Recuerdo treinta y dos

390 23 3
                                    

Tres días han pasado desde su partida. He centrado mi mente en el trabajo, concentrándome en todo lo que pueda hacerme olvidarla. Lo consigo, a veces. Pero recuerdo siempre. La quiero de vuelta, conmigo, en mi entorno, en mis brazos, pero sé que en mi corazón, jamás se ha ido. Ian me ha ayudado, Megan por igual. Consejos y miradas de pena, pero les agradezco, mucho.

Carlos fue el que peor se tomó las cosas, ¿Quién lo imaginaría?, el que trató de separarnos solo por un trato al final nos apoya. Gritó incoherencias e insultos hacia mi el día en que ella se fue. No le había respondido el mensaje, vino a mi departamento pensando que no lo había leído, me encontró en el sofá mirando el vacío. Trató de hacerme entrar en razón, diciendo cosas como "tienes que ir por ella" o "eres un inútil por haberla dejado ir". Me enojé, bastante, al recordar nuestra discusión, y todo pensamiento y anhelo de quererla de vuelta había desaparecido. Me levanté del sofá y, pues, también grité, me desahogué con él, y eso necesitaba.

Pero me arrepentí al día siguiente, al despertarme y darme cuenta que si, que todo había sucedido y ella se había ido. Contemplaba el celular, esperando su llamada, o quizás esperando el valor para llamarla. Pero me retractaba.

Hoy, el tercer día, estaba nervioso, desesperado. Necesitaba verla, saber de ella.

Megan entra en la oficina, sin tocar, y con pasos decididos camina hacia mi escritorio. Veo todo su recorrido con extrañeza. Se inclina sobre el escritorio, con su rostro serio y enojado, y mira directamente mis ojos.

- Señor Brown.- Dice con gesto desdeñoso.- Estoy cansada. De verlo tan inquieto y sudoroso, nervioso viendo el reloj cada minuto, con la vista perdida en un punto, llorando por dentro, y siempre con gesto melancólico. Esperando no sé qué que caiga del cielo. Oh, ya sé, si, su cerebro. Ahora mismo, va a levantarse y salir de esta oficina a buscar lo que le molesta y resolverlo de una vez por todas. ¿Qué más da lo que los demás piensan? Sea usted feliz.- Termina, volteándose y dirigiéndose a la puerta, estrellándola de paso.

Y me quedo pensado en todo lo que dijo. ¿Por qué sufro de esta manera? ¿Por qué me hago esto de recordarla a cada segundo cuando puedo yo buscarla y convencerla?

Desanimado, a la hora de apagar las luces y cerrar la oficina, me dirijo hacia mi auto. Me digo que todo estará bien, que no hay necesidad de ir por ella. Que está bien, en su mundo y con su familia. Viviendo lo suyo.

Así sigo, de camino a casa, con la cara cortada y el cansancio corriendo cada parte de mi cuerpo, y recuerdo, el primer día, cuando la vi ahí decidida, por su manera atenta de escuchar las conversaciones, de que carrera escogería, y todo el desempeño que tuvo a lo largo de sus horarios de trabajo, ella será muy buena en este campo. Pensé en su sonrisa, oh, y en aquellos días que trataba con esfuerzo de convencerme en algo incorrecto. Pero fue tan correcto. Y luego me digo, si lo sentí tan correcto y tan bueno, ¿Por qué es que me rindo?, ella que no se rindió por mí en esos tiempos, ¿Por qué yo por ella si?

Apretando el volante, presionando el acelerador y doblando en la esquina, rechinando las gomas en el pavimento, voy en busca de lo que me molesta y deseo.

Al llegar al edificio, subo corriendo las escaleras, llegando a mi destino y tocando desesperado la puerta. Hasta que ésta es abierta y aparece ella. Nos miramos sorprendidos, yo porque estoy aquí, al fin, frente a frente, y ella porque no lo cree.

Con respiración agitada, y una fina capa de sudor en mi frente, las manos temblorosas, digo antes de que ella con preocupación y miradas sobre su hombro, cierre la puerta.- Escúchame, por favor.- Mira triste mi rostro, niega levemente pero no cierra la puerta.

- Lucía, hicimos mal, un gran error, pero escúchame por favor, que sé que tú no lo sentiste así, mucho menos yo.- Voy acercándome a ella, lentamente.- Trataste de hacer el bien, separándote de mi, pero no fue así. Tú recuerdas, sé que lo haces, cada segundo, todo lo que vivimos. Yo lo hago, y en tu ausencia fue increíble, te sentí al lado mío, en mi imaginación, acariciando mi cabello y riendo, pero no fue suficiente.- Agarro sus manos, y entrelazo nuestros dedos, ella mira la acción de inmediato.- Los dos sabemos que nos necesitamos. Juntos merecemos estar, Lucía. No importa nada de la ética o leyes, no importa la sociedad. Tus padres, quizás entiendan nuestra posición, al hablarles bien y claro, y expresando nuestro amor, nada de esconder cosas y nada de pequeñas mentiras. Podemos intentar, y volver a tener lo que antes compartíamos, que aún no ha desaparecido.- Acerco mis labios, razonado los suyos, subiendo por sus mejillas en dirección a su oído y susurro.- Vuelve a mi.

Recuerdos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora