Día 4.

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—No, escuche que él fue envenenado, encontraron una jeringa debajo de su almohada —mencionó mi madre.

Mierda.

No puede ser, la jeringa, inmediatamente vino a mi mente cuando el profesor me vio, yo escondí la jeringa para que él no la viera.

—Ana, ¿Estás bien?

—Si mamá, solo estoy preocupada por Jessica.

Mi madre salió de mi habitación, yo me tire en la cama, aun no puedo creerlo, maté a mi profesor de matemáticas, él no tenía la culpa de nada, o bueno creo que sí, él sabía quién es el creador del juego, si yo lo descubro, tal vez pueda salir de esto.

****

Al despertar me alisté para la escuela, solo otro día y salimos de vacaciones.

—Jessica, no creo que sea buena idea que ella se quede aquí —escuché la voz de mi madre cuando estaba bajando las escaleras.

—¡Jessica llego! —grité emocionada y comencé a correr.

Cuando bajé las escaleras, mire a Jessica entrando, detrás de ella venia una chica, creo que es la hija del profesor.

—Hola, Jess —una gran sonrisa estaba en mi cara, me alegro tanto que este bien.

—¡Ana! —exclamó Jessica dándome un gran abrazo. —Mira, ella es mi amiga, se quedará algunos días aquí, no quiere estar en su casa, su padre murió ayer.

—Me parece bien —dije sonriendo, tratando de no parecer nerviosa. —Lo siento mucho.

Me acerqué a la amiga de Jessica, su nombre es Paola.

—No, no lo sientas, mi padre fue un cobarde, él se suicidó —dijo Paola.

—Paola, eso aún no lo saben, no digas eso de tú padre, puede que alguien lo haya asesinado —mi madre parecía segura de lo que decía, Dios.

Me empecé a sentir muy incómoda, que mal me siento, no quiero hacer más cosas de estas, Carlos me dijo que es matar o morir, yo no quiero ninguna de las dos.

—Me voy a la escuela, nos vemos —dije y fui por mi mochila.

Cuando salí, decidí ir a casa de Rosa, ayer no la vi, no sé qué reto le pusieron a ella.

Cuando estaba por tocar la puerta, esta se abrió enfrente de mí, era Rosa.

—¿Ya te ibas? —pregunté poniéndome frente a ella.

—Ya sé lo que hiciste Ana, mataste al profesor, Hanna y tú lo hicieron —añadió Rosa.

—Cállate, te puede escuchar tu hermano —dije molesta. —Además no queríamos hacerlo.

—¿De qué están hablando? —preguntó Isaac detrás de Rosa.

—¡Largo! —gritó Rosa.

Isaac inmediatamente salió corriendo.

—¿Por qué lo hiciste, Ana?

—Ella me obligó.

Cuando Rosa estaba a punto de hablar, nuestros celulares comenzaron a sonar indicándonos que un mensaje había llegado.

Mensajes:

Candice: Hola, Ana, veo que estás en serios problemas, tus huellas están en esa jeringa.

Ana: Tienes que ayudarme, por favor, no quiero ir a prisión.

Candice: ¿Sabes? El creador quiere ver si son de fiar, si en verdad son valientes, si eres valiente y aguantaras los 50 días, tienes que cortarte las manos, el estará muy feliz.

Ana: Ayúdame, Candice.

Candice: Eso tú lo resolverás.

Ana: ¿Quién es el creador? El profesor habló de él, ¿Lo conozco?

Visto

—¡Maldita! —grité molesta, no me puede dejar sola en esto, no quiero ir a prisión.

—¿Qué pasa? —preguntó Isaac.

—Isaac, vete a la mierda —Rosa estaba muy molesta. —Estaba por irme, será mejor no hablar aquí, Isaac es muy entrometido, aún con sus 15 años sigue siendo un inmaduro.

Solo asentí, y comenzamos a caminar, Rosa ya traía su mochila.

—El reto de hoy, será pan comido, me recuerda tanto al primero.

—¿Qué?

—Nos tenemos que poner "Candice" en el brazo —mencionó Rosa emocionada.

—¿Qué reto hiciste ayer? —pregunté un poco nerviosa.

Espero en verdad que no haya sido algo tan malo como lo que hicimos Hanna y yo.

—Me llego un video tuyo, justo cuando inyectaron el líquido rojo en el suero del profesor Hernández, tuve que mandárselo a una persona de máxima confianza, esa persona no podía estar jugando.

—¿Qué? Dime que no lo hiciste.

—Claro que lo hice, me encantan los retos.

—Eso ya lo dijiste, dime, ¿A quién se lo enviaste?

—Lo mandé al WhatsApp de Grace, ella hace mucho que no usa WhatsApp, seguro cambio de celular o algo así, tú tranquila, no se lo quise mandar a nadie.

—Menos mal, espero no les haya tocado a los demás eso.

—No, solo a mí.

Nos fuimos a la escuela, las clases se suspendieron temprano, querían que todos oráramos por el profesor, me sentí muy mal, yo no quise matarlo, no quería, jamás me cansaré de decirlo.

Cuando se llegó la noche, me fui a mi cuarto, tenía que hacer el estúpido reto de Candice, ese nombre es horrible.

Hanna me dijo que vendría, pero ya es tarde y ella no llega. No quiero cortarme, no quiero hacerlo, tengo que hacer algo para salvarme de los estúpidos retos.

—Ana, ¿Puedo pasar? —dijeron al otro lado de la puerta.

Era Hanna, inmediatamente le dije que pasara, ella entró, nos sentamos en el suelo y comenzamos a cortarnos, ella no fue hoy a la escuela, supongo que está muy mal por lo del profesor.

Me dolía demasiado, no quiero tener este estúpido nombre en mi mano.

—No me gusta esto —Hanna comenzó a llorar.

—Tranquila, yo sé que duele mucho, pero al menos estamos cumpliendo el reto de Candice, y eso nos mantiene seguras.

—Bueno, me voy Ana, nos vemos mañana —dijo Hanna.

Ella se levantó, la sangre escurrió por su brazo, inmediatamente le di un poco de papel.

—Ana, ¿Hanna sigue aquí? —preguntó mi madre entrando a la habitación. —¿Qué es toda esa sangre? ¿Qué están haciendo?

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Espero y les haya gustado.

50 Días.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora