Diario de un superviviente.

30 Suma Caridad

Carter.

Debo admitirlo, mi captura fue muy rápida y poco decorosa para alguien de mi reputación, se burlarían de mí en la cárcel.

Me encontraba en un calabozo, las paredes eran de piedra musgosa, por el suelo se arrastraban las ratas y demás cosas desagradables, miraba al techo, no había luz por lo que solo tenía mis propias concepciones del espacio. Después de la paliza que me metió el ángel (Ahora que me doy cuenta, ni sé su nombre) y el innecesario disparo en la cabeza que me dio el soldado, me había despertado en ese calabozo, conocía bien las leyes de Alfa, me juzgarían como mayor de edad, por la altura de mis cargos no me darían un abogado y me sentenciarían a pena capital, aunque eso último estaba en duda, después de todo, no puedes sentenciar a muerte a alguien que no puedes matar, por lo que me mandarían a la prisión de Suma Caridad para toda la eternidad, después de todo, existe la probabilidad de que mi factor curativo me vuelva inmortal, eso no me importaba, lo que me importaba era Cat, Luna y Lucía, en lo que le pasaría si intentasen rescatarme, a ellas sí las matarían, bueno, no tanto a Lucía, pero Cat y Luna eran mortales.

-Niño, ya es la hora -dijo alguien mientras me habría la puerta de la celda, la luz me cegó durante unos segundos, parpadee varias veces, me encontraba en una estancia muy grande, me encontraba frente a un estrado, donde el Profeta en persona me miraba indiferente, vestía un gorro de oro que tenía una cruz en el centro, tenía una túnica de seda y oro, en la mano derecha sostenía un martillo de roble, a su derecha (mí derecha, su izquierda) estaba el Ángel con Luna a su lado, la Ángel me miraba pensativa, pero con desprecio, todavía no paraba de darle vueltas en mi cabeza sus palabras, ¿Qué le habría sucedido a Mérida? Y ¿Por qué Luna trabajaba ahora para ella?, al otro lado estaban los miembros del gobierno del país, ellos me miraban con desprecio, detrás de mí y a los lados estaba toda la población de Alfa, drones con cámaras flotaban a mi alrededor, mi juicio sería televisado.

-Vaya circo tienen aquí montado ¿No? -dije sonriéndole a la cámara- no pensé que mi captura causara tanto revuelo... -un disparo atravesó la sala y me dio en la frente, el hombre que tenía al lado me había disparado en la sien, me sacudí la cabeza para quitarme la bala del cráneo y despejar la jaqueca- lo entiendo, hable, oh gran señor del gorro gracioso -otro disparo.

-Carter, usted ha sido calificado como enemigo público número uno, sus cargos son: robo a mano armada, acciones sacrílegas, resistencia al arresto, destrucción y allanamiento de propiedades privadas y públicas, daño y protesta en contra de la corona, atentar contra la decencia del Ángel, adorar a cultos satánicos, incitación de las masas, sublevación en contra del gobierno y sus leyes, cruzar ilegalmente las fronteras sagradas de la Atlántida, mutilación del cuerpo de la dama de compañía del Ángel y asesinato en primer grado, ¿Qué tienes que decir? -me miró fijamente con una sonrisa sarcástica en el rostro.

-tres cosas, número uno, yo no lastimé a Mérida, la H-E-R-M-A-N-A del Ángel -todos temblaron ante mis declaraciones de que Mérida era, en efecto, le hermana del Ángel- número dos, Cat, quédate en casa y sigue el plan -recibí un disparo en respuesta. Miré al Ángel- número tres, ¿Cuál es tu nombre?, ya me cansé de llamarte chica, alteza o Ángel.

-Si no tienes más que decir, se te declara culpable de todas tus acciones y se dejará tu destino en manos de Dios, cuyo representante aquí es, el Ángel de la ciudad -la chica se levantó y todos en la habitación se inclinaron, ella tenía las alas abiertas.

-Carter, debido a condiciones excepcionales se te revocará la pena de muerte -hubo murmullos de desacuerdo por toda la sala, pero todos callaron cuando ella volvió a hablar- pero tus crímenes contra la humanidad son imperdonables, por lo que te sentencio a residir en la prisión de Suma Caridad hasta que nuestro señor, Dios Padre, decida acabar con tu existencia.