Solo cerrar la puerta, jalo a Lucía y pego mi cuerpo al de ella. Ella se ríe y yo admiro su belleza. Camino de espaldas con ella entre mis brazos. Mis pies tropiezan con una de las patas de la mesa del centro, haciendo que caigamos juntos, abrazados. Reímos sin parar.
- Tus pantalones están mojados.- Susurra rozando sus labios con los míos. Le doy un pico.
- De lo más seguro fue el helado. Me tomaste de sorpresa, pequeña.- Acaricio su cabello.
Nos quedamos en esa posición por unos minutos. Ella recuesta su cabeza en mi pecho y hace círculos con sus dedos en él. Luego, levanta la cabeza y la acerca a mi rostro, con un brillo perverso en sus ojos. Nos besamos. Lucía se sienta a horcajadas sobre mí, provocando que aquella zona palpite. Pasa sus pequeñas manos por mi cabello. Por mi rostro. Por mi pecho. Desabotonando la camisa. Hasta entrarlas para acariciar mi pecho desnudo.
Su lengua enrollada con la mía. Sus labios moviéndose a un alucinante ritmo con los míos. Hasta que todo se vuelve caliente. Agarro firme su cintura y me levanto. Quedando sentado en el suelo con ella encima.
- Vamos al cuarto.- Dice entre besos.
Pero todo se vuelve frío. Me separo de golpe y miro sus ojos. Ya no es mi Lucía, es una niña. Una niña, mi temor. Parpadeo asustado y suelto su cintura. Me arrastro lejos de ella con la respiración agitada. Aún sigue siendo una niña, sentada en el suelo, con expresión triste y decepcionada. Cierro mis ojos por unos segundos y respiro hondo. Al abrirlos, es Lucía.
- ¿Estás bien?.- Se acerca más a mi. Pone su mano en mi hombro pero me alejo. Sacudo la cabeza.
- Si... yo... Necesito una ducha.- Me paro y camino al baño.
¿Qué demonios me pasó?. Sé que todo fue una ilusión. El impacto que me dio sus palabras fue realmente duro. Nunca pensé que ella diría aquello.
Cuando salgo del baño, con el cabello empapado y en pijama. Encuentro a Lucía sentada en la cama. Mira en mi dirección. Está frustrada, algo nerviosa.
- ¿Por qué actúas extraño de repente? ¿Por qué no me dices lo que pasa por tu cabeza? Dices que no me guarde las cosas pero tú lo haces.- Se para de la cama pero no avanza a mi.
- Lucía, no es nada...
- Si es algo, Richard. En un momento te encuentras bien, pero en otro tú cabeza desaparece de la realidad. E imagino que es algo malo porque me miraste asustado. Siempre me miras asustado. Quiero saber la razón.
La miro. Es una chica hermosa, su figura esbelta y rostro encantador. Siempre bien vestida, siempre bien vista. Ni una gota de maquillaje, ya que no hay nada que perfeccionar, nada que cubrir. Labios rojos, ojos verde-grises. Nariz fina, pecas esparcidas en ella y debajo de los ojos. Cabello castaño revuelto en ondas. Pechos firmes, cintura estrecha. Manos delicadas y encantadoras. Piernas largas y bien formadas. Muchacha preciosa. Pero, ¿por qué a mí?. Aunque parezca un ángel, es un pecado.
- ¿Qué estamos haciendo, Lucía?.- Comienzo.- No sé que piensas tú de esto, pero está mal. Sabes muy bien lo que pasaría si nos ven de esta manera. Corrimos un riesgo muy grande en aquel parque. Sería el colmo que hayan fotos de nosotros besándonos. Sería el colmo que todos se enteraran.- Me acerco a ella. Acaricio su rostro.- Eres un chica hermosa, eres una niña. Incluso yo mismo me mataría si hago algo indebido contigo. Eres el castigo que Dios me ha enviado.
- Hablas cosas sin sentido.- Aparta mis manos y se aleja.
- Si tienen un sentido, y es: esto no funcionará. Tienes 17, yo 32. Todo se irá a la mierda. No quiero correr el riesgo. No quiero vernos sufrir.
- Verás que no sufriremos. Verás que nuestras vidas cambiarán pero para bien. Daré todo de mi para que cambies de idea, Richard. Y cuando eso suceda, todo será correcto. Lo sentirás así, y lo sentiré así. Correcto y hermoso. Ya verás, Richard.
Sale de la habitación después de sonreírme como si supiera algo que no se. Como si tiene una idea increíble que hará que todo cambie. Y eso me asusta.
Pero vaya que fue grande, y vaya que cambie de idea.
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Recuerdos de ti
RomanceHan pasado años desde la última vez que la vi. Es un recuerdo horrendo. Estaba totalmente llorosa, sus manos temblaban del miedo. No era ella en ese momento, no sabía cómo defenderse, no sabía que hacer. Sus padres nos habían descubierto, todos lo s...