Capítulo 96

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Abrió la puerta del despacho de su esposo, dónde veía cosas del trabajo cuándo estaba en casa, y donde se refugiaba cuándo quería estar solo. Entró sin tocar, y vió cómo en el escritorio había una botella de whiskey que ya iba por la mitad, y al lado un vaso con hielo, agarró la botella cuándo vió que su esposo se disponía a seguir tomando.

Any: Suelta esa botella, ¡basta ya! No vas a resolver nada tomando. Solo te haces más daño.

Poncho: Tienes razón, mi amor... No voy a resolver nada, pero tal vez pueda olvidarme por un rato de toda esta maldita pesadilla.

Any: ¿Quieres hablar?

El asintió y en silencio, y ella abrió los brazos. El enseguida fue a abrazarla. Y es increíble, es increíble cómo se puede encontrar paz en los brazos de la persona amada, es increíble la seguridad y la fortaleza que se siente. En momentos de dolor, de tristeza, a veces lo único que queda es el consuelo de los brazos de la persona que uno ama. Ambos se sentaron sobre el gran sofá que había delante del escritorio, él rodeo la cintura de su esposa con sus brazos y se recostó sobre el pecho de la mujer que provocaba en él, el sentimiento más bonito del mundo: El amor. Y así fue cómo, sintiendo los latidos de su corazón, las palabras empezaron a salir solas, mientras ella acariciaba tiernamente su cabello...

Poncho: Estoy desesperado... No he sabido nada más de mi niña, tal vez ella esté triste... Tal vez no haya comido bien... Tal vez ese tipo pudiera estar haciéndole algún daño... Tal ves estuvo llorando... Tal vez extrañe su casa... Tal vez extrañe a su noviecito... Que aunque yo no quiera aceptarlo, la ama... Y la ama desde hace muchos años... Sólo que a veces me dá miedo, que deje de ser mi princesa... Y se convierta en una mujer... Y ahora no de dónde está, y siento una impotencia muy grande... Ahorita estuviéramos en la cocina, conversando sobre cómo fue nuestro día, que tal estuvo... (Miró su reloj y eran las 11:45 pm) y a esta hora, estuviera dándole las buenas noches, diciéndole a mi princesa que la amo, que sueñe con los angelitos.

Anahí sonrió débilmente, entre lágrimas. Ana Lucía y Alfonso se amaban de una manera increíble, un lazo indescriptible, que nadie podía creer que la sangre no los uniera.

Any: Llora, mi amor. Llora, te hace bien... Te hace bien sacar todo ese dolor, todo ese sufrimiento, llorar limpia el alma... Yo estoy aquí, estoy aquí para ti... Quiero a mi bebé de regreso.

Ambos lloraban, mientras se abrazaban, comprendiendo el dolor del otro, se miraron a los ojos, y se dijeron mil palabras sin siquiera abrir la boca, se besaron tiernamente, como hacía bastante rato lo necesitaban, se separaron y se abrazaron entre lágrimas, refugiándose el uno en el otro.

Poncho: Mi princesa... Mi princesa que prácticamente ayer me pedía que le leyera un cuento antes de dormir, que me pedía que le comprara muñecas...

Flashback...

Ana: ¡Papi!

Poncho: ¿Cómo está mi muñequita preciosa? (Dijo cargandola)

Ana: Estoy tliste... (Dijo agachando la mirada)

Poncho: ¿Y eso? (Dijo levantadole el rostro)

Ana: Es que quielo algo...

Poncho: Todo lo que quiera mi princesa, lo tendrá...

Ana: Quielo una muñeca, se la pedi a mi mami, pelo no quiso... Me dijo que no, polque ayel me complo dos. (Dijo triste)

Poncho: Pues ahora mismo vamos a comprar esa muñeca, pero no le digas a mami, luego dice que te estoy malcriando... (Ambos rieron mientras su pequeña hija lo abrazaba, emocionada)

Flashback #2

Ana: A mi no impolta vivil a donde sea, con tal de estal con ustedes dos.

Poncho: Sí, mi amor... Pero papá tiene que trabajar mucho, para comprar un castillo enorme para su princesa.

En el cuarto de juegos...

Maia: Si mami se dá cuenta de que no estamos en cama... Se va molestal.

Gaby: No se va a dal cuenta Maia... Tlanquila. Además, estamos haciendo este dibujo pala que esté feliz, y de paso le hacemos otlo a Ana pala cuando reglese, lo vea en su camita.

Abby: En su camota, querrás decil.

Maia: Pues si, pelo ya apulense, hay que ilnos a los cualtos rápido.

En otra parte de la ciudad...

Leonardo: ¿Qué es lo que vamos a hacer?

Gabriel: Sacarle sangre...

Leonardo: ¿Sangre? ¿Para qué necesita sangre de la niña Ana Lucía?

Gabriel: Hazme caso Leonardo, necesito que consigas una jeringa y un doctor... Puede ser un cepillo de dientes... No sé, pelo... Pero creo que con la sangre será más fácil.

Leonardo: Voy a salir a comprar la jeringa, ya sé de un doctor que puede ayudarnos.

Mansión Herrera/Puente

Ya eran las una de la mañana, y mientras su esposo se iba a dar un baño para olvidarse de todo por unos minutos, y luego tratar de dormir, ella pasaba por el playroom para arreglar los juguetes que sus princesas casi siempre dejaban tirados, y levantaba los videojuegos que Matteo dejaba fuera de su estuche, no sin antes ir a arropar a sus retoños y darles el beso de buenas noches aunque estuvieran dormidos. Pasó por el cuarto de Ana Lucía y se quedó ahí un buen rato, sin poder controlar las lágrimas que salían por si solas de sus ojos, se acostó en la cama, y las almohadas tenían el olor de su princesa, todo le recordaba tanto a ella, con el alma hecha pedazos. Pasó por el cuarto de Matteo y besó su cabello para luego arroparlo, su bebé era un terremoto, y vivía moviéndose toda la noche, apagó el televisor, apagó la luz y salió. Flor dormía en la cama de Male, sonrió débilmente, todas las noches hacía lo mismo, porque le daba miedo. La cargó con cuidado de no despertarla, y la llevó a su camita, la arropó y les dió besos a ambas. Alexa estaba ya dormidita, y arropadita. Su niña, siempre había sido un sol, una niña completamente juiciosa, le dió el beso de las buenas noches y en cuánto entró a la habitación contigua, sonrió débilmente, comprobando una vez más, que Lucía Valeria, no tenía remedio alguno. La luz estaba apagada y au princesa veía una película en la televisión mientras tomaba refresco y comía botanas, al lado de la cama, en una de sus mesitas de noche, una olla con mucho hielo, que adentro tenía un bote de helado, y estaba ahí para que el helado no se derritiera, mientras que en otro plato tenía una enorme hamburguesa que seguramente Mariela le había preparado a escondidas.

Lu: Mami no me vayas a decir nada, estoy de vacaciones.

Any: Está bien, mi cielo. Pero ya sabés que no me gusta que estés comiendo tanta porquería.

Lu: Mami, sabés que siempre trato de comer sano para que no me heches un sermón de aquellos.

Any: Está bien, pero después de esto no vayas a buscar más comida chatarra, mi amor.

Lu: Si mami, tranquila.

Any: No te me desveles tanto, princesa. Y subele la temperatura a ese aire acondicionado que te vas a congelar.

Le dió un beso en el cabello, y salió rumbo a la habitación es Maia y sonrió al no encontrarla ahí. La habitación de Abby aún no estaba completamente lista, y aún olía a pintura, Gabriella y Amaia tenían camas en forma de castillo de princesas, y Abigail había optado por una así, pero aún no había llegado, así que la pequeña dormía con Gabriella, muchas veces Maia se les unía y se quedaban platicando y jugando hasta que el sueño las alcanzaba. Entró a la habitación de Gaby y efectivamente sus tres pequeñas estaban ahí durmiendo plácidamente, decidió dejarlas ahí. La cama de Gabriella era lo suficiente grande y cabían las tres perfectamente, les dió besos a las tres mientras las arropaba y apagó la luz que tenía encendida en la parte de arriba, la cama. Se dirigió al playroom caminando débilmente, con un mal presentimiento.

En otro lado de la ciudad...
Horas después...

Leonardo: Señor... Aquí están los resultados de ADN.

Un amor indestructible (Ponny)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora