Recuerdo treinta y tres

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Hace seis horas todo estaba jodido. Mi relación con Lucía dependía de un hilo. La nostalgia y tristeza cubría el ambiente y solo pensaba en hablar con ella, besarla, abrazarla, solo verla.

Hace cuatro horas, estaba con ella. La tenía entre mis brazos, besándola. Confesando nuestros malos tiempos y nuestra desesperación de estar juntos, de nuevo. Convenciéndonos que desde ese momento, nada impediría que nos separáramos de nuevo. Lucharíamos juntos, por nuestro amor.

Hace tres horas, sus padres nos vieron y nuestro amor salió a la luz de tan mala manera, que todo fue mal entendido. Gritos y sollozos entre los golpes que recibía, eran lo único que me hacía saber que consciente estaba. Pero luego de unos segundos, terminé desmayado.

Hace dos horas estaba en el hospital. En una camilla. Mi cuerpo dolía, pero no a tal magnitud que mi corazón. Viendo el techo y pensando en lo sucedido, no me aterraba nada, pero si perder a Lucía. A la persona que más amo. Saber lo destrozada que debía estar, saber lo maltratado que estaba su corazón en esos momentos, me partía el alma.

Hace una hora, entraba en la comisaría con dos policías a mi lado por la puerta trasera. La del frente abarrotada estaba, por periodistas y metiches. Al parecer ya la notica había corrido. Pues, me dijeron que cuando inconsciente estaba, Nancy salía de su apartamento, anunciando la gran noticia de que las fotos en las medios de comunicación aparecerían.

Y al parecer, ella todo ese tiempo escuchaba tras la puerta de su apartamento, con el celular en mano, preparada para causar el gran boom en todos los medios.

Me dijeron lo desconcertada que estaba Lucía al ver que sus padres no impedían por ningún motivo a Nancy de mandar esas fotos.

Hace unos treinta minutos yo desesperado estaba, en una celda de poca luz, olor desagradable y un silencio desgarrador, esperando a mis familiares, con angustia, y está más decir, pensando en Lucía. No sé nada de ella, no me han dicho nada referente al mundo exterior desde que he entrado aquí.

Ahora mismo, igual sigo. Sentado en una cama de piedra, con una almohada dura como el ladrillo, viendo directo a las barras que impiden mi libertad.

A lo lejos, escucho unos pasos venir. Veo como un policía se para frente de mi celda a mirar hacia mi por apróximadamente tres minutos. Expectante estoy, queriendo saber su próximo movimiento.

- Tus familiares están aquí.- Y una buena noticia, aunque no la que esperaba con muchas ansías, llega. Espero a que diga algo más.- Y se ha decidido que tu juicio será en dos días. Si, un poco rápido, pero tu caso es algo interesante.

Se burla y se marcha a buscar a los que están aquí por mi.

Luego de unos segundos, nuevos pasos son captados por mis oídos. Mi madre aparece, junto con mi hermano.

- Richard.- Suspira de alivio, pero su rostro refleja una gran preocupación y temor. Carlos está a su lado, igual de preocupado. Me levanto para estar más cerca de ellos.- No puedo creer que lo hayas hecho.- Y de pronto, el enojo inunda sus facciones.- Te dije miles de veces, que terminaras con esto, arrancaras la raíz del problema por bien y siempre. Que después de eso, problemas no tendrías. Que tu vida intacta y limpia estaría. Ahora mírate, por no escucharme, por no despertar del mundo de fantasía. Mírate, hijo mío.- Rompe en llanto, Carlos me mira apenado y agarra a mi madre por los hombros.

- Haré lo posible por sacarte de aquí.- Dice Carlos.

- No.- Mi madre seca sus lágrimas con rabia.- Que aprenda de su error.

Quita de un tirón las manos de mi hermano sobre su cuerpo y arregla su bolso en su hombro derecho. Me da una última mirada, y con la cabeza y frente en alto se larga. Carlos la acompaña, no sin antes decir una disculpa y que vendrá pronto. El guardia los sigue y nuevamente, solo me quedo.

Tres horas después, mi abogado estuvo aquí. Hablamos de si hay algún chance, posibilidad, suerte, de que yo salga de esta. Su respuesta nunca llegó, pero su rostro lo decía todo, una gran negativa. Hablo de otras cosas a las que ninguna le preste atención. Todos mis pensamientos estaban enfocados en una sola persona. Lo interrumpí a la mitad sin poder soportar tragarme el nudo junto con la pregunta que quería hacerle. Quería verla con tanta desesperación, pero al parecer sería imposible. Estaba consciente de que habían sido sus padres los que me demandaron, pero ¿una orden de restricción?, no me lo imaginaba.

Al irse el abogado, me recuesto en la cama y acomodo mi cabeza debajo de mis manos. Mis ojos abiertos, mirando el techo. Y una lágrima, solo una, representando mi más grande dolor, sale y recorre mi mejilla.

Ha pasado una semana, en la que todo sigue igual. ¿Que hay que decir de mi primer juicio? Pues, todo fue un desastre. Lucía no apareció, por deseo de sus padres, pero John y Nancy si lo hicieron. Mi familia tampoco apareció, exceptuando a Carlos.

Sigo en lo mismo, solo en mi celda pero acompañado de todos mis recuerdos. Y creo que por ellos resisto.

Horas después del segundo juicio, estaba enojado, desesperado. Sus padres estaban, ella estaba ahi sentada al lado de ellos. Cuando entré al salón, con esposas en mis muñecas, con dos guardias pisando mis talones, todo dejó de importarme, solo desde el instante en que la vi.

Me detuve a mitad de camino, ella levantó la mirada y se paró. Vi su rostro, y el enojo corrió por mis venas, tenía un gran morado en su ojo derecho y un corte en su labio. Sus padres al ver sus intenciones, la detuvieron. Ella comenzó a pelear y a empujar fuera de su camino a su padre. Lloraba como nunca, y me preocupé.

Me empujaron por detrás, indicándome que siguiera y me sentara en mi lugar, al lado de mi abogado. Y ahí mismo, comenzó el juicio.

La mandaron a hablar, dar su testimonio, estaba tan nerviosa que ganas de abrazarla no me faltaron.

- ¿Que le pasó en la cara?.- Le preguntó el juez luego de ella realizar el juramento.

- Mi ex novio me golpeó.

El abogado, el juez, ella y todos me miraron en ese instante, pero no importó; Me paré de mi asiento y solo di un paso, uno y ya un guardia a mi lado estaba, deteniéndome con una mano en el pecho. Solo la miraba a ella y ella a mí, con ojos vidriosos por las lágrimas y una mirada de dolor que me corrompió.

Me senté y el segundo juicio siguió.

Seguía inquieto en mi celda, mi cabeza explotaría y mis manos escocían. Unos minutos después, oí pasos y me paré en el medio.

Aparece ella, con gafas y una bufanda, mirando a los lados, procurando de que nadie la vea. Avancé suspirando de alivio al verla tan cerca, y que su olor inundara el sitio. Paso mis brazos entre los barrotes y agarro sus mejillas, quito sus lentes y limpio lágrimas nuevas.

- Te extraño tanto.- Solloza más fuerte, dejando caer su cabeza. Beso su frente repetidas veces.

- Yo más amor, yo más.

Me hacía tanta falta verla, acariciar su piel persa, su cabello sedoso, besar sus labios abultados. Tanta falta me hacía verla que no me importaron sus golpes, solo quería tocarla y besarla, dejar los problemas atrás y solo enfocarme en ella. Solo en ella.

Comenzó a hablar, todo lo que ha sucedido en el exterior. John la había golpeado, una noche en la que sus padres no estaban, uno de sus ataques al parecer. Sus padres a tiempo llegaron, y lo detuvieron, llamaron a la policía. En sí, el juez le dio tres años en una clínica. Nancy, pues ella sigue por ahí. Lucía ha notado que ella ha perdido la cabeza, sale del apartamento y lo único que oye es a ella gritando y hablando con "John". Los medios y redes sociales, explotan con la noticia de que estoy preso, por enamorarme de una menor.

Ella tuvo que irse. Dejo impregnado en mi su olor. Sus caricias aún cosquillean en mi rostro y brazos, y sus besos, ni hablar.

Recuerdos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora