectáculos en alguno de los hoteles en los que se hospedaban, como para enterarse de los rumores que circulaban referentes a su nueva conquista. Pero francamente habría sido imposible que descubrieran que se referían a ella, salvo porque Cat tuviese la brillante idea de contarles... bueno, eso y el pijama de Sailor Moon, el cual precisamente fue un regalo por parte de su padre...

Ahora debía convencerlos en primer lugar, que no tenía nada con el idiota de Taylor; en segundo, que no era necesario que suspendieran su viaje por el mundo en... ve a saber cuánto tiempo, cada que les preguntaba se alargaba más; y tercero pero más importante, no debían preocuparse por su nuevo inquilino.

Porque claro, Cat si decía algo, lo tenía que decir por completo. Alegó que lo de Aarón fue un accidente, pero igual ya daba lo mismo.

Para su increíble buena fortuna, y el acertado juicio de sus queridos progenitores, El Cairo, Egipto, tenía cosas mucho más entretenidas por descubrir, que regresar a San Francisco solo para confirmar el supuesto noviazgo; o investigar al nuevo residente de la casa de su hija. Natalie estaba totalmente de acuerdo con ellos; no solo porque eso hacía su vida más sencilla, sino porque si no tuviera agorafobia, y la sola idea de estar varias horas encerrada en un avión para llegar, no le provocara mareos y sofoco, ella misma ya se habría puesto en marcha para visitar el interesante país.

-¿Has notado eso?-. Preguntó con el ceño fruncido, una vez que sus padres desaparecieron de la pantalla.

-¿Qué todavía te tratan como a su bebé?-. Jay abrió la puerta para recibir el desayuno que pidieron. -Admítelo, eso te encanta...-. Dijo burlón mientras le daba una propina al chico que se los llevó, y aguantaba las carcajadas al ver la cara que puso cuando notó el pijama que imitaba el atuendo del famoso ninja de la aldea de la hoja, Naruto. -Y con la forma en que te vez, no puedes exigir mucho respeto que digamos...-. Se sentó a su lado con el carrito de comida

La escritora torció una sonrisa, para luego alisar su playera con orgullo cínico. Lo admitía, sus aficiones eran totalmente infantiles; pero esa era otra historia.

-Tal vez; pero no era eso a lo que me refería...-. Estiró la mano para alcanzar unas crepas de chocolate. -Sino que últimamente, escuchó el nombre de Roland hasta para respirar... ¿Crees que pretenda usarme como su tapadera? ¿O qué me ha visto cara de juguete? No te lo tomes a mal ¿Pero cómo rayos terminaste liado con semejante imbécil?-. Solo ver la cara que puso, quiso ir a retorcerle el cuello al galancete de quinta.

El estilista soltó un suspiro que hizo eco por toda la habitación. La verdad es que el tiempo que estuvo al lado del actor, fue de los mejores de su vida; Roland se había presentado ante él como un hombre íntegro, caballeroso, con modales de príncipe, y capaz de hacerlo llegar a la novena nube en cuestión de segundos gracias a sus bellas palabras y acciones; aunque era su humor lo que más extrañaba, maldición el tipo tenía talento de cómico. Desafortunadamente, todo parecía haber sido fingido.

-En mi defensa, tiene un Óscar como mejor actor, y es esculturalmente apuesto...-. No era justificación para haber caído; pero debían contar como atenuantes

A Natalie le costó pasarse lo que tenía en la boca, al escuchar la pesadez en la voz de Jay; era obvio que todavía tenía fuertes sentimientos por Taylor, y que para colmo de males, debía sentarle como patada al hígado ver el interés que mostraba por Aarón... y de paso por ella. Ante ese último pensamiento, le vino a la cabeza una ida que le provocó urticaria en la piel ¿Y si era bisexual e intentaba seducirla?

Como en mis libros...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora