Rumbos

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Fantásticamente te dijiste a ti misma:
"Felicidades, estás completamente solo".

-Ámsterdam.

×××

Los días después de que Amber se marchó fueron bastante difíciles. Los pensamientos en mi cabeza me asfixiaban cada vez un poco más.
¿Porqué estás aquí, Helena? ¿De verdad todo el sufrimiento ha valido la pena?.

Las palabras de Amber seguían golpeando con fuerza mi interior. Ella hablaba de todo lo malo que era, de en lo que me había convertido.... Amber tenía mucha razón.
Mi depresión había aumentado con severidad; las noches sin dormir y los días sin comer lograron formar bajo mis ojos unas terribles ojeras que ni siquiera todo el maquillaje caro podía ocultar.
Y comenzaba a replantear la posibilidad de estar equivocada cuando creí que Corea del Sur sería el lugar donde debía estar.

Todo estaba mal, y yo ya no quería ser yo.

No había hablado con mi padre desde que Amber se marchó; no sabía cómo explicar el hecho de que perdí a la única persona que estaba a mi lado porque ya no me soportó. Y además, mi padre era feliz; no necesitaba a una Helena con sus problemas a su lado.
Aún así me cuestionaba si volver a Italia me haría algún bien o aunque sea provocaría un cambio en mi persona. Pero después de esos pensamientos recordaba que cada momento vivido en Florencia había sido al lado de Yoon Gi, y eso lo haría bastante doloroso.

°°°

Exactamente una semana había pasado desde aquel día en el que mi mejor amiga se fue. Al menos en mi trabajo todo parecía funcionar con normalidad; lo único que había cambiado eran los rumores sobre mi persona: Todos decían que mi asistente Amber Williams había renunciado porque prefirió marcharse antes que soportar a Helena Greci, y por primera vez tenían razón.
Seung Baek, mi jefe; insistía en que podía ayudarme a conseguir otra asistente con facilidad, pero siempre me negué. No necesitaba una asistente que me odiara, necesitaba a mi mejor amiga.

Y ahí me encontraba. En la entrada al corporativo del Banco estatal de Seúl; no quería otro día más así.

Pensamientos que quemaban mi cabeza.

Dolor.

Era tiempo de actuar, no de pensar.

Ese era el día, Helena Greci estaba a punto de ir a la oficina de su jefe para cancelar su contrato, renunciar, tomar un vuelo a Italia y olvidarse de todo. Tan sólo pensaba en tomar nuevos rumbos.

Caminé decidida ignorando las miradas, me dirigí hacia el ascensor rumbo a la oficina de mi jefe, en el quinto piso.
Y una vez que la puerta se abrió, no entré sola, Ra Nia iba detrás de mí.
Ni siquiera le saludé. Ella me odiaba y yo la odiaba, era un acuerdo mutuo de silencio en el que ninguna de las dos necesitaba decir algo si no había un jefe con el cual corresponder.
El elevador comenzó a subir por unos segundos, cuando de pronto se detuvo en seco y todas las luces se apagaron.

-¡Mierda!- Grité en ese español que Ra Nia no podía entender mientras presionaba el botón de emergencia.

Escuché la respiración pesada de la alta mujer de cabellera castaña, al tiempo que buscaba mi celular en el bolso para llamar a mantenimiento.
Y no había señal dentro del ascensor. Ambas parecíamos estar muy jodidas.

¡Te odio! »Suga, temporada 2«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora