La pesadilla me atormentó. Concedí el sueño una hora más tarde, frustrada conmigo misma al no obtener conclusiones. Lancé varias hipótesis al aire pero no daba con nada, comencé a exasperarme y planté mi almohada en mi rostro en un vano intento de lastimarme yo sola. Mi brazo izquierdo emprendió su labor de presenciarse y de recordarme que estaba doliendo demasiado. Guardaba muy a flote mi rencor contra Alexander.
Apartando los mechones indecisos de mi rostro, me metí a la ducha y al estar completamente lista bajé al encuentro del desayuno. Marieth me observaba con una expresión terrorífica. No tardé en preguntar si algo sucedía y Elizabeth abrió la boca para sacarme la duda de encima.
—Nada grave, sólo llegaste t...
Su madre giró la cabeza e instintivamente ella dejó de hablar. No sabía por qué Marieth no permitió que su hija terminara la frase, pero a juzgar por su expresión deducía que estaba algo indignada hacia mí. Saqué algunas posibilidades de término de aquella frase. Lo primero que pensé fue que Eli me informaba que llegaba tarde. Los ojos de la mejor amiga de mi padre, estaban de un color oscuro, intransitables para mí, me acobardé y me retracté de revisar la hora en mi reloj de muñeca. Con una sonrisa fingida notable, debido a mi experiencia con las chicas de la universidad, Marieth me invitó a tomar asiento y me ericé a su toque. Fue como una descarga de electricidad directo a mi valor, directo a mi pecho, una punzada en el corazón. No sentía lo mismo con sus hijos, lo que me incomodó. Con ellos experimentaba distintas sensaciones, de alegría, incomodidad, empatía, desagrado, entre otros, pero ese toque... Sólo lo percibí con una persona.
Me congelé. Tensa y quieta. ¿Tendrían alguna relación? Mis ojos se abrieron de golpe y reaccioné a los llamados de Elizabeth. La madre de los chicos se miraba impaciente, esperando que me sentara a su lado. Con un temor irreconocible, obedecí a las insinuaciones de sus esferas negras. Me había intimidado. Yo era la que intimidaba a los demás, no encontraba una explicación lógica para lo que ocurría.
No aparté la vista de ella mientras desayunaba y por tal razón me atraganté. Mi tos no cesaba y decidí levantarme de la mesa. Me alejé un poco de todos por un periodo de tiempo excesivamente corto antes de acudir a mi habitación en busca de el baño. Devolví todo lo que comí, mi estómago crujió y mi pecho comenzó a saltar, lo siguiente que vi fue a mi lado, la silueta nítida de Liz mientras me daba palmadas en la espalda al tiempo que nos envolví en un abrazo. Tenía una necesitad terrible a algo que no lograba definir, pero sabía que tenía la obligación de hacerlo. Un nombre fugaz cruzó por mi mente y me aparté de mi amiga por un segundo para aclarar mis pensamientos.
(Sé que nunca hice algo como esto. Bien, tal vez si lo hice pero no contigo. Sarah, ¿tú en verdad estás junto a mi padre? me siento revuelta. Acabo de descubrir que presento una necesidad de preguntarte a ti sobre ésto... Como si tú tuvieras las respuestas ¿Por qué Marieth me ha transmitido eso? Sarah, ella le presentó mi madre a mi papá ¿no? has estado detrás de mi alma desde el terremoto. Yo lo sé, y me da miedo. Sabes de quién hablaba cuando dije que sólo sentí eso con una persona. Por favor, dame una señal de que me escuchas...)
Tosí por última vez para aclarar mi garganta y decir: —Me iré a lavar los dientes. Termina tu desayuno tranquila por favor, no quiero ser una molestia para usted, Elizabeth Garcés —Usé un falso tono de elegancia.
— ¿Cómo? —soltó una risa brusca— ¿Marieth acaso tiene cara de ser mi madre? —dijo con una mueca de asco.
Fruncí el ceño a su totalidad. No comprendí. ¿No era Marieth su madre? ¿Tenía yo todo ese tiempo sin saberlo? Me volvieron las ganas de vomitar lo que sea que haya sobrevivido a la arrasada anterior. Pedí una explicación pero ella sólo mostró una sonrisa retorcida que me produjo un terror; negó con la cabeza y salió de la recámara. Estaba anonada. Me entraron náuseas y antes de perder el equilibrio, aprobé la acción y me dejé caer en mi cama.
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Advarselⓢ
Roman d'amour«Todo era muy evidente para mí, pero para los demás inexistente» Mezclar la vida normal con las tragedias que te dejan a un paso de la muerte puede no ser tan buena idea, pero a ellos nadie les ofreció otro camino. √Todos los derechos reservados. √H...