Subí los pies al asiento abrazando mis rodillas, el camino era eterno y la presencia del peliplata me ponía nerviosa, mi celular vibro en mi trasero, me sobresalté. Saqué mi celular, en la pantalla se leía.
"ALMEJANDRA"
Conteste rápido.
-¿Bueno?-
-¿Estas bien?- exclamó preocupada, la llamada estaba algo distorsionada, apenas escuchaba su voz.
-Si-aun estaba distraída
-¿Por que no estas aquí?- puse el telefono es voz alta rogando que no dijera algo inapropiado
-Surgió una situación-exclamé.
-¿Una situación?- preguntó-¿Que clase de situación?-Preguntó curiosa, barajee la opción de colgarle.
-Estoy con Kakashi-sensei-susurré al teléfono tratando de cubrir mi voz con mis manos, el peliplata me veía de reojo.
-¡¿QUE?!-gritó, me sobresalté, el celular casi cae de mis manos-Dime que aún eres virgen-estalló en carcajadas, el peliplata me miraba divertido.
-Shhhh, si lo soy-Podía apostar que mi rostro estaba rojo-Te llamo después-Colgué sin esperar su respuesta. Un silencio se apodero del ambiente en el auto.
-Que amiga tan agradable-mencionó, una risita nerviosa escapo de mi boca.
-S-si si-me rasque la nuca
-Será mejor que duermas, aun falta mucho de viaje-incliné el respaldo, me acomodé quitándome el cinturón. Le di la espalda al peliplata.
Un carraspeo me alertó. Segundos después una prenda cubrió mi cuerpo, un olor a colonia y menta embriago mis sentidos. Era el saco del peliplata. Me hice la dormida, creí que no podría dormir, a decir verdad ¿Quienes capaz de dormir en un auto que no conoce con un hombre que no conoce que la lleva a un lugar que no conoce? Pues esa chica soy yo, a los pocos segundos caí en un profundo sueño.
El balanceo de mi cuerpo me despertó, cuando abrí mis ojos me encontré con el pecho de Kakashi, sus manos rodeaban mis piernas y mi espalda.
Me dejo en una superficie irregular, se mecía de un lado a otro, el movimiento hizo que volviese a dormir.
Profundicé mi respiración, podía sentir la humedad en el ambiente, cuando aspiré mi boca se lleno de sabor salado, abrió los ojos lentamente, cuando mire a mi alrededor vi el mar. El atardecer azotaba el lugar y una brisa fresca me despeinaba. Una cabaña modesta estaba a mi lado, estaba en un mirador, cuando mis pies tocaron el piso, me di cuenta de que era madera, estaba descalza ¿Acaso no traía las zapatillas del colegio? No recordaba que me los hubiera quitado.
Entre a la cabaña por la puerta corrediza de cristal, adentro el silencio inundaba el lugar, me encontraba en una sala de estar, los muebles eran de madera, bastante lindo, unas grandes lámparas servían de decoración al lado de los sillones, una mesa del centro de cristal armonizaba con su entorno, no vi ninguna pantalla de televisión, lo que me extrañó, seguí caminando, la cocina se encontraba a mi izquierda, tenía el mismo tipo de decoración que la cocina, rústica, no había visto nunca ese estilo, pero ahora sabía que me gustaba, escuché un ladrido a mis pies, cuando bajé la mirada, un perrito me miraba con ojos saltones. Me arrodillé, le acaricie detrás de la oreja, el perrito se hecho de panza, lo rasque, cuando me paré el perrito dio vueltas tratando de morder su cola, reí. Una puerta de vidrio se abrió a mi lado.
-Hola-me sonrió el peliplata-Estas en tu casa-me dijo con amabilidad
-Gracias-susurre, volví mis ojos al perrito-¿Él es Pakun?-el peliplata asintió.
-Espero no se haya propasado contigo-solté una carcajada
-Es muy lindo-dije, el perrito subió las escaleras con rapidez-¿No crees que deberíamos estar en casa?-
-Tu padre me pidió que no las llevara a casa, tenía algo importante que hacer-exclamó restándole importancia.
-¿Está es tu casa?-él asintió.
-Mi humilde morada-Hizo una exagerada reverencia-Se que una princesita como tú debería hospedarse en un enorme castillo-hizo un ademán de la grandeza de ese castillo hipotético.
-Me gusta este lugar-Dije en un susurro, Kakashi me volteo a ver.
-Ya te dije que no tienes que fingir cuando estás conmigo, no tienes por qué quedar bien siempre-comenzó a decir, lo interrumpí.
-En serio me gusta-Él peliplata sonrió, con una expresión demasiado feliz para lo simple del cumplido.
-Me alegro, que te guste-Dijo-Ya casi es hora de la cena, te llevo a tu recámara-
-¿Y mis zapatos?-pregunté mientras lo seguía escaleras arriba.
-En la entrada-dijo sin más
-¿Por qué me los quitaste?-mi tono había sonado más duro de lo que hubiera querido.
-No suelo usar zapatos en casa-subimos, el lugar se seccionaba en 4 puertas, me guió a la última.
-¿Por qué?-
-Esta casa era de mi familia, ellos eran Japoneses muy tradicionales-me explicó
-¿Eres japonés?-Abrí los ojos con sorpresa, el peliplata solo asintió-Mi madre también lo era-exclamé sonriente, a los pocos segundos esa sonrisa se borró, no sé por qué había sacado a mi madre al tema. El hombre me miraba en silencio.
-Esta es tu habitación-Agradecí que no preguntara de mi madre, aunque sospechaba que mi padre le había comentado algo. Abrió la puerta de madera.
La habitación tenía la misma temática que el resto de la casa, me sorprendió los detalles que tenía, definitivamente estaba hecha por o para una chica, un tocador y un espejo de cuerpo completo lo demostraban, el armario era pequeño pero estaba ahí, los muebles eran tallados a mano, las sabanas beige eran muy suaves, me senté en la orilla del colchón. Un ventanal abría paso a un balcón donde se podía ver el mar, salí, la brisa acaricio mi rostro, suspire profundo.
-Si me necesitas estaré abajo-escuche la puerta cerrarse.
Con que Japonés...
Suspiré
¿Qué estaría haciendo mi padre que fuera tan importante? Admiré el mar, no es la primera vez que lo veía, pero ahora, me parecía mucho más hermoso que otra veces. Revise los cajones del tocador, nada, el armario vacío, había una estantería abrí los cajones, en el último había un cuaderno y un lápiz, sonreí.
Bingo.
Me senté de piernas cruzadas hacia el mar. La Mullida cama bajo mis piernas. Mi mano moviéndose por puro instinto, la forma que empezaba a tomar ese dibujo, la sonrisa que no se desdibujaba en mi boca, solo en ese lugar me habría sentido así. Pasado un rato el boceto estaba listo, aún faltaban detalles pero el lienzo que utilizaba era muy pequeño en comparación con el mural donde estaría el dibujo terminado. Dos golpes en la puerta de la habitación hicieron que volteara, el rostro del peliplata se asomó.
-La cena está servida-me explicó, escondí el cuaderno y lápiz debajo de la almohada, aunque estaba segura que el peliplata los había visto.
-¿Qué tienes ahí?-preguntó curioso
-Nada-me apresure a decir, me levanté de la cama y salí de la habitación-Muero de hambre-exclamé para distraer su atención, para mí mala suerte no sirvió. Entró a la habitación, corrí detrás de él. Lo jale del brazo, pero era más fuerte que yo-En serio no es nada-seguí forcejeando pero me arrastró con facilidad, levantó la almohada y vio el dibujo.