Estábamos en la comisaría. Lucía dormía en mi hombro izquierdo, y yo esperaba a que el oficial que nos interrogaría se acercara para llamarnos. Eran las 4:30 a.m. Estábamos cansados y con un sueño tremendo.
Al rato, otro oficial se acerca. Dice que es hora de hacer la interrogación. Levanto a Lucía y seguimos al oficial. Entramos a una sala gris, con una mesa y sillas, una de un lado y otra del otro. Dos oficiales estaban en ella, uno parado en una esquina y otro sentado en una de las sillas mirando una carpeta.
- La interrogación es por separado. Primero el señor.- Dice el oficial que nos condujo hacia aquí.
Yo asiento y me giro a Lucía. Está nerviosa. Al parecer el sueño se ha disipado de su sistema. Trata de sonreírme pero falla. Yo le digo que me espere sentada aquí y ella asiente. Entro a la sala y me siento en la silla faltante.
- Bien, señor Brown. Quiero saber lo que sucedió con John Travish en el departamento de la señorita...- Se detiene y piensa por unos segundos.- ¿La señorita afuera de la sala es su hija?
Esto me toma por sorpresa. Balbuceo palabras sin sentidos. Miro a todos lados pensando en una respuesta pero no sé que decir.
- Es... ¿mi asistente?.- Digo lo primero que se me ocurre. Y en realidad no estoy mintiendo, pero lo que dije lo siento incorrecto.
- Está bien, prosigamos.
Y comienzo a contarle...
"...Y luego, Lucía corre por el pasillo. Yo quedo frente a John. Éste aún sostiene la navaja en su mano derecha. No quiero hacerle daño, solo quiero quitarle esa navaja e inmovilizarlo. John se acerca más, yo me alejo más.
Está loco. Su cabeza se mueve de lado a lado, balbucea palabras sin sentido, agita la navaja. Y luego me mira, sonríe cínicamente. Voltea la navaja quedando la parte afilada en su dirección. Y en un segundo, se la clava, en el estomago. Yo quedo sorprendido, se acaba de apuñalar.
Él grita de dolor y se tira al suelo presionando su herida con sus manos. Lucía aparece con el celular en el oído, yo miro nuevamente a John. Sigue en el suelo retorciéndose de dolor. Presionando su herida.
A los dos minutos llega la ambulancia junto con la policía. Lucía y yo no nos hemos acercado a John. Abrazo a Lucía mientras se lo llevan en una camilla, voceando que éramos los culpables, que se cuiden todos de nosotros porque éramos unos mentirosos. Estoy sorprendido que haya pataleado y vociferado aquello con una herida en su estómago. Éste tipo si que necesita ayuda..."
- ...Y ahora estamos aquí.- Finalizo.
El oficial frente de mí observa detenidamente mi rostro, buscando algún indicio de mentira. Pero no la hallará.
- Procedamos con la señorita.- Termina de examinarme. Me paro y me encamino a la puerta.
Lucía aparece más nerviosa de lo que estaba. Al pasar por mi lado acaricio su mano, y sigo con mi camino.
Diez minutos después, regresa. Cuando llega a mí, rodea mi cintura y pega su rostro en mi pecho. Yo la abrazo por sus hombros y apoyo mi barbilla en su cabeza. Nos quedamos así hasta que alguien carraspea para llamar la atención. Nos separamos pero aún la rodeo y ella a mí.
- Se llevará a cabo un juicio. La señorita presentó una demanda hacia John Travish. Deben conseguir un abogado, luego se les avisara la fecha del juicio. Pueden irse.- Nos dice el oficial. Nosotros nos despedimos y emprendemos camino.
La llevo a su departamento. No habló en todo el camino, no habló al entrar aquí. No me detengo en observar la sala y el desastre en ella, camino hacia su habitación y cojo una maleta de mano del closet. Echo sus pertenencias en ella.
- ¿Qué haces?.- Dice en el umbral de la puerta. Sigo con mi tarea de empacar lo más necesario.
- Empacando tus cosas. No dormirás aquí.
- ¿Y donde crees que dormiré?.
- Puedo llevarte a cualquier otro sitio. No es apropiado este lugar para ti.- Me giro a ella y la jalo para que me ayude. Ella cede y rueda los ojos entrando su ropa de interior. Yo miro a otro lado en ese instante y finjo buscar otra cosa.
Solo que mi mirada cae en su trasero. Humedezco mis labios, y mis manos tiemblan.
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Recuerdos de ti
RomansaHan pasado años desde la última vez que la vi. Es un recuerdo horrendo. Estaba totalmente llorosa, sus manos temblaban del miedo. No era ella en ese momento, no sabía cómo defenderse, no sabía que hacer. Sus padres nos habían descubierto, todos lo s...