C U A R E N T A Y U N O

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Inmediatamente después de leer el volante, mi mochila voló a mi hombro y mi espalda fue golpeada. Tomé eso como una señal de tener que echarme a correr, y fue lo que acabé haciendo. Aunque definitivamente no huía de nada, no me cuestioné acerca de mi acción. Confiaba en Sarah literalmente a ciegas. Ya era normal para mí asumir que ella había bajado del cielo a ayudarme.

Miré la carretera solitaria sintiendo mis pies arder dentro de mis tenis. Corrí lo más que pude sin saber a dónde ir, al parecer estaba en buena forma física. Dilucí las casas con puertas y ventanas cerradas, negocios con los portones abajo, corrí un poco más y me orillé en el andén cuando oí bocinas de autos a mis espaldas, volví mi vista atrás sin detenerme y al voltear de nuevo me golpeé con una puerta recién abierta.

—¡Agh, maldición Sarah! —Me quejé sosteniendo mi frente — ¿No tienes una forma menos dolorosa de enseñarme un lugar?

—¿Con quién hablas? ¿Estás bien? —Pegué un brinco cuando escuché una voz profunda... Rasposa y grave. Una voz realmente atractiva.

Me puse nerviosa al intante —Yo no he dicho nada —Sonreí y recibí una sonrisa de vuelta.

—Lo siento, ¿dónde te he golpeado?

—No has sido tu.

—Déjame verte —Pidió y asentí amablemente.

Se acercó con precaución. Me percaté de sus ojos marrones, eran lindos, eran como una piscina sin fondo. Contenían mucho misterio. Su piel era blanca y no pude averiguar si era suave debido a que no me atreví a tocarla, tan solo revisaba el seguro chichón en mi frente mientras yo me mantuve quieta.

—Agh —gemí al sentir uno de sus dedos tocar mi piel.

Me había dolido y como acto reflejo me alejé.

—Necesitas hielo para eso —Murmuró.

—No hace falta, debo...

Genial, él me miraba de manera expectante y no tenía ninguna excusa para huir. Sus brazos se cruzaron y me sonrió.

—Ven, por favor.

—¿A dónde? —Pregunté confundida con una mano sobre mis ojos debido a que el sol me fastidiaba.

—Entra, conmigo, a mi casa —señaló pronunciando las palabras lentamente.

Su voz de nuevo me produjo un escalofrío, sin embargo me dejé guiar por el rubio en frente mío sin temor.

Cerró la puerta a sus espaldas mientras me ofreció asiento.

Observé el lugar, era pequeño y acogedor —¿Quién vive contigo?— me atreví a preguntar al chico en la cocina —¡Hey—

Giré para mirarlo, interrumpiendo mis propias palabras y él venía con una toalla que supuse, envolvía el hielo.

—¿Qué has dicho? —Preguntó.

Guardé silencio un instante, inspeccioné el lugar con la mirada. Tenía un aspecto moderno, era un departamento muy lindo, con paredes blancas y baldosas color crema. Había alfombrado gris y muebles del mismo color.

—He dicho que... ¿Hay alguien más viviendo contigo?

Su cabello rubio caía por su frente sin llegar a cubrir sus ojos, dicha melena se movió un poco cuando su dueño levantó la vista hacia mí. —No.

Respuesta corta, pero me conformé —Entiendo... —Agregué no muy convencida.

—Permíteme —Articuló casi susurrando, con su voz en todo su esplendor.

AdvarselⓢDonde viven las historias. Descúbrelo ahora