Q U I N C E

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Presioné la pantalla de mi móvil casi del siglo pasado, para enviar un SMS al teléfono de Abbey avisándole que no tardaría en llegar a su casa. No me fijé si había contestado o si quiera, si había visto el mensaje. Me subí a la motocicleta de Sarah y como ya era diario fui por mi ruta preferida hacia la casa de Abigaíl.

Todos los días por las tardes, hacía eso, ya éramos oficialmente novios y obtuve su confianza así como yo le ofrecí la mía desde el inicio de lo que para ella vendría siendo un simple juego... Uno del que pude sacarnos a ambos.

Dejé la motocicleta a un lado de la carretera y mejoré la expresión mi rostro reflejaba, había acabado de tener una pequeña discusión con mi hermana, por el hecho de ocupar su moto. Según me informó, la quería para ir de paseo con su novio pero, él tiene su auto, era mi turno con el vehículo y si bien, nunca me apoderaba de él, ese día saldría y lo necesitaba. Debía entenderme de algún modo, yo siempre lo hacía con ella, y no entendía porqué había sido tan egocéntrica... Comenzaba a pensar que su novio le metía extrañas cosas y por montón a su pequeña cabeza, y eso no nos convenía a ninguno de los dos.

Toqué la puerta. Abbey tardó unos segundos en abrirme pero al final lo hizo con gusto, como siempre
Tomé asiento en el sofá y luego de verla un rato en la cocina ella se acercó y me ofreció galletas. Acepté sonriendo. Le había enseñado a cocinar y ella ya había logrado ganarme. No entraba en mi razonamiento, cómo alguien podía ser tan buena en tantas formas.

-Bueno, Hola Abigaíl -dije, tratando de llamar su atención, salpicando algo de ironía en mis palabras mientras comía. Llevaba unos minutos de haber llegado y de su boca no había brotado una sola palabra.

Lo que no me preocupaba en absoluto, nuestra relación era tan fuerte que ni siquiera hacían falta palabras para comunicarnos. Podía verlo todo en su mirada, sabía cómo se sentía por sus razgos faciales, su sonrisa, los movimientos que hacía con sus manos... Sabia cuándo estaba feliz, triste, molesta o confundida...

Todo era muy evidente para mí, pero para los demás inexistente.

Ella tomó asiento a mi lado y yo la abracé por los hombros con mi brazo derecho, al mismo tiempo acariciaba la parte baja de su hombro con mi mano. Apoyó su cabeza en mi pecho luego de un rato de estar hablando sobre nuestros días con naturalidad, sus ojos parecían cristales llenos de agua, y se movían inquietos cuando hablaba sobre algo que le gustaba, como lo éramos la fotografía, las flores, los cachorros y, por supuesto, yo.

Me levanté del sofá con una expresión brusca y nerviosa, porque sentí una vibración en mis pantalones. Sin querer la maltraté ya que con ese movimiento frustré la posición en la que estábamos y su cabeza rebotó en el respaldar del mueble. Me preguntó si pasaba algo, cuando recuperó la compostura y no le dije la verdad, esa vibración siguió y tuve que pasar al baño dejando a Abbey confundida.

Estando allí, saqué de mi pantalón mi móvil, el cual no dejaba de atormentarme con una melodía irritante, que pertenecía a un contacto específico; pero estaba muy extrañado, porque no escuchaba esa pegajosa canción desde hace años, lo que me ayudó a caer en cuenta de que mi móvil, oficialmente, era del siglo pasado.

En fin, apreté el botón y seguidamente oí la voz de Angélica:
-¿Hola? ¿Eres Thiago verdad?

Sonreí inmensamente, la extrañé tanto y no me creía que luego de dos años había vuelto a hablar conmigo, una sensación de euforia se desencadenó, dentro de mi pecho, recordándome cuánto la quería.

-¡Hey! Si, me hiciste una falta enorme -la noté reír.

-Y tu a mi. Quiero verte, estoy en tu ciudad y al llegar lo primero que pensé fue en hablarte, tengo algo importante para decirte.

AdvarselⓢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora