D O C E

202 69 70
                                    

Alguien tocó el timbre de mi casa y tuve que ir yo a abrir.
Me levanté con una sonrisa tatuada en los labios, radiante de felicidad.

Tomé con suavidad el pomo de la puerta de entrada y al estar enfocado observé a mis dos únicos amigos mirarme como si fuera un completo Alien.
No les di respuesta alguna, estaba demasiado feliz como para hablar. Eso hasta que Adriana decidió tomar la palabra para pedirme una explicación.
Cosa que me confundió. No había sido específica así que le pedí que lo fuese.

-No te engañes, sabemos lo que sucede, esa sonrisa tuya Thiago. Tenías bien guardado ese gesto hace mucho tiempo.
-Bueno eh... ¿No puedo sonreír?
-Supongo que si, pero mirate eres un exagerado -intervino Daniel que abrazaba por los hombros a su novia y no quitaba su escandalosa mirada de mi rostro.

Me rendí, ellos me pidieron explicaciones. Acabé contándoles que estaba con Abbey, sin detalles, solo eso.
Esperaban que les dijera, como la conocí, si ya me había lastimado, y formularon algunas preguntas hirientes, sobre ella.

Me duele que todos tengan un mal concepto de lo que en realidad es Abigaíl.
No quise responder esas brutalidades, me di la vuelta y me dirigí a la cocina, allí me hice un desayuno; huevos revueltos, tocino y lo mejor fue que aquellos dos no pronunciaron palabra alguna mientras lo hacía. Tenían cosas mas importantes que hacer...

Les resté importancia y traté de alejarme lo mas posible de sus cuerpos, lo cual no logré ya que la sala no era tan grande.
La opción que tomé fue la de acomodarme en el comedor y dejarlos en los muebles. Unos minutos tranquilos que pasé mientras desayunaba...

Al terminar volví a meterme en la cocina con pasos cuidadosos para no mostrar presencia.
Lavé todo lo que utilicé al cocinar y rápidamente me dirigí a mi habitación, en la cual tomé un baño rápido. Tiré toda mi ropa al suelo y me metí a la ducha.

Abrí el tubo del shampoo y lo sostuve sobre mi cabeza esperando que saliera. Pero no lo hizo y me extrañé. Razoné y caí en la conclusión de que Sarah estuvo usándolo, ella y sus prejuicios.
A Sarah le encanta el perfume de hombre, y odia el de mujer. Es un tanto rara. Todos los días usa lo mío: Mi perfume, Shampoo, Desodorante. Hasta dice que son mejores las cuchillas de hombre para afeitarse.

Tal es su obsesión, que muchas veces me asombra, pero ya me acostumbré.
Abrí de nuevo la llave del agua para llenar un poco el tubo y poder lavar mi cabello.

Salí del baño con una toalla en mi cadera y mi cabello mojado y revuelto.
Con dificultad me acerqué a mi armario y bajé uno de los ganchos con la ropa que me pondría; al ponerme mi camiseta salió disparado un pedazo de papel con algo escrito que no logré descifrar pero me pareció conocido.

Comencé a palpar el suelo a ver si lo hallaba, las cosas que odiaba de no usar los lentes.
Unos segundos después cuando ya me había rendido me levanté y al caminar pisé algo. Lo recogí y tuve que acercarme a la letra.

No había usado eso desde que lo tenía...

Calle 13 Norte Hollow - Carrera 25

Lo guardé en el bolsillo de mi pantalón

Me apresuré en estar listo, cambiado y todo lo necesario. Salí de mi habitación no sin antes ponerme mis lentes para no botar por las escaleras.

Les di una última mirada a mi pareja de amigos y abrí la puerta de entrada; pasé el umbral y me encontré con mi antejardín.

Sarah estaba estudiando por lo que se llevó la motocicleta y me eché a caminar.
Miré a lado y lado antes de cruzar la acera y toqué el timbre como lo hice hace unos días.

Nadie me abrió.
Y tampoco escuchaba ningún rastro de vida allí dentro. Entonces recordé.
Di la vuelta completa a la casa y caminé hasta llegar a la puerta trasera; me fijé en que nadie me estuviera viendo y de forma ágil me adentré por la ventana que Abbey dejaba abierta.

"Eres tan delgado que podrías caber en la ventana trasera de mi casa -rió- y creeme, nadie cabe allí"

Sonreí triunfante y me felicité mentalmente al hallarme dentro de su casa.
Me dirigí a ciegas a su habitación. Habían un millar de habitaciones, halls, estudios, ¡hasta biblioteca!
En el segundo pasillo al fondo al fin encontré su espacio personal; el cual no dudé en irrumpir. Aún sabiendo que estaba mal, es un defecto. Su hogar era enorme. Debe sentirse mal de vivir sola aquí.

No revisé su armario, pero ví un lazo sobresalir por un agujero de éste y la curiosidad me ganó. Se encontraba una caja de tamaño regular, no estaba decorada, era toda marrón. Levanté un poco la tapa y lo que ví me sorprendió y me enterneció.
Ahí estaban todos los regalos que yo le había hecho hasta el momento.

Observé un espacio en blanco en su pared. ¿Ella vive aquí sola... No le molestará lo que estoy pensando?
Lo mas seguro es que no. Apartando el hecho de que Abigaíl es muy poco tolerante.

Tomé entre mis dedos de nuevo la caja para dejar todo en su sitio y marcharme de la casa. Me puse mis auriculares y me dispuse a buscar el camino de regreso.

Saqué mi móvil al salir por la ventanilla y marqué su número.

—¿Hola? Hablo con...
—Hola Abbey, sabes quien soy -reí- ¿podría verte ésta tarde en la cafetería? Ya sabes, la que está en frente del parque.
—Debo revisar mi agenda -rodé los ojos- Es broma, ¿a que hora?
—A eso de las cuatro -le dije
—Esta bien -me respondió- te espero.
—Vale Adiós.

Se despidió igualmente de mí.
Luego le di orden musical al móvil y volví a mi casa a almorzar.
Adriana y Daniel ya estaban almorzando y Sarah me observaba con detención.

—No me avisaste que saldrías... Siempre lo haces.

Me acerqué a la cocina y la abracé con mucha fuerza. La quiero mucho y no quiero obsequiarle dolores de cabeza.

—Te quiero Sarah -la vi sonreir- pero lo de mi shampoo me lo vas a pagar.

Ella se soltó de mi abrazo y se fue corriendo a su habitación, la seguí y puso el cerrojo.
Negué con la cabeza mientras sonreía...




AdvarselⓢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora