Capítulo 34°: Bienvenida a la familia

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Luego de ducharme y vestirme con la ropa que ese malvado osito tramposo había escondido para mí en el fondo de su bolso, bajé decididamente a ser una chica digna que fingiría que nada de lo sucedido anoche importaba.

Nop, yo era la clase de chicas que se follaba a uno de los hijos del amable dueño de casa, que había recibido con los brazos abiertos a una rubia extraña que llegó con una pobre excusa de solo ser amiga del hombre al que horas más tarde había estado montando en el sillón y hasta muy entrada la madrugada en la cama del cuarto que le habían prestado para dormir.

Reprimí las ganas que tenía de cavar un agujero en la tierra y enterrarme ahí, en su lugar respiré hondo y le di una patada en el culo al pánico ¡Hoy no, cabrón!

Esta mañana estaba decidida a ser la chica que mereciera a ese pedazo de macho que se había tomado el tiempo de darse cuenta cual eran mis gustos personales y los había magnificado a un tamaño XXL y no estaba hablando de su impresionante pene, sino del osito de peluche que había escondido para mí en la casa de su papá, lo que me hacía pensar... ¿No era el hombre más dulce de la tierra?

Él no solo estaba siendo considerado conmigo, también se exponía a las potenciales burlas de su padre y hermanos al hacer un regalo tan infantil para personas de nuestra edad, además, respetaba mis extrañas manías y no se burlaba de ellas. Bal se merecía que tomara mi coraje y comenzara a darle utilidad por él... por nosotros.

Ah, dichosa palabra, ahí venía la sangre caliente agolpándose en mis mejillas en un tiempo realmente rápido, del tipo récord diría yo.

Bal había dicho que estábamos juntos, que no había nada de malo en tomar decisiones entre los dos... que quería sentirse parte de mi vida.

Casi corro de vuelta a la habitación para tomar una almohada y ponerme a gritar como colegiala a la que le responden afirmativamente una carta de amor al recordar esa charla.

Sí, bueno, esa conversación no había comenzado del todo bien. Empezamos con un osito nervioso y preocupado por la posibilidad de que pudiéramos ser padres, esta vez nada de juegos implicados, algo que, de haber estado en su lugar, me habría aterrado, haciéndome reaccionar de una manera mucho menos diplomática que la suya.

Luego de aclarada la confusión, se había enojado conmigo, al parecer no le encantó tanto como pensé que haría esta considerable campaña ahorro para su bolsillo que estaría impulsando mi nuevo método anticonceptivo. Si me ponía en su lugar... nop, seguía sin entenderlo pero quizás estaba relacionado con que... ¿Bal estaba preocupado por mí?

Antes de que decidiéramos que era hora de levantarse y ponerle fin a los arrumacos mañaneros, me había dicho que cualquier tipo de molestia o cambio indeseado que sintiera debido al implante le informara e iríamos a quitarlo de inmediato, osito me dejó bastante claro que no tiene ningún problema en volver a los condones mientras buscamos un método que se adapte completamente a mis necesidades sin causar incomodidad.

Seguí mi camino hacia la cocina, recordando ese pequeño ataque de celos sin ningún fundamento que había hecho que mis entrañas se apretaran de una manera muy confusa. Por una parte me daba miedo, a que Bal estuviera esperando más de nuestra relación de lo que debía, a lo que pasaría el día que me viera trabajando en el alquiler, a lo que podría pasar si lo nuestro se volviera incluso más serio de lo que era... Y estaba el regocijo, de saber que le importaba lo suficiente como para que fuera posesivo conmigo, a esa primitiva necesidad que vibraba en todo mi cuerpo añorando esa pertenencia que me volvería completamente suya y a él completamente mío, a la idea de que, si el asunto fuese al revés, no lo dudaría antes de poner un cuchillo en su garganta y hacerlo jurar por su vida que solo tenía ojos para mí.

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