El cerebro de Natalie comenzó a percibir la realidad de un nuevo día, y sus brazos se aferraron con fuerza a la almohada que sujetaba. No fue hasta unos segundos después, que comprendió a qué se debía su despertar; su celular estaba sonando.
No era el típico grito de terror, por lo que supo no se trataba de Bárbara, sin embargo, quien quiera que fuera, era realmente insistente, ya que simplemente no dejaba de timbrar.
Con un terrible dolor de cabeza, y el cuerpo pesándole al menos 100 kilos más, la escritora se arrastró de su sitio intentando alcanzar la mesita al lado de su cama, donde usualmente dejaba el teléfono; pero cuando dio con el brazo acojinado del sofá, sus neuronas le recordaron dónde se encontraba.
Había pasado la noche con Aarón en la sala, luego de que hicieron maratón de la serie Goblin. Su inquilino le había consentido para hacerla sentir mejor después de su cita fallida; y todo habría sido maravilloso, si el muy cretino no hubiese coincidido con ella en que Gong Yoo era bastante apuesto, y que Lee Don Wook había hecho un trabajo espectacular.
En ese momento casi había temblado de celos.
Con cada segundo que pasaba a su lado, se le estaba haciendo más difícil ignorar lo evidente. Tenía fuertes sentimientos por él. ¿Y cómo no? Si la escuchaba, la cuidaba, la consentía, la apoyaba con su enfermedad, no le exigía nada, le daba todo. Dios ¡Era el hombre perfecto! salvo porque era gay.
Natalie frunció los labios, y finalmente localizó su celular bajo el mueble en el que estaba enredada entre sábanas y almohadas.
-¿Hola?-. Medio preguntó, medio dijo
-¡Hasta que contestas! Empezaba a preocuparme...
-¿Sophia?
-No, el monstruo del lago Ness. ¡Claro que soy yo! ¿Se puede saber qué estás haciendo? Bueno no, en realidad no me importa, solo quiero que traigas tu inexistente trasero a la cafetería ¡Ya mismo!-. Gritó entre el ruido de fondo que se escuchaba. Música, voces, tráfico
Eso hizo que la escritora terminará de despertar.
Luego del incidente en el que Roland apareció en el local de sus amigos, les había pedido tiempo para no quedar atrapada en el circo mediático, y dado que trataba de mantener por completo su privacidad, su muy buen jefe Henry, le había dicho que si al instante. Por supuesto, gracias a dicha situación, las ventas en el lugar se habían disparado hasta el cielo, y tuvieron que contratar más meseros, y un chico que estuviera de lleno en el apartado de la librería, cosa que en cierta manera, le dio libertad de movimiento a Nat. Además, ese trabajo siempre lo había hecho más por salud mental que por necesidad.
-¿Qué, por qué? ¿Pasó algo? ¿Tienen problemas?-. Se sentó alarmada; la última vez que habló con ellos, era al menos una semana atrás, tal vez la prensa había enloquecido, o el idiota de Taylor estaba allí otra vez
-¡Siii! Hay demasiada gente, y mi chico de la librería se reportó enfermo ¡Ayuda!
Bastó ese segundo para que el estómago de Natalie se contrajera en miedo, y las manos comenzaran a sudarle. Apenas ayer había tenido una crisis, y salir a la calle en ese momento podía significar quedar atrapada en medio de otro ataque de ansiedad. Más si Sophia le estaba diciendo que la cafetería estaba llena.
No quería ir. No podía ir. No debía ir. El espiral de malos pensamientos comenzó a atrapar sus ideas en un torbellino peligroso.
-Es que...-. Pero qué pretexto podía dar, ellos siempre habían sido tan buenos, tan amables cuando los necesitaba... -Yo... ammm....-. Ya sentía que le faltaba el aliento
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Como en mis libros...
ChickLitCameron Cross, una famosa escritora reconocida mundialmente por sus historias que van desde fantasía épica, hasta romance paranormal, ha lanzado al mercado su nuevo libro, haciendo una entrada triunfal en el género de la literatura erótica. Ningún c...