26 Visitas inesperadamente azules

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Carter.

Habían pasado un día o dos desde mi encuentro con Lucía en la vida real, todavía le había estado dando vueltas al asunto, por lo que no hubo salidas nocturnas durante ese tiempo. Me encontraba mirando el atardecer a través de una de las muchas ventanas camufladas del bunker en el muro, el sol se ponía a lo lejos en el horizonte, se estaba retirando para darle su espacio a la luna y la noche, la oscuridad y el frio siempre acababan volviendo para reclamar la tierra de los mortales en su nombre. El mirador era una de mis habitaciones favoritas, su suelo de cuarzo con columnas griegas de mármol blanco, sus sillones de terciopelo blanco y negro que daban a las dos ventanas, paralelas entre sí, que permitían observar el amanecer y el anochecer sin ningún problema, era perfecta para pasar el rato.

-Supuse que te encontraría aquí -la voz de Cat me sacó de mis cavilaciones y me di la vuelta para verla subir las escaleras desde el recibidor, vestía una blusa de seda azul marino y unos pantalones de mezclilla, iba descalza, en su mano izquierda tenía un plato con manzanas rojo escarlata- te encanta esta escena, ¿Verdad?

-Ver como la luz dorada y cálida del sol huye de la plateada y levemente fría luna para ocupar la tierra por un injustamente breve periodo de tiempo es algo que podría contemplar para siempre, un pequeño placer que la vida me ofrece y yo acepto con gusto -expliqué mientras ella se sentaba a mi lado y dejaba el plato de manzanas en una mesa frente a nosotros- pero dime ¿Qué te trae por aquí?

-Llevas aquí cerca de cuatro horas, supuse que tenía hambre, ¿Debo recordarte que estás un poco delgado? -señaló las manzanas- al menos eso dijo Ana.

-Carter está un poco por debajo del peso ideal -repitió la voz omnipresente de la chica.

-Eso no quiere decir que esté desnutrido -ella arqueó una ceja y yo suspiré, me incliné y tomé una manzana, ella sonrió, satisfecha consigo misma- ¿A qué día nos encontramos?

-Veintisiete de febrero, ¿Por? -ella también tomó una manzana y se la empezó a comer.

-Faltan veintidós días para el equinoccio -murmuré, ella me miró confundida- el equinoccio sucede dos veces al año, es cuando el día y la noche duran lo mismo, el equinoccio de éste año, según Ana, es el veintiuno de marzo.

- ¿Eso nos importa? -entendía la indiferencia de la chica, no había nada especial en el evento.

-La verdad, no, pero tengo un presentimiento -le respondí, miré mi mano, ya me había terminado la manzana, arrojé los restos al bote de basura y tomé otra.

-Espero que sea bueno, la última vez que seguimos uno de tus buenos presentimientos cruzamos el muro -recordó con una sonrisa.

Tenía razón, habíamos cruzado el muro siguiendo uno de mis presentimientos... hace mucho tiempo...

Había pasado un mes desde mi encuentro con la chica del bosque, estaba con Cat en una de las cavernas del área montañosa de las Tierras Baldías, ambos nos encontrábamos sentados en silencio ante una hoguera, como Cat todavía no se terminaba de reponer de la rotura de su rodilla habíamos estado viviendo ahí un buen tiempo, ese día estaba nublado y todo parecía indicar que la tormenta se acercaba.

-Parece que va a llover -mencionó Cat mirando el exterior, en ese tiempo era invierno, por lo que el aire era helado y si te daba en la piel sentías como si una aguja te estuviese pinchando constantemente.

-Sí, ¿Sabes?, creo que deberíamos pensar en irnos de aquí -saqué de mi mochila un rollo de papel, en él había un letrero de "Se Busca" con una foto mía y de Cat- hay de éstos en todas partes, se ofrece la liberación del esclavo que ayudé a encontrarnos más un millón de monedas de oro.

Diario de un superviviente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora