Se miraron a los ojos, encontrándose una vez más con aquellas miradas que los enamoraban hace tantos años... Permanecieron en silencio y abrazados durante varios minutos hasta que escucharon el grito de sus pequeños anunciando que sus familiares estaban casi por llegar, sin decir una palabra más se levantaron y se arreglaron, se regalaron una tierna sonrisa y se tomaron de la mano.Bajaron y sonrieron aún más cuando vieron a todos sus hijos.
Ana Lucía, se estaba convirtiendo en toda una mujer, Poncho la vió orgulloso y es que desde el primer segundo había creado un vínculo increible con esa niña... Su niña. Le recordaba tanto a Any cuando era una adolescente, una lágrima resbaló por su mejilla al imaginarse que su hija se graduaría, se casaría y tendría hijos, la sola idea de pensar que su hija se fuera lo destrozaba por dentro. Decidió no pensar en esas cosas y seguir mirando orgulloso lo que para el era la figura más hermosa del mundo.
Su niño, su único niño. Su segunda bendición. Cada día crecía más. Ambos también lo miraron orgullosos. Era un niño muy guapo, muy apegado a su mamá. Pero sobre todo muy noble... Con un corazón de oro.
Any volteó la mirada y... Lucía... su solecito, su niña... Tan hermosa, la veía tan chiquita, sentía tanta necesidad de protegerla. Estaba creciendo tan rápido y a ella le daba miedo. Su niña siempre había sido tan inteligente. Tan independiente. Suspiró hondamente al ver lo grande que estaba...