Capítulo 35°: Esto no es un juego

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—No tengo mucho tiempo —comencé, cuando lo primero que hice al entrar en su sala fue dejar mi cartera sobre su sillón para luego dirigirme hacia el dormitorio—, así que...

— ¿Por qué no tienes mucho tiempo? —me interrumpió, dejando mi enorme y bello oso blanco junto al mismo sillón en donde había dejado mi cartera y luego dejaba caer su bolso.

Entonces bostezó y comenzó a desperezar su sensual y enorme cuerpo.

Me quedé mirando ese punto en donde su camiseta se había levantado, mostrando un pequeño trazo de la dorada piel de su abdomen... abdomen de prominentes músculos ondulantes. Acababa de darme cuenta de que cansarme de mirarlo no era una opción, no mientras él siguiera teniendo ese cuerpo de espartano.

—Te lo he estado repitiendo durante todo el camino ¿En serio vamos a empezar con esta clases de problemas? Ni siquiera estamos saliendo oficialmente y ya no me escuchas cuando te hablo —el irremediable hecho de que siempre lo encontraría caliente no le restaba importancia a su falta de tacto al hacer esa pregunta—. Estuve hablando de lo mismo durante todo el trayecto de vuelta al edificio, Bal —crucé mis manos sobre mi pecho, tratando de parecer realmente enojada, aunque ahora mismo lo que sentía era pura y llana preocupación—. Montse tuvo una pelea fuerte con Teo, él se fue de la casa, tengo que ir a apoyar a mi tía.

—Ah, así de eso era lo que hablaban Roma y tú tan apasionadamente —levantó una ceja acusadora en mi dirección, logrando que el color subiera a mis mejillas.

—También te lo comenté a ti, te dije que... —aunque ahora que lo analizaba, puede que, tal vez, solo lo hubiese pensado.

—Nop, no me dijiste nada —suspiró y se acercó a mí, tomando mi cara entre sus manos pese al ceño fruncido que le estaba regalando, entonces besó la arruguita entre mis cejas—. Entiendo porque pudiste haber olvidado contarme, debes estar muy preocupada por tu tía, por Teo y tus futuros primitos ¿Necesitas que te vaya a dejar?

—Roma me va a llevar en su moto —descrucé mis brazos para tocar su pecho mientras él seguía besándome.

— ¿El aquelarre se está organizando para ir en apoyo de una de sus brujas? —su comentario me hizo resoplar una risa.

—Así es, así que déjame entregarte tu regalo de cumpleaños antes de que me vaya.

— ¿Otra vez? —Levantó las cejas con asombro antes de encogerse de hombros, soltar mi rostro y comenzar a desabrochar sus pantalones—. Pensé que estabas apurada...

—Idiota —reí y le tomé la mano, llevándolo conmigo en dirección al cuarto.

— ¿En la cama? Cariño, si llegamos ahí, juró que no te dejaré ir a ninguna parte y cobraré esto del regalo durante toda la noche. Sabes que puedo, sobre todo luego de todo lo que tuvimos que reprimirnos en la casa de mi papá.

— ¿Le llamas a eso reprimirse? Creo que "concierto de gritos" fue como llamó don Raúl al espectáculo que dimos esta madrugada.

— No es mi culpa que Boris y Roma eligieran el mismo horario que nosotros para ponerse cariñosos y, a todo esto ¿Qué sucede entre la pelirroja y tú? ¿Se comunican a gritos o algo así? Te lo juro, era como si estuviesen sincronizadas.

Le disparé una mirada llena de veneno mientras sentía como las orejas y el resto de mi rostro se calentaba con rubor.

—Todavía quiero creer que me amarraste las manos por lo mucho que te gusta y no porque querías que todos en la casa me escucharan mientras jugabas con tu boca entre mis piernas. Las mujeres de mi familia son conocidas por su naturaleza vengativa, no te conviene jugar conmigo, osito.

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