Capítulo 4°: El problema con los culos

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Iba bajando las escaleras con la leve sospecha que me había puesto una de las camisetas que no debía ponerme, la olí por milésima vez esa madrugada. Demonios, esta congestión nasal con la que despertaba cada pinche primaveral mañana no me ayudaba en lo absoluto.

Llegué al rellano del primer piso con la idea fija de buscar una lavandería a lo que saliera del trabajo, esta situación con mi ropa sucia no podía continuar así, realmente comenzaba a cansarme de parecer un vago... o de que la gente en la calle me confundiera con uno. Maldición, si solo hubiese sido menos orgulloso y me hubiera traído mi condenada lavadora.

Me gustaría decir que lo que más extrañaba era esa lavadora tan moderna que incluso tenía la función de secado, era la perfección... pero estaría mintiendo, también extrañaba mi Smart TV de 55' con full HD y por sobre todas las cosas extrañaba mi PS4. Teo nos invitaba a Boris y a mí de vez en cuando para estrenar algún juego nuevo en su Xbox pero no era lo mismo.

Dios, como extrañaba mi PS4.

Fui a abrir la puerta de entrada al edificio, pero me detuve cuando escuché la voz de una chica al otro lado ¿Qué hacía alguien ahí afuera a las cuatro de la mañana? No era como si esta fuese la primera vez, hace una semana me había encontrado con una situación bastante parecida... pensándolo mejor, la voz de esta chica, que no hacía más que echar maldiciones, se parecía bastante a la de la niña de esa vez.

Abrí la puerta y me la encontré, la pequeña rubia curvilínea de la semana pasada estaba revolviendo sus cosas dentro de una vieja mochila cuando se percató de mi presencia y me dedicó una mirada de absoluto alivio. Estreché mi mirada hacia ella, tenía razones para desconfiar de las mujeres en general, sobre todo si estas eran bonitas y expresivas.

—Hola —me saludó con una especie de jadeo mientras salía una nubecita de vapor de su boca—, nos vemos de nuevo ¿eh?

Comencé a fijarme en mi entorno y sí, mi conclusión fue que esta chica estaba cagada de frío. Estaba nublado, lo que era normal para uno que otro día de primavera, pero hoy hacía un excepcional frío de puta madre y esta pequeña mujer andaba vestida por la vida con nada más que una faldita diminuta, un top que no dejaba mucho a la imaginación y una sudadera de hombre que era todo lo que la protegía del frío y... creo que hasta tenía el pelo un poco húmedo, esa chica iba a conseguir un resfriado seguro.

Le di una repasada a sus piernas, totalmente desnudas a excepción por los zapatos. Tsk, quise negar con la cabeza... en fin, el lado positivo podría ser que tenía un bonito tatuaje en la parte superior del muslo derecho, algo que había logrado captar mi atención, era una especie rostro de zorro con vividos colores anaranjados y unas cuantas plumas en violeta y azul. Quizás, cuando encontraran su cuerpo congelado pudieran identificarla por eso.

— ¿Qué haces aquí, niña? —le pregunté, desbordando irritabilidad. Eran las cuatro de la mañana, no podía hacer nada por mi mal genio en este horario.

—Vivo aquí —dijo como si fuese lo más obvio.

Y, bueno, yo vivía aquí desde hace los suficientes meses como para saber que eso no era cierto.

—No creas que voy a dejarte entrar otra vez —declaré antes de comenzar a apartarme de la puerta.

— ¿Qué? ¿Por qué no? Olvidé mis llaves y mi tía y su novio se fueron hace unos días, si no me dejas entrar estoy jodida, nadie va a apiadarse de mí y bajara para abrirme la puerta, porque no hay nadie en el condenado apartamento —habló demasiado rápido ¿Siquiera había tomado aire para decir todo eso? Y lo peor es que parecía genuinamente afligida.

Demonios, a veces me gustaría ser ese cabrón sin corazón que me gusta creer que soy.

— ¿Qué departamento es? —me crucé de brazos.

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