Recuerdo diez

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Llego a la empresa y subo a mi piso. Al salir del ascensor me encuentro a Megan y le pregunto si Lucía ha llegado, ésta me responde que no. Cuando abro la puerta de mi oficina me encuentro con Ian sentado en la silla de mi escritorio, girando y desplazándose por toda la oficina.

- ¿Qué haces aquí, Ian?.- Le digo mientras me acerco y le pego en la cabeza para que se pare de mi silla. Éste se pasa la mano por la zona golpeada y me dirige una mirada cortante.

- Vine para hablar contigo de algo.- Dice, sentándose en la silla frente de mí.

Luego de hablar por una hora de Megan y los sentimientos que tenia por ella, tocan la puerta de mi oficina. Grito un "adelante" para que pase. Lo que vemos nos deja totalmente sorprendidos, a Ian se le cae el café en la camisa y salta de la silla gritando por lo caliente que está. Yo simplemente no despego mis ojos de ella. Tiene una mancha rojiza en su mejilla que trata de pasar desapercibida con maquillaje, y su cuello está igual pero mucho peor. Lucía baja la cabeza y su cabello largo cae en cascada tapando su rostro y cuello.

- Siento mucho llegar tarde, tuve un inconveniente. El autobús no llego a la estación y tuve que esperar el otro.- Sus manos tiemblan cuando dice esto. Está nerviosa. Y algo asustada.

- ¡¿Qué mierda te pasó?! ¿Te has visto en un espejo?. Pareces una manzana.- Vocea Ian, despegándose la camisa de su abdomen para que no le queme más y con los ojos totalmente abiertos.

- Mmm, me asaltaron ayer en la noche...cerca de mi casa...- Se le nota que es mentira ya que mira a todos lados para evitar nuestras miradas.- Mejor comienzo a trabajar.

Luego de esto sale despavorida. Ian se voltea y señala la puerta como un desquiciado. Yo solo me levanto de mi asiento y camino a la puerta. Escaneo el espacio buscándola, y la encuentro charlando con Megan. Me dirijo a ellas y jalo a Lucía por el brazo. Abro la puerta del cuarto de servicio y entramos.

- Dime qué te sucedió. Ahora, Lucía.- Tiene marcas hasta en las muñecas de sus manos. Esto es terrible.

- Ya te dije, Richard. Me asaltaron, pero logré escapar antes de que hicieran algo más.

- ¡Es mentira! ¡Eso que dices es mentira, por Dios!. ¿Quién te hizo todo esto?.- La zarandeo delicadamente por los brazos.

- Por favor, no.- Su voz se quiebra.

Pero no dice nada más, sólo me mira. Se ve enojada, triste. Parece que lloró toda la noche. Su mejilla está algo inflamada. Su cuello tiene marcas de dedos, igual que sus muñecas. Ella se suelta de mi agarre, abre la puerta sin dejar de mirarme y sale. Dejándome dentro, confundido y con imágenes horribles. Ella siendo violada, ella siendo maltratada todos los días, ella siendo víctima de todo acto doloroso.

**************

Ya terminada mi jornada de trabajo, salgo apagando las luces de mi oficina y me encamino al ascensor. Al llegar al estacionamiento entro en el auto y salgo del edificio. Cuando dirijo mi vista, solo por un segundo, hacia una figura que se me hace reconocida, manejo hacia ella. Es Lucía. Está parada en la esquina, lleva su bolso y un abrigo que tapa su cuello lleno de marcas. Llego a ella y bajo la ventanilla del copiloto.

- ¿Quieres que te lleve?.- Le pregunto.

- Ah, no. Vendrán por mí.- Se sorprende por mi pregunta y mira a la calle.

- Está bien.- Me despido y sigo mi camino. Pero me detengo en una esquina delante y la vigilo por el retrovisor.

Ella mira a los lados y cruza la calle hacia la otra acera. Está más que claro que está mintiendo, está más que claro que no quiere que la lleve. Me evita, como lo hizo el resto del día. Evadía a cualquiera que se le acercara para preguntarle de su apariencia. No quería hablarme, no quería mirarme. Solo se enfocaba en su trabajo, esperando a que el tiempo pasara.

Cuando veo sus intenciones de irse sola, manejo a ella, y se me facilita ya que la calle es de una vía. Bajo mi vidrio y la miro. Ella detiene su andar y me mira sorprendida y confundida. No te vas a escapar de mi, muñeca.

- Sube, vamos. Te llevaré a tu casa.

Lucía exhala el aire que tenía contenido y rodea el auto para sentarse en el lado del copiloto. No hablamos en todo el viaje. Luego se da cuenta que no la llevaré a su casa, no por ahora. Voltea su cara en mi dirección y me escudriña con la mirada.

- Pensé que me llevarías a mi casa.- Está nerviosa.

- Tenemos que hablar, Lucía.

Salgo del auto y entro a una cafetería seguido por ella. Nos sentamos en una mesa de dos y de inmediato nos atiende un mesero. Ya pedida nuestra orden, la miro. Está concentrada jugando con un papel.

- Cuando era niño, mi padre era muy exigente.- Comencé a relatarle.- Le gustaba que siempre hiciéramos, mis hermanos y yo, lo que quería él a la perfección. Pero como somos humanos, y no somos ni perfectos ni hacemos cosas a la perfección. Él nos castigaba, pero de una manera horrible. Nos amarraba en sillas con el espaldar pegado a nuestro abdomen y nos desnudaba del torso para arriba. Luego iba por una correa y por una tabla un poco delgada. Nos golpea 3 veces con cada uno de sus instrumentos, y a cada uno de nosotros. Nunca le conté a alguien de nuestros castigos, ni siquiera a mi madre. Pero luego de un tiempo fue muy duro.

- Richard, no es necesario...- Me interrumpe. Le hago una señal con mi mano para que me deje seguir.

- Déjame terminar.- La miro. Aunque diga que no es necesario, se le nota la curiosidad a leguas.- Mi hermano dejó a su novia embarazada, cuando teníamos 15 años. No te imaginas la decepción que tuvo mi padre al enterarse de eso. Dijo que mi hermano había hecho algo incorrecto, imperfecto. Lo castigó tan fuerte, su espalda estaba llena de sangre. Mi padre estaba lleno de odio y enojo. Dijo que no quería que se repitiera, pero cuando terminó todo, supimos no se volvería a repetir. Mi hermano murió de dolor, se desangro en la silla del sótano. Murió, y mi otro hermano y yo nos sentimos hasta hoy en día culpables. Mi padre fue a la cárcel, no sé cuál fue su condena pero no me interesa, no quiero saber nunca más de él. Mi madre se divorció de él y nos mudamos.- Termino. Nunca desvié mi mirada de ella, y ella nunca la desvió de mí.

- Lo siento mucho.- Dice apenada, acaricia mi mano sobre la mesa.

- Está bien.- Agarro su mano y entrelazo nuestros dedos.- A lo que quiero llegar, Lucía, es que no puedes guardarte las cosas. Eso que te hicieron es del tipo de cosas que menos te tienes que guardar. Quiero ayudarte, quiero protegerte, pero no me lo vuelves fácil si no me dices que sucedió. Si sigues así, callándote algo de tanta importancia, puede que termines como mi hermano. O peor, Lucía. Y no quiero que pase eso.

Aprieto su mano. Ella mira nuestras manos unidas, y me devuelve el apretón. Nos quedamos unos minutos así, ella jugando con nuestras manos y yo viendo su hermoso rostro. No me había dado cuenta que habían llegado nuestros cafés, pero ahora mismo deben de encontrarse fríos.

- Fue John.- Comienza. Me lo esperaba.- No sé que le sucedió, no sé por qué se comportó así. Cuando te fuiste, él se arregló y se fue. Dijo que no lo esperaba despierta. Pero no podía dormir. Luego llegó, yo salí del cuarto y me lo encontré en la sala. Se veía triste y enojado, pero no sabía el por qué. Comenzó a gritarme que era una cualquiera, que le había engañado. Pero todo era mentira, jamás hice aquello. Y después, enloqueció. Me golpeó la mejilla, me apretó tanto las muñecas. Me ahorcó, Richard. Pensé que iba a matarme, pero luego me soltó y comenzó a llorar en el sillón. Yo me encerré en nuestro cuarto y no volvió a molestarme.- Contó con dolor en su voz.

Acerco mi silla a su lado y paso mi brazo sobre sus hombros, empujándola a recostarse en mí.

- Lo peor fue que esta mañana se acercó a mí. Me pidió perdón y me dijo que en ese momento no era él, que no tenía pensado sobrepasarse de esa manera conmigo. Obviamente no lo perdoné, lo que hizo no se puede perdonar. Salí del edificio y me dirigí a la empresa.

Acaricio su cabello y le beso la cima de su cabeza. Está temblando, pero nunca derramó una lágrima. Es una chica fuerte.

Recuerdos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora