Recuerdo treinta

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Enciendo las luces del departamento al entrar. Dejo las llaves en la mesa del comedor y observo a Lucía irse al cuarto.

Desde que salimos de la casa de mi madre, no ha dicho una sola palabra. Se sabe que está preocupada pero no quiero que lo guarde para ella. Yo estoy de ese mismo modo, pero más nervioso. No sé qué pasará luego de mañana, pero estoy esperando lo peor.

Camino al cuarto que compartimos. Giro el picaporte de la puerta y entro. Recorro la estancia con la mirada, la luz de la luna es la que ilumina el lugar.

Está sentada en la cama, observando la ventana. Se ha quitado lo que quedaba del vestido pero lleva una camiseta mía que usa para dormir. Su cabello largo cubre su espalda.

Me siento en el otro extremo de la cama para quitarme los zapatos. Suspiro parándome y retirando el resto de ropa que cubre mi cuerpo. Solo hasta quedar con mi ropa interior.

Me siento de nuevo, mis hombros caen con pesadez. Miro sobre mi hombro derecho a Lucía, pero sigue igual que cuando entré.

Me recuesto en la cama sin decir nada y cubro mi cuerpo con la sabana. Mi vista en el techo, pensando en lo que ocurrirá, pensando en cómo lo resolveremos, si es que podemos.

Siento la cama moverse cuando Lucía se acuesta a mi lado, mirando mi perfil. Así que me volteo para quedar frente a frente a ella. Ahí es que me doy cuenta de su rostro mojado de lágrimas, sus ojos rojos y sus labios hinchados.

Acaricio su mejilla, borrando el rastro de lágrimas. Sus labios se separan y sus ojos se cierran, como si estuviera aceptando mi caricia. Me acerco más a ella hasta que nuestras frentes queden juntas.

- Háblame.- Susurro bajo y ronco.

Sus ojos se abren para mirar los míos. Su nariz se acerca a la mía y se rozan. Nuestros labios entreabiertos se tocan, compartimos el aire. Solo hasta que los suyos se cierran sobre los míos.

Siento desesperación en su beso, como si quisiera hablar pero no puede. Lo correspondo. Sus manos van a mi cuello y lo aprieta para acercarse más a mí. Mis manos van a su cintura, acaricio de arriba abajo, sintiendo la curva.

Nuestras piernas se enredan, sus brazos envuelven mi cuello, yo rodeo su cintura, nuestro beso se vuelve más necesitado. Pero la separo.

Apoyo mi frente en la suya y trato de entrar aire en mis pulmones. Miro como una mueca de dolor surca en sus facciones, como muerde su labio inferior fuertemente, y como dos lagrimas salen de sus ojos.

- Lucía...- No me deja terminar, sus labios chocan con los míos.

No quiero detenerla, solo quiero saber qué pasa por su mente, qué está haciendo.

Empuja mi hombro al colchón y se sube en mí. Sus manos van a mi cabello para jalarlo, yo gruño como respuesta y aprieto su cadera. Una de sus manos baja por mi pecho, acaricia con las yemas de sus dedos mis pectorales. Su rodilla sube y roza mi zona, provocando que jadee.

Se sienta a horcajadas en mi haciendo fricción en nuestras zonas. Escucho un gemido salir de su garganta. Sus labios bajan dejando besos por su camino, hasta llegar a la base de mi cuello. Mientras tanto, sus caderas se mueven lentamente, danzando sobre mi parte, provocando que piense sin claridad. Cierro mis ojos dejando en escapar suspiros producidos por sus movimientos. 

Sus labios suben y atrapan el lóbulo de mi oreja, me estremezco de pies a cabeza.

- Hace muchos que tus dedos no temblaban.- Ronronea en mi oreja y prosigue a morder mi lóbulo.

Choca fuerte su cadera con la mía, gemimos al mismo tiempo. Con un brazo, abrazo por completo su cintura, desapareciendo el espacio entre nosotros. Con mi otra mano, empujó su cabeza para que nuestros labios se unan. Nuestras lenguas juegan, compartimos nuestros gemidos y jadeos.

Recuerdos de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora