CAPÍTULO XLVII

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Aarón flexionó los brazos para quitarse el entumecimiento luego de todo el peso que estuvo cargando a lo largo del día, y finalmente acomodar las bolsas para que no estorbaran; pero definitivamente no estaba quejándose.

La sonrisa en sus labios parecía incapaz de marcharse, su humor estaba colado en la novena nube, las ideas en su cerebro eran un torbellino, además de que sus emociones coreaban como amigos borrachos en un bar los latidos de su corazón.

Si, este había sido un gran día con las vocales alargando las palabras; pero la noche, oh la noche sería magnífica.

Iba a convencer a Natalie de que todo fue un error, suplicaría de rodillas su perdón por ocultarle las cosas, juraría sobre su vida que jamás volvería a tener secretos y sobre todo, le confesaría que la amaba, que no podía vivir sin ella, y que cada condenado día de su existencia se dedicaría a encontrar la manera de ser el mejor hombre para estar a su lado.

Sabía que las cosas podían ponerse feas, su escritora podía ser un encanto, pero eso no menguaba su carácter; haberla engañado no era lo que llamaría un pequeño error y sería totalmente justificable si le dijera que no quería volver a verlo en su vida, si tomaba en cuenta las idioteces a las que le había sometido su loco hermano. No obstante, estaba decidido a conseguir su perdón sin importar cuanto o qué tuviera que hacer.

Engatusarla, conocía las palabras perfectas; seducirla, había estado soñando con ello; llorar, ni siquiera iba a necesitar sus dotes actorales para hacerlo; jurar, su existencia entera estaría sobre la mesa; ella podía nombrar lo que fuera él se lo daría sin pensarlo, pero definitivamente esa noche se confesaría.

Así que si, a pesar de que no estaba en la mejor situación, todavía se sentía extraordinario porque no pensaba perder; y con ello en mente, tarareando todavía "Oh Pretty Woman" subió en busca de su adorada Nat sin sospechar que estaba por lograr su objetivo, aunque no como lo planeó.

Fue algo similar a ir en la montaña rusa, emocionado en el sube y baja de las vueltas con la adrenalina bombeando su sangre hasta que pum, una pared de concreto se interpuso en su camino haciéndolo estrellarse. Toda su felicidad colapsada de pronto ante su ira. Gideon Taylor no solo estaba gritando insultos contra su castaña adorada, y la estaba maltratando físicamente al sostenerla por el brazo estrujándola como si fuese una muñeca de trapo; sino que encima lo hacía en medio del maldito bar lleno de gente, lo que seguramente estaba haciéndola sentir peor al ser el centro de atención.

A lo largo de su vida había tolerado muchas cosas por parte de ese hombre, había sido excesivamente paciente aguantando malos tratos a su familia, groserías e incluso cedido derechos; en cambio esto... tocarla salía completamente de los límites establecidos.

-¡Suéltala!-. Ni siquiera se detuvo a pensar qué hacer o cómo reaccionar. -¡Quítale las manos de encima o te juro que no me va importar que seas mi abuelo y voy a partirte la cara!-. Tuvo que especificarlo para él mismo, ya que ese fue el freno que siempre se puso para lidiar con el empresario

Sentía que no se movía lo suficientemente rápido para alcanzarlos, especialmente porque podía percibir a uno de los guardaespaldas ya tratando de frenarlo, el hombre se interpuso en su camino apenas un par de pasos antes de que llegara a su objetivo bloqueando incluso la mano que levantó con intención de sujetarlo. Por su parte, las líneas de expresión en el rostro de Gideon se profundizaron todavía más con la creciente de su rabia. Lo quería golpear ¿Por esa?

Dirigiendo de nuevo la mirada a la mujer que sostenía, presionó el agarre con mayor intensidad para atraerla.

-Dese por vencida...-. Gruño entre dientes. -No va a obtener su fortuna...-. Apenas terminó de hablar Aaron, que ya había lanzado al guarura al suelo, lo tomó por el brazo obligándolo a soltarla colocándola tras él protectoramente

Como en mis libros...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora