CAPITULO XXXVII

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Natalie tomó la copa que el mesero le ofreció, y se la bebió de un solo trago. El líquido resbaló por su garganta aliviando el calor de la irritación, mientras que las burbujas le cosquillearon los nervios, relajando un poco su estado de ánimo.

Fue fantástico; pero honestamente, necesitaría algo mucho más fuerte (o varias repeticiones) para poder calmarse por completo.

Estaba molesta, ansiosa, estresada, con miedo, triunfal (por el golpe), emocionada, algo perdida... tanto y a la vez nada, que ya no se sentía segura ni de que era exactamente lo que le pasaba. No obstante, había una pregunta que no paraba de dar vueltas en su cabeza, con tal velocidad, que ya la estaba mareando... eso, o la tercera copa ya surtía efecto.

¿Estaba ella enamorada de Aarón?

Tan pronto como sus neuronas se centraban en eso, el mundo hacía un alto para que ellas pudieran carcajearse a su gusto. No tenía sentido. Luego miraba a su alrededor , y veía tanta gente por todos lados, que sus pulmones batallaban para cumplir con el único trabajo que debían realizar, proporcionarle oxígeno, haciéndola desear que Aarón estuviera cerca para que pudiera calmarse. Su presencia lograba siempre hacer que el panorama se volviera más sencillo.

Entonces volvía al principio, porque las palabras de Roland resonaban con fuerza de nuevo en su cabeza. ¿Estaba enamorada de él? Era una tontería desde cualquier ángulo; pero conforme los segundos pasaban, más difícil se le hacía contestar con un sencillo no. ... y respirar...

La piel se le perló de un sudor helado, que chocaba contra el viento cálido del ambiente; su visión comenzaba a volverse más borrosa de lo normal (obviamente no llevaba sus lentes y no veía más que un topo a la luz), tenía el estómago revuelto, el corazón le latía sin piedad, y sus pensamientos no le daban tregua alguna para tranquilizare. Necesitaba marcharse; pero estaba tan confusa en todo, que sus pies se mantenían clavados en el suelo.

Estaba a punto de beberse otra copa, cuando una mano la detuvo. Ella se giró para encontrar al culpable, y los ojos de Gideon Taylor le secaron la garganta, haciéndola desear más la copa que le retenía.

-Es suficiente...

A pesar de que Natalie estaba casi a su altura, a causa de los ridículamente altos tacones que llevaba, sentía que el hombre la miraba hacia abajo como si no fuese más que un estorbo en el suelo.

-¿Qué?-. La palabra salió raspando su garganta; pero no se quejó, porque al menos todavía tenía capacidad para hablar

-El espectáculo que ha montado en la entrada, fue más de lo que toleraría en cualquier situación. Ahora piensa dar otro, bebiendo como una vulgar tabernera. Por supuesto, no se podía esperar más de la acompañante de Roland

-¿Disculpe?-. Se sentía medio idiota por solo responder con preguntas tan simples, pero se excusaba a si misma culpando al alcohol, de que no estaba escuchando correctamente Tabernera ¿De verdad?

-Dejemos de pretender, se perfectamente que nadie de buenas costumbres aceptaría acompañar a alguien tan trastornado como él...-. Dejo la copa sobre una charola, y comenzó a avanzar sin soltarla, obligándola a seguirle el paso. -¿Qué ha ocurrido? Se dio cuenta del a realidad cuando vio a su amante, y por eso lo ha golpeado...

Poco a poco el relato se volvía imágenes en su cabeza, reviviendo lo que acababa de vivir minutos atrás. Si de por si la pobre ya estaba algo confundida con el ajetreado día que había tenido, darse cuenta de la absurda, cruel y estúpida realidad a la que se enfrentaba, hizo que las cosas se pusieran todavía peor.

No necesitaba saber mucho respecto al hombre que le hablaba con tal frialdad, para llegar a la conclusión adecuada, con lo que ya sabía era más que suficiente para entender; y honestamente, le enfureció más comprender de que iba el trato que recibía, que el mismo trato... especialmente porque el culpable era Roland.

Como en mis libros...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora