Trish.
¿Alguna vez les ha dolido el corazón? ¿No?, bueno...a mí sí.
Al inicio no podía creerlo, y bueno ¿Quién sí? Me encontraba recostada mirando horrorizada el cuerpo muerto de la persona que más amaba en el universo, no había pasado ni un día desde que recobré la memoria y ya me encontraba mirando a mi novio muerto a manos de mi prometido.
- ¡No! -grité liberando el dolor de mi corazón, me abalancé sobre el cuerpo de Carter tomando su cara entre mis manos mientras lo sacudía sin cesar con la intención de despertarlo, pero obviamente nada de eso sucedió, el agujero en su frente era la prueba.
-Vaya, así que Mérida tenía razón, lo amas -dijo burlón Abraham, me intenté levantar con la intención de golpearlo, pero él en contestación pisó mi ala rota lo que me hizo caer entre gemidos de dolor- yo que tú no lo haría.
- ¿Por qué no la matas y nos quitamos el problema de encima? -dijo una voz serpentina fuera de mi campo de visión, era de Mérida.
-No voy a matar a mi futura esposa...aún -respondió Abraham entregándole la pistola a uno de los guardias.
-Pero hicimos un trato... -dijo Mérida claramente asustada y enojada- tu dijiste...
-Yo no dije nada, no hay trato, tú dijiste que Trish estaba muerta, por eso accedí a desposarte, clon -Mérida apareció en mi campo de visión, estaba roja de furia y me miraba con intenciones asesinas- ahora que Trish está vivita y coleando puedo casarme y tener descendencia con ella, luego si quieres puedes divertirte con ella en algún sitio lejos de Alfa para no volver jamás -Mérida pareció querer protestar, pero Abraham sacó el cuchillo y lo mantuvo juguetonamente en su mano- voy a ser amable y te dejaré mantener tu posición como dama de compañía del ángel hasta que ambas me dejen de ser de utilidad, esa será tu recompensa por tu ayuda a la corona, luego de eso ambas desaparecerán de Alfa para siempre a menos que quieran terminar como Carter...solo que con una muerte menos rápida.
-Eres un patán y un mentiroso cabeza hueca -siseó Mérida, Abraham alzó el cuchillo y ella bajó la mirada- pero acepto.
-Ah, no quiero que le hagas nada hasta que ella dé a luz, luego es toda tuya, hasta entonces se la buena hermana que fingiste ser -le ordenó Abraham mientras se daba la vuelta y desaparecía- por cierto, entierren el cuerpo, se supone que él está en la cárcel y quiero a todo un pelotón vigilando la zona las veinticuatro horas del día, no sería la primera vez que La Muerte le hace un favor.
Un par de soldados me levantaron con toda la delicadeza que pudieron, pero eso no impidió que me doliera el ala.
El trayecto a Alfa fue lento, doloroso (por lo baches del camino) y muy deprimente, yo seguía llorando la muerte de Carter y maldiciendo todo lo que podía a Elizabeth por habérselo llevado y a Lucía por desaparecer. Mientras tanto tenía que aguantar la mirada asesina de Mérida.
- ¿Por qué? -le pregunté a la iracunda Mérida- éramos hermanas, hice que nos trataran como a iguales. ¿Por qué?
-No es nada personal, cariño -respondió indiferente- Mérida si te quería, o al menos lo hace, yo en cambio solo quiero lo que es mío.
-A qué te refieres... -empecé, ahogué un grito cuando por unos segundos su imagen cambió, sus ojos se volvieron azules y su mirada prepotente, era la yo que había visto el día que aprendí a usar el fuego.
-Veo que ya me reconoces, no sé cómo llegaste a aquí, solo sé que un día yo dejé de estar en mi cuerpo y me encontré mirando lo que tú hacías, pero sin poder hacer nada -relató con la voz llena de dolor- era una pasajera en mi propio cuerpo, de vez en cuando podía tomar el control y molestarte, por ejemplo sacando tus alas cuando estabas en público o haciendo que te tropezaras, pero nunca pude decir ni hacer nada, tú me robaste mi vida, mi cuerpo y mi reino -un leve sentimiento de culpabilidad creció en mi interior, no había pensado en lo que le pasaba a nuestras versiones de las dimensiones que visitábamos, por eso no había dos Trish o dos Carter en cada dimensión, porque robábamos el cuerpo del yo de la dimensión que visitábamos- hasta que un día una sombra me visitó, me aseguró que había una forma de invertir los papeles y devolverme mi cuerpo, así es como terminaste en el cuarto de los espejos, por desgracia recibiste ayuda y me venciste, aunque gracias a eso mi esencia logró escapar de tu cuerpo y tomé prestado el de tu hermana, todavía la escucho gritar en mi mente, es una molestia, pero es mejor que verte desperdiciar mi vida y mis oportunidades.
-Pero ¿Por qué inculpar a Carter? -las cosas estaban cobrando sentido en mi mente, una parte de mí recordó el papel que Ana había metido en mi bolsillo, pero no podía sacarlo frente a ella.
- ¿Acaso no sabes sumar dos más dos? -se burló la chica- hablé con Padre, a él no le sorprendió mi existencia, de hecho, parece que siempre estuvo consiente de ella, él me dijo que me arrancara el ojo y culpara a Carter, que me hiciera la víctima y tu harías el resto, tuvo razón. El plan era simple, tú usarías tu influencia sobre Carter y lo encarcelarías, Abraham descubriría la fórmula de la inmortalidad y yo ocuparía tu lugar como su esposa mientras que tú desaparecías del mapa para siempre, por desgracia al niño no le gustó la idea de casarse con un clon y decidió rechazar el plan, luego de que te raptaran yo vi mi oportunidad y alegué que te había matado la novia de Carter, entonces Abraham tuvo que decidir entre no ser rey o ser rey, pero casarse conmigo.
-Entonces decidiste ser plato de segunda mesa -murmuré.
-Cuando has pasado casi quince años encerrada en tu propio cuerpo aprendes a conformarte con lo que sea -respondió con un suspiro- pero disfruta tus últimos días, los preparativos para la boda están casi listos, te casarás dentro de una semana y dudo mucho que puedas resistirte a Abraham por más de unos minutos, te aconsejaría cooperar.
Llegamos a Alfa en la noche, los guardias me bajaron del furgón donde me encontraba presa y me llevaron al ala médica donde fui tratada por los médicos del palacio que me curaron el ala rota, pasadas unas horas me encontraba en mi vieja habitación tendida en mi cama con el ala vendada, la habitación era la misma, salvo que la puerta de ella era de alguna especie de metal resistente al calor y habían puesto barrotes en las ventanas y sellado el balcón, en resumen estaba encerrada en mi habitación, por suerte eso era lo único parecido a la cárcel que tenía, Mérida ya no dormía en la misma habitación que yo (por mi seguridad) y todavía conservaba los antiguos privilegios que cargaba, salvo el más indispensable, la libertad.
Esa noche la pasé recostada en mi cama mirando al techo y pensando en la poca suerte que había tenido en los últimos años, primero me había enamorado de un mago que conocía el fin del mundo para después ser tragada por un agujero negro y viajar a otra dimensión, ser clonada y robarle el cuerpo de alguna forma a la yo originaria de ésta dimensión, para después vivir una mentira durante quince años, reencontrar a mi novio que se había convertido en un psicópata interdimensional inmortal para después encerrarlo gracias a un engaño que había orquestado mi hermana clon/yo de esta dimensión, ser secuestrada por la otra novia de mi novio que no me recordaba por alguna especie de amnesia rara y luego de recuperar las memorias y tener un bello reencuentro presenciar su muerte a manos de mi obligado prometido, en resumen mi vida (y mi existencia en general) era un asco.
Ya estaba por quedarme dormida cuando recordé el papel que me había dado Ana, lo saqué de mi bolsillo y lo leí:
"Trish, quema esto después de leerlo, Lucía y yo tenemos un plan, aguanta y no mueras, por cierto, aquí hay una solución para tu hermana..."
Una sonrisa se formó en mi rostro y mientras quemaba el papel con las palabras de Ana grabadas a fuego en mi cabeza, si Lucía y Ana tenía un plan todavía había esperanza.
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Diario de un superviviente.
Novela JuvenilÉl es un chico solitario y misterioso con tendencias a desaparecer en un parpadeo que guarda un secreto de importancia global, ella es una vivaz chica que busca arreglar el extraño corazón de él. Por otro lado tenemos a un chico sin pasado e inmorta...