33. Revelaciones

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Trish.

Si las múltiples incursiones de Carter a mis aposentos habían causado revuelo, su captura había hecho estallar la ciudad, se pasó en directo un "video original" de su captura por todos los canales del continente. En él, Carter era un chico de baja estatura y grotesca apariencia que me apuntaba con una pistola mientras me llamaba con nombres de todo, menos amables, ahí yo nunca soltaba el gas tóxico, si no que gritaba algo como "Dios me protege" al tiempo que le lanzaba una bola de fuego blanco (única cosa que en realidad sucedió) y entraban los guardias (Que en "realidad" vestían de blanco) a reducirlo de la manera más simple y sencilla, como si no fuese más que una alimaña. Obviamente nadie se enteró de las pequeñas modificaciones del video y yo tampoco fui para decir esta boca es mía. Una semana después de su encarcelamiento me encontraba en una limusina camino a la casa que tenía la familia real en las montañas del norte del continente, iba a ver a Mérida, se suponía que era una sorpresa, después de todo ya las cosas habían pasado y ella podía volver al palacio a ser mi dama de compañía y dejar el trabajo de secretaria a Luna, que cumplía con sus deberes de manera ejemplar, ese día ella venía conmigo, estaba absorta hablando con una de las muchas personalidades del mundo del espectáculo que querían que las entrevistase.

-Ya le dije que no puede, en este momento la princesa está en un viaje familiar, sí, como ya le había dicho está libre hasta el jueves por la noche, sí, a las once y media, utilice la puerta norte, cerca del...sí, del pico oeste, yo me encargo de los de seguridad, ya...adiós, salúdame a Ana -colgó con la señora y suspiró irritada- lo lamento, Trish, es solo que tenía a una chica muy insistente, quiere entrevistarte el jueves por la noche en el vestíbulo del palacio.

-No te preocupes Luna, has estado haciendo bien tu trabajo, ahora que lo pienso, ¿Qué tal van las cosas con tu novio?, no has utilizado tu día libre -algo pasó por la mente de la chica, pero al parecer lo ignoró.

-Nada, es solo que me acabo de enterar que lo encarcelaron -puse cara de sorprendida ante tal desgracia- una tipa plantó pruebas en su contra y ahora estará en Las Rocas Chocantes por un mes o algo así, mi padre y unas amigas están moviendo influencias para sacarlo de ahí.

- ¿Hay algo que yo pueda hacer? -le pregunté poniendo mi mano en la suya.

-No te preocupes, esta noche van a ir una amiga con un juez a mostrar las pruebas que juntamos, probablemente esté libre la semana que viene -me aseguró con una sonrisa.

- ¿Y esa amiga tuya cómo se llama? –a lo lejos se alzaba una casa señorial incrustada en la montaña, tenía las ventanas polarizadas y las puertas de roble, estaba hecha con la misma piedra que la montaña, granito sólido y duro, unas enormes columnas de roca la sostenían sobre el abismo que daba al suelo, los guardias y los drones patrullaban las inmediaciones cada cinco minutos, por lo que la seguridad era enorme.

-Catalina -respondió mientras bajaba del auto, juntas nos dirigimos a la puerta de la mansión y un sirviente sorprendido y asustado nos abrió la puerta.

-Su alteza, no sabíamos que iba a venir -aseguró mientras nos escoltaba por el recibidor de fría piedra grisácea hasta la sala de estar, el suelo estaba hecho de madera pulida y brillante, había sillones de piel acomodados en círculo alrededor de una mesa de cristal en la que se encontraba una estatua de un ángel hecho de vidrio, pegado en la pared había una chimenea de ladrillo rojo con una repisa arriba de ella, en él se encontraban fotos de Mérida y yo, de cara al paisaje habían construido una terraza enorme que se alzaba en las alturas, tenía alberca, sillas de playa y todo lo demás, estaba separada de la sala por un par de pesadas puertas de vidrio a prueba de balas, Luna y yo nos sentamos en las sillones de cara al paisaje montañoso a esperar a Mérida.

Diario de un superviviente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora