Capítulo 30°: Prueba de fuego

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Reí y retrocedí el video para volver a ver la misma parte otra vez.

— ¡Proteshto! —Decía la, oh, tan ebria rubiecita—. Eshas acushachiones shon totalmente infundadash —arrastraba las palabras mientras trataba de defenderse con una pajilla rosa entre los labios.

Le tendieron su mimosa recién echa y uso la misma pajilla con la que se había bebido el margarita sour de antes.

—Di lo que quieras —Nash palmeó el aire como una persona totalmente ausente de reflejos—. No le quieres dar un beso porque estás coladísima por nuestro vecino mujeriego y eso es lo que yo creo.

—Pero shi acabamosh de hachernos amigash —el adorable puchero de Sofí me hizo reír otra vez, se veía totalmente linda pese a estar tan ebria—. No puedo besar a alguien que ya tiene novio —dejó a un lado la pajilla y trato de hablar con normalidad pero aun arrastraba las erres—, mucho menos si recién estamos firmando la paz entre nosotras.

— ¡Beso de la paz! ¡Beso de la paz! ¡Beso de la paz! —corearon todas las demás mujeres ebrias en la limosina.

Entonces Roma agarró el rostro de Sofí entre sus manos y comenzó a besarla apasionadamente en medio de vítores y aplausos de las demás chicas. Se oyó la maldición del camarógrafo, Boris, que se había colado y grabado a las chicas durante toda su noche de solteras sin que ellas se dieran cuenta.

— ¿Ves porque no es bueno darles permiso para salir, Vicente? —Le preguntó mi sobrino al chofer que iba a su lado, conduciendo el coche—. Estás mujeres, con poco, se vuelven locas.

El juego de la botella entre las chicas ebrias siguió y Sofí tuvo que darle un beso a Angi y Jules antes de que llegaran al edificio y Boris bajara con Roma y mi mariposa. Entonces el video acabó.

Dejé mi teléfono a un lado y miré por el pasillo que conducía a mi habitación, anoche Sofí había llegado a mi departamento... bueno, en realidad tuve que cargarla en brazos hasta aquí, pero la cosa era que hicimos algo más que solo dormir juntos, y no hablaba de sexo, me refería a que habíamos hablado, de cosas bastante interesantes.

Casi como si la hubiese llamado con el pensamiento, una rubia gimiente y frotándose la despeinada cabeza apareció arrastrando sus pies, vestida nada más que con mi camiseta de anoche, gracias al cielo había llevado puesta una blanca porque ahora podía disfrutar de su transparencia y lo apetecibles que lucían sus pezones contra la tela.

—Agh, dios santo —gruñó con su voz espesa por el sueño—. Una versión lego del expreso polar se dio de lleno contra mi frente anoche.

Llegó hasta donde yo estaba, tomando asiento en la alfombra, cómodamente de rodillas frente a mí, apoyando su cabeza contra uno de mis muslos y facilitándome la tarea de acariciar su cabeza y rostro tanto como quisiera.

—Tengo de esas resacas legendarias en las que solo te acuerdas de la mitad de las cosas que hiciste.

—Oh, la otra mitad fue mala, mariposa, muy mala —le aseguré.

— ¿Y tú como sabes? —levantó su frente de mi muslo y me miró con ojos entornados, los tenía irritados y, pese a eso, seguía viéndose preciosa, con una aún más preciosa resaca.

Reí entre dientes de mi chiste interno.

—Yo lo sé todo, soy como dios pero más alto —bromeé y mi pecho se infló un poco cuando ella también lo hizo.

—Oh, por favor, no puedes ser así, tienes que decirme como es que... —se calló abruptamente antes de que una chispa traviesa atravesara sus ojos castaños—. Mi amo y señor —bajó su mirada de una manera adorablemente sumisa y besó la mano que usaba para acariciar su mejilla—, rey de mi mundo, soberano absoluto de mi cuerpo y alma ¿Podrías, por favor, cumplir con el deseo de tu humilde servidora y...?

ALQUILER DE CORAZONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora