Capítulo 2.

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Había pasado una larga semana desde que Alexander Harrison había entrado a la empresa, lo habíamos apodado como "el ogro" por sus drásticos cambios de humor, a veces llegaba a la empresa serio y otras gritaba sin razón alguna, nos ponía trabajo extra hasta altas horas de la noche y me incluyo porque estaba llegando a casa a medianoche, lo bueno es que así mismo estábamos ganando por horas extras.

Me levanté de la cama, hoy era lunes y comenzaba otro día, me dispuse a ducharme para sacar la pereza que tenía acumulada en el cuerpo, me estiré y bufé por lo bajo por el dolor de cabeza, realmente estaba cansada y quería dormir todo el día.

Salí de la ducha y caminé hasta el closet para escoger algo cómodo, en realidad no tenía muchas ganas de ir muy arreglada como suelo hacerlo para ir a la oficina, opté por jeans cómodos y una chaqueta a juego, unos tenis blancos y mi cabello suelto.

Tomé mi bolso y caminé hacia la cocina dejando todo sobre la isla, tome una taza de café con tostadas rellenas de mermelada y Aliah llegó a la cocina, se veía realmente fatal, su cabello rubio estaba enmarañado y sus ojos verdes selva estaban adornados por unas grandes ojeras.

—Buenos días, Kay —saludó bostezando mientras entraba a la cocina y se acercaba a mí para sentarse en la isla.

—Te ves fatal, pareces un mapache —dije en un hilo evitando reírme y la miré atenta.

—Cállate, tenemos un caso de una maldita enferma que está peleando por su bebé después de que intentó matarlo y tuve que quedarme toda la noche en la oficina estudiando el caso con mi novio Paul —se quejó sentándose en el sofá.

—Por lo menos tienes un empleo en donde tu jefe no es un ogro con cambios de humor —sonreí por mi comentario sentándome en el sofá. 

Ella solo sonrió, desayunamos animada mente, al terminar me despedí de mi mejor amiga con un abrazo mientras acomodaba el bolso en mi hombro. Aliah trabaja en un bufete de abogados muy prestigioso en Boston y es así como conoció a Paul Huddson, su actual novio, el cual es un brillante abogado de la firma de la ciudad.

—Adiós, Ali —me despedí depositando un beso en su mejilla.

—Nos vemos en la noche Kay, ojalá llegues temprano o te patearé el trasero —respondió sonriendo mientras me hacía una mueca.

—Está bien —asentí sonriendo por lo bajo.

Conduje hasta la empresa y estacioné, subí por el elevador a la par de algunos empleados que se veían cansados al igual que yo, todos se veían realmente formales, mi jefe seguro me matara por venir vestida así.

Llegué a mi escritorio y me senté, Jessica se veía muy nerviosa y no paraba de mirar hacia todos lados, incluyendo la puerta de la oficina de Alexander y sus manos temblaban como gelatina.

—¿Qué sucede hoy? —cuestioné mirándola atenta.

—El jefe anda de muy mal humor —comentó ella angustiada, cosa que no era rara en Alexander.

—Eso no es raro en él, Jessica —respondí bufando; —raro sería que no viniera de mal humor a la oficina —eleve los ojos al cielo mientras sacaba la agenda.

Ella solo sonrió y la imité, comencé a trabajar y pronto llegó el susodicho, se paró frente a mí y me quedé mirándolo mientras sus profundos ojos azules me miraban serios, yo solo me puse muy nerviosa con tan solo mirarlo.

—Kaylee calma, solo concéntrate —me reñí mentalmente.

Me obligué a mirarlo con seriedad y sus nudillos se tornaron blancos, me levanté de la silla mientras que él solo se acercó a mi lado mirando mi vestimenta.

SIEMPRE TUYA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora