D I E Z

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—chicos, su maestro se negó, me dijo que trabajarían juntos sea como sea. Y más si estaban enfadados. Así que nada qué hacer; harán juntos el taller.

Esas fueron las únicas palabras que escuché antes de volver a mi asiento maldiciendo entre dientes mientras todos me miraban como si yo fuera un bicho raro, pues, ningún hombre rechazaba a Abigaíl, en vez de eso, eran capaces de matarse entre sí por estar en una habitación a solas con ella... Por tener ese privilegio que aparte de sus conquistas momentáneas, sólo yo tenía.

Ese día ella no se apareció frente a mis azules ojos y lo agradecí, porque estaba verdaderamente fastidiado. No quería ni imaginarme las cosas de las que hubiera sido capaz si la veía haciendo el papel de inocente una vez más.

No podía creer el grado de sinvergüenzura que tenía mi maestro al obligarme a estar con ella. ¿Éramos su diversión mientras él estaba enfermo?

Unas horas después, me hallaba en mi habitación organizándola, para trabajar en paz como siempre lo hacíamos, aunque podía apostar que iba a haber mucha tensión.
Tomé mi almohada para sacudir mi cama buscando extinguir todo rastro de polvo o mugre. La dejé lista y proseguí a encender mi computadora, en la que hacíamos las investigaciones acostados en el suelo como Abbey lo prefería. Todavía no conocía su casa lo que se me hizo raro ya que tenía su domicilio desde hace mucho, cuando ni siquiera me toleraba.

Me adentré al baño que estaba interno en mi habitación, llené mi rostro con agua fría del lavabo y me sequé con una toalla limpia.
Recargué mi espalda en la pared y suspiré con fuerza. Era difícil para mí, tratar de negar lo que siento por Abbey... Entonces eso era lo que ella sentía al obligarse. Estaba decepcionado, no me equivoqué al afirmar que ella quería manipularme, que quería hacer lo que hace con todos: acercarse y lastimarme.

Borré todos esos pensamientos de mi cabeza, me miré en el espejo y sonreí, toqué delicadamente el pomo de la puerta como si fuera un tesoro, la verdad no sé porqué hice eso. Fue un acto inconsciente.
Abrí la puerta, pasé el umbral y pegué un respingo al recibir un susto del infierno... Abbey sentada en mi cama esperando mí salida del baño con total confianza.

— ¿Porqué no tocaste la puerta? —le grité.

— ¿Qué? Llevo casi dos meses haciendo lo mismo ¿Porqué te molestas ahora?

—Claramente porque estoy molesto contigo —contesté obvio y ella me dio la espalda.

—Bien, comencemos entonces si quieres que me valla rápido.

—Eso quiero, Abigaíl.

Vi en su cuerpo de espaldas que decir eso fue un golpe directo a su estómago.
Abbey me invitó con una mirada débil a acostarme a su lado cuando ya estuvo acomodada en el suelo.
Ella me dijo una vez que le encantaba sentir el frío del piso en su piel. Y yo ya me acostumbré a estar con ella de esa forma.

Al comenzar con la investigación tal y como aposté Abbey se notaba incómoda. Con el pasar del tiempo nos fuimos entendiendo y nuestro trabajo a fluir como siempre.

—Es demasiado —me informó.

—Es fácil Abigail —le indiqué— multiplicas largo por ancho —comencé a dibujar en mi libreta— debes tener en cuenta esto —tracé una línea recta sin regla— y se supone que ese es el ángulo perfecto para la fotografía.

—Y aparte bien raro —Dejó caer su cabeza entre sus brazos y casi me río, pero recordé que no debía demostrarle nada.

—Si no te gusta la fotografía entonces, ¿Por qué estás en la carrera?

— ¡Si me gusta! La amo. Solo que a veces se me complica. Por eso lo complicado me atrae...

Sin poder evitarlo, ese comentario me hizo mirar hacia otro lado. Trataba de no conectar con los ojos de Abbey. Al volver mi vista a ella me percaté de que tenía entre sus delicadas manos mi libreta y la hojeaba desde el principio.
Esa libreta que estaba llena de versos en rima y dibujos. De los cuales la mayoría eran dedicadas a, e inspiradas en Abigaíl; del mismo modo los dibujos, se hallaban un sinfín de retratos de ella y muy pocos de mi escasa familia.

AdvarselⓢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora