V E I N T I C U A T R O

128 47 13
                                    

 Ella gruñó fastidiada y sacudió su cabello con ambas manos llenas de frustración; a cascarrabias y pasos largos forzados, llegó hasta mí. Puse mis manos al rededor de su rostro y comencé a pasearlas por toda su cara, apretando sus mejillas y su nariz respingada, mientras veía que ella hacía muecas de fastidio y alejaba mis brazos de su cabeza, ya que luego estaban en su cabello despeinándolo. Reí frente a sus expresiones, la había irritado demasiado así que supuse que ya debía parar, me dejé caer en su cama y ella cruzó sus brazos bajo su pecho.

-¿Qué esperas? -yo pregunté.

-Lo mismo que tu -rodó los ojos y prosiguió- No sabes cómo me arrepiento de todo esto -Sonreí.

-Pero siempre te pongo hermosa -le repliqué. Ella achinó sus ojos.

-Tienes un punto Fitzumark -se rindió al fin y se dirigió a mi habitación.

Yo me quedé en la suya y me acerqué vagamente al armario; muchas blusas de colores y diseños variados. Agarré la que más me atraía, porque todas eran hermosas, fue una difícil decisión... Luego un jean y unas sandalias fueron la elección perfecta. No podía esperar a ver qué había elegido Meeshell para mí. Aunque ya ambos nos sabíamos de memoria nuestros respectivos armarios y los opuestos también, ya me había aprendido cada una de las prendas que se encontraban allí adentro.

-¿Ya Thia? -me gritó desde la recámara de al lado. asentí y en unos segundos la vi pasar por la puerta de su cuarto.

-Ve y báñate, luego seguimos con ésto -le dije.

Asintió y me ordenó ir a ducharme. Obedecí y fui a mi cuarto. Viendo de primera que en mi cama reposaba la ropa que Meesh eligió para vestirme, siempre lo hacía genial, pero yo no me quedaba atrás.

Me salí de toda la vestimenta que llevaba y me metí a la ducha, dejando la ropa sucia en el canasto. Abrí la llave y el agua caliente recorrió mi cuerpo, una ducha rápida bastó para hacerme sentir bien. Cerré la llave del agua y salí del baño con una toalla al rededor de mi cintura. Un pantalón negro y una camisa verdosa me esperaban en la esquina inferior de mi cama; fui hasta allí y los tomé entre manos, luego fui a buscar ropa interior a mi armario y me cambié, literalmente volando; ya eran las dos y cuarenta y cinco de la tarde. Cuando estuve cambiado y con mis tenis verde oscuro en los pies, crucé el umbral y salí de mi habitación, para adentrarme en la de Meeshell. Toqué delicadamente la puerta y le pregunté si podía pasar. Al cabo de unos segundos me encontraba adentro mientras nos observábamos mutuamente y nos felicitábamos por el buen trabajo recién hecho. Separé la silla de la peinadora esperando que Meesh se sentara para peinarla. Eso si no era parte de las reglas pero comenzaba a considerarlo... Ella tomó asiento sin quejarse.

—Ya me desenredé, sólo debes hacerme un peinado bonito -me sonrió y me extendió la peinilla. La tomé y repartí su cabello rojizo en sesiones. Una vez hecho aquello, comencé a trenzar.

Miré mi reloj negro en mi muñeca izquierda que indicaba las dos y cincuenta y tres de la tarde, observé la apariencia de Meesh y sonreí, ella estaba muy hermosa, con su cabello suelto y una trenza atravesándolo diagonalmente, eso era lo que hacíamos cada vez que salíamos juntos, y para nosotros era muy reconfortante tener esa confianza. Antes de que fueran las tres de la tarde, Meesh alcanzó a peinarme a mí, con un poco de gel tostador, como lo llamo yo al no ser muy fan de el producto, y una peinilla de mi propiedad, todo mi cabello estaba hacia atrás y me veía bastante bien.

—¿bastante bien? ¿sólo "bastante bien"? -La pelirroja hizo comillas con los dedos y yo solté una carcajada.

—¿Qué quieres que diga? No sé cómo elogiarme a mí mismo.

—En éste caso, me elogiarías a mí. Vamos dilo -entorné los ojos y vi cómo me miraba expectante.

—Van a ser las tres, ya vámonos Meesh.

—No me cambies el tema Thia...

—Esta bien -gruñí- Supongo que estoy guapísimo -le dije.

—Me conformo -me guiñó un ojo y salió de su cuarto caminando hasta la sala, esperándome mientras guardaba millonadas de cosas "por si las moscas" en su bolso- ¿Ya estás listo? -me preguntó.

—Un segundo -troté hasta mi cuarto una vez más y estando allí me arrodillé frente a mi mesa de noche.

Meeshell se apoyó en el umbral de mi puerta, esperándome. Abrí la gaveta y saqué de ella mi cadena, al ponérmela en el cuello la chica frunció el ceño y me dijo: —Eso no lo elegí yo.

—Lo sé, pero siempre la llevo -cerré la pequeña caracola que colgaba de ella, que se podía abrir y cerrar, para guardar lo que quisiera llevar siempre conmigo.

—Si, me he dado cuenta. Vamos y en el camino me cuentas.

Asentí y metí mis manos en mis bolsillos delanteros, abrí la puerta para que Meesh saliera y me percaté de que ya no traía el bolso que supuestamente iba a llevar, pero al preguntarle me contestó con el hecho de que simplemente se había arrepentido, se encogió de hombros y le puso llave a la puerta. Entonces nos echamos a caminar; en todo el camino no se escuchó palabra alguna de ninguno, eso si me preocupaba, era extraño que nosotros no encontráramos un tema para hablar, nunca me aburría estando con Meeshell, ella era como mi hermana, Sarah; alegre, comprensiva, bella y buena persona. A veces me recordaba mucho a ella y me bajaba los ánimos, creía imposible que Sarah estuviese muerta, ella... Se fué. Sólo me dejó aquí, era muy duro haberla perdido al mismo tiempo que perdí a Abigaíl, me sentía tan solo, tan derrumbado. Pero entonces llegó Meesh, que es como mi hermanita, jamás reemplazaría a Sarah pero la quería de igual forma.

Volví a ver a mi enfermera, que caminaba a mi lado y pateaba las piedras que se encontrase en el andén. Pasé mi brazo por sus hombros y la sacudí, ella se sorprendió un poco por mi gesto y decidió hablar.

—Entonces, ¿Qué me dirás de la cadena?

—La compré. Sabes que... A mi hermana mayor la cremaron, y yo tengo sus cenizas -Sus labios formaron una pequeña línea recta y sus ojos cristalinos me miraron con pésame. Nuestros pasos cesaron y estábamos uno frente al otro, esas palabras que dije me dolían y nada mejor que unas lágrimas para confirmarlo...

—Lo siento tanto...

—Si, entonces llevo en la caracola, algo de las cenizas, puede que suene extraño o típico de psicópata, pero eso me hace sentir su presencia siempre. -limpié mi rostro con mis manos y tomé una de las suyas para entrar a una cafetería bastante hogareña.

Las paredes eran marrones y parecían de madera pura, pero en realidad se trataba de un gran artista que las pintó de ese modo. Olvidé por un momento mis minutos de tristeza y tomamos asiento en una de las mesas, no tardó en llegar hasta nosotros un adolescente un poco más bajo de estatura que yo, tez blanca y cabello oscuro.

—Bienvenidos, éste es el menú ¿necesitan tiempo o van a ordenar ahora?

Le sonreí ampliamente a Meeshell. El chico se había quedado observándola y ella se sentía un poco incómoda. Una chispa de rabia destelló en us ojos azules y me extrañé.
—Pediremos ya -dijimos al unísono haciendo reír al chico.
—Que linda pareja -soltó con dulzura y nos hizo mirarnos al tiempo a Meeshell y a mí, los dos reímos y no negamos la afirmación del empleado.

Meesh le pidió de una forma indirectamente grosera, unos cupcakes de chocolate y malteadas de vainilla para ambos. Estuve de acuerdo con su decisión, el muchacho se fue a la cocina con nuestra orden en su diminuta libretita.

—Si supiera que no somos "pareja" -volvió a hacer comillas con los dedos y yo me reí de su expresión de asco.

—Cierto, ya quisieras -le dije y ella me golpeó el hombro, le seguí el juego pero sabía que entre esos dos había algo más profundo.

Las risas por parte de ambos no tuvieron final hasta volver a casa, cuando ya era de noche.
Odiaba saber que el siguiente día sería lunes.

AdvarselⓢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora