55. El exorcismo (Parte dos).

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Trish.

Independientemente de los planes que tuviesen Lucía y Ana yo seguía encerrada en la torre y la vida, aunque cómoda (eso nadie lo negaría), era deprimente, me encontraba presa en mi propia casa con mi propia hermana en contra y esperando para casarme un psicópata asesino y violador que solo me quería para tener descendencia. Lo bueno era que ellas no eran las únicas con planes.

Ese día en particular hacía mucho calor, era el tercer día antes de mi boda y yo me encontraba en una piscina...sí, lo sé, suena raro, pero cuando estaba haciendo los planos para le remodelación de la torre decidí hacer un suelo falso sobre un pequeño foso que podría llenar de agua y usar como si fuera una alberca semi olímpica, en esos momentos había aprovechado la alberca para que fuese una especie de yacusi, había hecho que bajaran la temperatura de la habitación y había mandado a llenar la alberca, como verán, todavía era la princesa. Mérida llegó mientras las estilistas que le daban un tratamiento especial a mis alas se iban.

-Me dijeron que querías verme -dijo rodeando la alberca, como todavía no era la esposa de Abraham ella tenía que fingir que todavía yo era la que mandaba.

-Claro, metete conmigo, hacía siglos que quería compartir esto contigo -le invité, Mérida fue a una habitación a aparte y salió con un bikini lista para meterse en la alberca, ella cerró los ojos un poco cuando metió su pie en el agua, debía de estar muy caliente para ella, pero no dijo nada, no quería dar muestras de "debilidad", me acerqué flotando a ella y la intercepté cerca del centro de la alberca- ¿Qué te parece?

-Esto no va a evitar que te mate lenta y dolorosamente -masculló mientras se pasaba la mano por la frente- por el amor de dios este sitio está hirviendo.

-La verdad es que yo la siento muy fría -le respondí mientras sacaba una cosa del fondo de la alberca era una pequeña esfera plateada- ha de ser por el agua bendita que tiene la alberca.

Mérida abrió mucho los ojos e intentó tomarme por el cuello, pero una barrera invisible se lo impidió, accioné el generador de PEM y la onda expansiva dispersó el vapor que cubría el agua, justo en el sitio donde estaba Mérida había un pentagrama dibujado con símbolos inentendibles en él.

-Elizabeth la llama La Trampa del Diablo, ella la creó, sirve para atrapar demonios, fantasmas y entes de otras dimensiones -le expliqué mientras salía de la alberca y me dirigía a mi mesita de noche de donde saqué un pequeño cristal rojo- esto es un diamante de sangre, es la sangre cristalizada de las personas muertas a manos de los avariciosos, son muy difíciles de conseguir, cuando lo tire al agua tu esencia será encerrada en él, que no te confunda nada, lo voy a tirar, solo quiero saber antes que nada ¿Cuál es tu nombre?

-Es Sabrina, hija única del rey de Ciudad Alfa y supremo monarca de toda la humanidad -respondió mientras se ponía más roja que un tomate por el calor.

-Y yo soy Trish, hija de dos exitosos mercaderes rusos, oriunda de México, mucho gusto -dije mientras tiraba el diamante al agua.

Encerrar a Sabrina en el diamante fue la cosa más espectacular que hice jamás, Mérida puso los ojos en blanco y de su boca salió una niebla grisácea que recorrió toda la superficie del agua hasta ser absorbida por el diamante, Mérida cayó sobre la superficie del agua y yo corrí hacia ella para que no se ahogara, cuando alcé su cabeza y pude notar su débil respiración ya habían llegado los guardias.

-Mérida sufrió un golpe de calor, llévensela al médico del palacio a menos que quieran perder su trabajo -les ordené y ellos obedientemente sacaron su débil cuerpo del agua para llevarla al doctor.

Cuando se fueron saqué el cristal del sitio donde lo había guardado (no pregunten donde) y lo miré detenidamente, en su interior se podía ver una pequeña figura humana golpeando las paredes sin ningún efecto.

-Deja de andar molestando o te tiro por el desagüe -le amenacé y la figura me hizo una seña obscena, me dirigí al micrófono que estaba en la puerta que era mi única forma de contactarme con el personal y lo accioné- Verónica, háblale al orfebre real, dile que ya encontré el rubí que faltaba para los aretes que le pedí.

Diario de un superviviente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora