Capítulo 11.

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Habíamos llegado a casa por fin después de tantos minutos, el frío se hizo presente haciéndome estremecer un poco, ya que había mucho viento, bajamos del auto y me acerqué a la puerta de mi antigua casa, respiré hondamente con las piernas temblando, tomé el valor de tocar el timbre.

—Vamos Kaylee, tú puedes hacerlo —me alenté a mí misma en voz baja.

Me acerqué más a la puerta y toque el timbre, Alexander tomo mi mano y eso hizo que se me erizara la piel un poco, entrelazo estas y pocos segundos después vi a la mujer que me dio la vida frente a mí abriendo la puerta, sus ojos azules me miraron sorprendidos y un sollozo brotó de su garganta en un silencio incómodo, levanté mi mirada con pocas ganas y la enfrenté, su mirada se anchó más al ver que Alexander estaba a mi lado.

—¿Rosse? —pregunto mi madre petrificada.

—No me llames así, vengo a ver a mi padre —espeté fríamente, odiaba que me llamaran por mi segundo nombre.

—Es un gusto volverte a ver hija —confeso ella perpleja.

Asentí bastante incómoda y entre hasta el inicio de las escaleras soltando la mano de Alexander, lo único que quería era ver a papá y abrazarlo en ese momento, subí hasta la habitación y allí se encontraba él, viendo televisión sentada en el viejo sillón de cuero marrón que teníamos desde antes de que naciéramos.

—¡Papá! —exclamé en un ahogo poniendo mis manos en mi rostro.

—Kaylee, mi pequeña hija —respondió sonriendo, se levantó y me miro con una gran sonrisa.

Me acerqué a él y lo abracé como si no existiera nasa más nada que él y yo, en verdad siempre he amado a mi padre, él había sido el hombre más importante de mi vida, él estuvo conmigo en cada etapa de la vida y agradecía por ello.

—Cómo estás de hermosa, mi pequeña niña —espeto abrazándome más fuerte.

—Te extrañé mucho, papá —respondí con lágrimas, cayendo silenciosamente entre sus brazos.

—Cariño, no llores, sabes que siempre estaré contigo —respondió limpiando mis mejillas.

Sus palabras eran de gran ayuda por lo que estaba pasando con Alexander, sentimos un gran abrazo y miré hacia atrás, mi hermano Christopher se encontraba con mi hermana Mellisa, nos abrazamos como en los viejos tiempos cuando éramos pequeños y papá llegaba de sus viajes de trabajo en los cuales duraba varios días por fuera de casa.

—¡Kaylee! —espeto mi hermano saludando.

—¡Christopher!, adoro verte de nuevo hermano —asentí abrazándolo.

Tras algunas lágrimas, nos separamos y abracé a mi hermana, en verdad adoraba estos encuentros como cuando éramos pequeños, papá nos preguntó varias cosas y nos hizo enfrascar en una plática de diversas cosas que todo se nos olvidó.

—Oxford es una ciudad fenomenal, papá, Samantha quiere ir a vivir allá después del nacimiento de Oliver —comentó mi hermano en una sonrisa.

—Chris, fuimos con papá hace muchos años a Canadá, ¿lo olvidas? —comenté recordando nuestro viaje a aquella fenomenal ciudad.

—Kay tiene una gran memoria, estaban ustedes dos pequeños cuando viajábamos por un gran negocio que iba a cerrar en esa época —sonrió papá recordando; —mi pequeña Mellisa aún estaba en el vientre de su madre, esperábamos los tres con ansias su llegada —añadió él abrazando a mi hermana menor.

Reímos al unísono y una voz femenina nos interrumpió, era mamá con Alexander tras ella, tragué en seco al verlo y suspiré pesadamente, ahora debía hablar con toda mi familia sobre el tema del dichoso compromiso y la boda.

SIEMPRE TUYA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora