Recuerdo veintidos

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- Te amo.

No le respondo. Me encuentro en la sala, sentado en el sillón. Mi rostro oculto entre mis manos, mis codos apoyados en mis rodillas.

Es la primera vez que la oigo decir eso. Es la primera vez que siento algo en mi corazón, algo increíble. Y me doy cuenta que quiero decirle lo mismo. Quiero gritarlo. Pero no.

- Te amo, Richard.- Solloza.- Sé que es muy temprano para decir esto... Sé que es peligroso, pero no importa Richard. ¿Puedes mirarme?.- Su voz se quiebra al final, haciendo que la mire de inmediato.

Se ve frágil. Solo en su pijama. Descalza. Su rostro mojado por sus lágrimas, un poco rojo al igual que sus labios. Se acerca más a mi, se arrodilla y posa sus manos en mis rodillas.

- No entiendes, Lucía. No podemos.- Niega con la cabeza. Sus ojos cerrados, sollozando más fuerte.

- ¡Deja de creer eso!. ¡Deja de decir todo eso!. Si podemos. No importa que seas mucho mayor que yo. No importa lo que digan los demás. Si me amas como yo te amo, no importa. Y sé que lo haces, tengo fé en ello. Sé que me miras en la manera que te miro, sé que sientes lo que siento al tocarnos. Sé que sientes lo que yo siento al besarnos. Sé que me amas, Richard, pero tienes miedo.- Agarra mis mejillas, acerca su cara a la mía. Cierra los ojos y apoya su frente en la mía.- No tengas miedo, Richard. Verás que nada saldrá mal. Será todo lo contrario, todo saldrá magnífico porque así lo sentiremos nosotros.

La miro. Aún llora, sus ojos arrugados, sus labios temblando. Sus manos acariciando mis mejillas. Y pienso. Pienso en que si acepto sería la mejor decisión que haya hecho, pienso en que si estamos juntos sería el mejor sentimiento que haya experimentado en mi vida. Y pienso en que si nos descubren, en que si nos encuentran besándonos, todo se echaría a perder. Todo sería un caos, ella estaría igual que ahora. Con dolor en su corazón, dolor porque no le digo lo que quiere oír, dolor porque no acepto. Pero el dolor que sentiría ese día, sería inigualable. Porque nos impedirían estar juntos, porque nos separarían. Porque sufriremos sin poder consolarnos mutuamente, porque sufriremos sin poder besarnos o tocarnos, o vernos, o amarnos. Y ya no sería la mejor decisión que haya tomado.

Separo delicadamente sus manos de mi cara. Cierro los ojos porque no puedo verla, no quiero verla sufrir. Pero al oír el sollozo desgarrador retumbando por las paredes del apartamento, soy yo el que sufro.

Me levanto del sillón. Pongo mis manos en sus costillas para ayudarle a levantarse. Pero ella se retuerce sollozando. Y por un momento mis manos resbalan, y me asusto porque no quiero dejarla caer, nunca me permitiría eso. <Pero lo haces, la dejas caer en su abismo, la dejas caer en un hoyo negro, la dejas caer en sus pensamientos más oscuros. Y la estás perdiendo>, dice una voz en mi cabeza.

No quiero eso, no quiero hacerle eso. Antes de que caiga al suelo, bajo mis manos a su cintura y la levanto. Se retuerce una vez más, trata de separarse de mi pero no la dejo. La abrazo con todas mis fuerzas.

- No llores, no lo hagas.- Susurro en su oído. Sus manos se forman en puños, arrugando mi camiseta. Siento sus lágrimas en mi cuello, corriendo hasta mojar mi camiseta.

- Ámame. Acéptame.- Su voz rasposa y casi entendible, causa escalofríos en mi cuello. Pero lo que más duele son sus palabras, haciendo estragos en mi pecho.

Abrazo más fuerte su pequeño cuerpo. Siento su respiración agitada en mi abdomen, siento su cuerpo tenso. Siento sus temblores. Siento su corazón quebrarse.

- Entiéndeme, por favor. Mira como estas, mira como lloras sin control, como sufres. ¿Crees que no será peor el día en que todo acabe?. Sé que no sentirás lo mismo que sientes ahora, porque será peor. Lo hago por ti, Lucía. No quiero verte sufrir, no quiero verte gritar y patalear. Luchar por algo que no tiene salvación. No quiero que sufras por mí.- Me doy cuenta que hablo del día en que quizás me condenen, en que quizás un juez diga los años, meses, días, que no pasaré junto con Lucía. No quiero que sufra por mi.

- Ya estoy sufriendo.- Solloza más fuerte en mi cuello.

- Pero no será igual.

Levanta la cabeza. Sus ojos siguen cerrados e hinchados. Roza sus labios con los míos, y luego hace pequeñas presiones.

- ¿Me amas?.- Dice. Presiona sus labios encima de los míos otra vez.

Tardo en responder. Pero no lo pienso, lo tengo bien claro. Solo disfruto de sus labios.

- Si, te amo.- Susurro ronco. En respuesta me besa profundo, enterrando sus dedos en mi cabello.

- Repítelo.

- Te amo.

Recuerdos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora